Capítulo 9

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Capítulo 9

Treinta minutos después bajé con ellas hasta la puerta principal, donde allí nos esperaba Jonathan, como siempre con algún detalle en su traje que combinaba con el mío.

—No es suficiente que seas mi copia masculina, también debes copiar mi ropa—le recriminé en broma en cuanto me senté a su lado en el carruaje.

Él solo se encogió de hombros, no se mostraba ni un poco arrepentido. En lo absoluto.

—En mi opinión, me queda mejor que a ti.

Rodé los ojos, abrí mi abanico y miré a través de la ventana. La capital era un lugar encantador y el aire que se respiraba sin duda era muy diferente al aire de Rumelia.

— ¿Te gusta?

—Sí. Todo es muy bonito.

— ¡A mí también me gusta mucho!

—Entonces, creo que valdrá la pena comprar una mansión aquí también.

Miré a Jonathan.

— ¿Una mansión aquí?

A veces olvido que este hombre despilfarra dinero cada que decimos que algo nos gusta.

Observé lo emocionada que se veía Cindy por volver a este lugar algún día y preferí quedarme callada. Si puedes gastar, gasta. Ese siempre había sido mi lema.

Al llegar al palacio la seguridad fue impresionante. Observé como Jonathan tuvo que entregar su espada y lo gracioso que fue que un solo hombre no pudo con ella. Sí, la magia negra no estaba permitida en Rumelia, porque era un país Santo, pero el Duque podía ir y venir por el imperio empuñando una espada daba por el mismísimo demonio de la guerra.

Cosas que solo pasan en mi país xd.

Nos llevaron hasta el salón del emperador, en donde un guardia abrió las puertas ante nosotros. El emperador junto con la familia imperial mostrándose imponentes desde sus tronos, dándonos la bienvenida.

En cuanto nos acercamos saludamos como se debía.

—Saludamos formalmente al Sol y Luna del imperio, Emperador y Emperatriz de Ashet.

Vi la sonrisa arrogante del emperador.

—Tiene una hermana e hijas muy agraciadas, Duque.

¿Qué dices?

—Saludamos formalmente al Sol y Luna del imperio, Emperador y Emperatriz de Ashet. Me presento como La Gran Duquesa, Ophelia Cornelius y a mis sobrinas como Ariadna y Cindy Cornelius.

Su risa me dio escalofríos. Mierda. Pocas veces mi sexto sentido me daba problemas, pero aquel hombre que estaba mirándonos desde arriba y sin darnos un saludo respetuoso como parte de los delegados del imperio de Rumelia... no me gustaba nada.

Ahora entiendo porque Ariadna quiso traerse una daga.

— ¿Su viaje y hospedaje han sido placenteros?

Asentí, sonriendo amablemente.

Finjamos lo mejor posible.

—Todo ha sido de nuestro agrado, Su Majestad la emperatriz. Muchas gracias por su preocupación.

—Sus hijas son también muy encantadoras.

Cindy hizo una reverencia perfecta, tomando el mando de la palabra.

—Es un honor, Su Majestad.

El Emperador pareció bastante divertido o quizás satisfecho, no lo sabía con certeza pero no me gustaba nada aquella sonrisa en su rostro.

Ophelia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora