Capítulo 13

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Capítulo 13

Al despertar la mañana siguiente, Jonathan se había ido junto Ariadna y el príncipe, dejándome en Ashet junto a Cindy.

No lo entendí del todo hasta que Cindy entró a mi habitación llorando, recién dándose cuenta que su padre y su hermana se fueron antes del alba. No entiendo por qué no se despidió y la mediocre excusa que no dio el mayordomo fue que estaban muy apresurados de llegar de nuevo a Rumelia.

Esperaré pacientemente para verte, hermano, no te vas a escapar de mi.

—Su Gracia, estamos comenzando los preparativos para mover las cosas a la nueva mansión—avisó Sonia.

Bostecé.

— ¿Qué...? Ah, cierto—No podíamos seguir estando en un lugar donde seguían los ojos de este emperador—. De acuerdo.

—Apropósito, ¿disfrutó el banquete? Ayer llegó tan ensimismada.

Me quedé pensando en los últimos acontecimientos de la noche y mi corazón dolió.

—Estuvo bien.

Salí a desayunar junto a Cindy en el jardín creyendo que eso la animaria un poco, pero me equivoqué. Su rostro estaba decaído y apenas le daba bocados a su comida.

— ¿Quieres hablarlo? —le pregunté suavemente, mirándola preocupada.

— ¿Oh? Ah, no. Es solo que... No dudo de las capacidades de Ariadna, pero... es la primera vez que hará algo como esto y no sé—se encogió de hombros—. Estoy preocupada.

—No está mal que estés preocupada por tu hermana, yo siempre estoy preocupada por tu padre—limpié mis labios con la servilleta—. Y estoy segura que pronto volveremos a Rumelia junto a ellos.

Asintió, aunque parecía todavía algo decaída.

—Gracias, tía.

—Termina de comer y luego iremos a la nueva mansión.

— ¿Y luego podemos ir de paseo?

Sonreí.

—Y luego iremos de paseo.

Un rato después estábamos viajando hacia la nueva casa temporal, el sol estaba bastante abrasador así que Sonia cerró las ventanas, Cindy iba intentando bordar un gato en su pañuelo y yo estaba tranquila teniendo un tipo de viaje astral, perdida en mis pensamientos.

De pronto, sentí un escalofrío.

Fruncí el ceño y parpadeé, observando mí alrededor. Cindy estaba tranquila en lo suyo y Sonia a mi lado tejía. No parecía haber nada malo.

—Tengo calor, voy a...

—Aquí hay un abanico, Su alteza.

Miré su mano.

—... Gracias.

Sonrió y siguió en la suyo.

Miré el abanico en mi mano y luego miré a Sonia, después observé a Cindy y luego la pequeña ventanilla que nos conectaba con el cochero.

Vi escasamente algunos árboles.

Y no habían arboles por las calles de la capital, al menos no tantos, lo había notado las veces que había salido a comprar. El corazón me dio un vuelco y mis manos comenzaron a sudar ansiosas. Algo iba mal. Observé la puerta a mi lado y tragué saliva, disimulé y abaniqué mi rostro.

¿Qué hago?

—Tía, terminé.

—Cielos, está muy bonito—observé bien el pañuelo y le sonreí temblorosamente—. Deberías colocar hilo rojo en sus ojos.

Ophelia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora