Capítulo 10

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Capítulo 10

Los nervios me hacían mover mis pies ansiosamente, aunque estaban ocultos por mi vestido verde. Siempre usaba verde. Sí, concentremos en mi ropa. Me gusta el verde, me queda muy bonito ya que resalta mas mi apariencia, toda clase de verdes...

Dios, dios, dios, dios, dios, dios. ¡Vería a Regis!

El viaje al palacio imperial me pareció demasiado rápido y en un dos por tres estábamos siendo anunciados antes de entrar al salón de banquetes.

—Estás más nerviosa que de costumbre, Ophelia—murmuró mi hermano en mi oído.

Vaya, al parecer era muy fácil de leer.

No le respondí. Nos acercamos a la familia imperial, dándole nuestros saludos, los nobles comenzaron a murmurar a nuestro alrededor entre admirándonos y hablando de nuestras reputaciones en Rumelia. El Emperador dio un anuncio que fue de mi poco interés, luego pudimos ser libres y hacer conexiones con otros nobles. Su Majestad El Emperador le había ordenado a mi hermano tener una relación solida con los nobles más importantes del imperio.

Observé a mí alrededor, en busca de los Ploens, y encontré a Jubelian hablando con las señoritas de su círculo social. Sonreí, maravillada. Era más hermosa en persona, su actitud me transmitía una elegancia reconfortante, una que no se veía en muchos nobles. Busqué a los alrededores en busca de su padre, sin embargo, no pude encontrar el hombre que me hacía suspirar cada que aparecía en el manhwa.

Debe estar por allí. Nunca dejaría sola a Jubelian.

Tomé una copa de vino, y decidí hacer lo que siempre hacía cuando estaba muy aburrida o sin ganas de interactuar: buscar un balcón vacío y tomar aire fresco.

Le pedí a alguno de los guardias guiarme hacia los balcones, y amablemente uno de ellos decidió escoltarme hasta el lugar. En cuanto llegamos se despidió y me dijo que no dudara en buscarlo si necesitaba algo más.

Sentir el aire golpear mi rostro fue reconfortante. Cerré mis ojos unos segundos y me tomé la copa de vino con calma, observando los jardines del palacio.

¿En qué escena del manhwa estoy? ¿O es una escena nueva, resultado del efecto mariposa?

Al terminar mi copa decidí volver al banquete, ya que no podía desaparecerme mucho tiempo o le daría problemas a mi hermano. Quizás Regis ya estaba de vuelta en el banquete. Caminé hacia el salón, el lugar estaba callado y el único sonido del pasillo eran mis tacones contra el suelo de mármol negro.

A los lejos, observé la silueta masculina de algún caballero, acallando una duda que me había asaltado de repente sobre la seguridad del palacio. Bueno, al parecer si habían guardias merodeando por allí. Al acercarme más pude conocer más del aspecto del caballero, haciendo que me quedara quieta un segundo.

Sus ojos dieron con los míos en cuanto notó mi presencia.

Su aspecto era pulcro, y daba un aire elegante, serio y agradable. Sí, era él. Regis Adri Ploens.

Enfrente de mi estaba unos de mis personajes favoritos, el único personaje de más de treinta que me traía flechada y chillando cada que decía aunque sea una simple palabra.

—Buenas noches—saludé en un susurro sin poder dejar de mirarlo. Era más atractivo en persona, era fácil pasar horas mirándolo y todavía no acostumbrarse a su atractivo.

Sus modales fueron impecables.

—Buenos noches, Duquesa Cornelius. Es un honor tenerla en nuestro Imperio.

Es obvio que sabe quién soy.

—El gusto es mío, Duque Ploens. No todos los días conoces a un Héroe de guerra—me sentí algo incomoda al notar la indiferencia en su mirada. Era amable, pero solo era por sus buenos modales—. Yo... El imperio es muy encantador.

¡¿QUÉ DIABLOS ACABO DE DECIR?! ¡TANTO, TANTO QUE DECIR Y LO UNICO QUE SE ME OCURRE ES ESO!

Calma, calma. Lo que dije no es tan malo.

—Es un honor—fue todo lo que dijo.

Mierda.

Estoy... estoy muy nerviosa.

Tragué saliva y miré en otra dirección observando la luna en el cielo.

—Luna.

— ¿Disculpe?

Volví a mirarlo, casi rompiéndome el cuello en el proceso.

—Oh, yo... es que... La luna. Se ve más bonita hoy.

— ¿Le apasiona la astrología, Duquesa?

—En mis ratos libres siempre me la paso leyendo libros de toda clase—me encogí de hombros—. ¿Sabía qué...?

Y ahí comenzó mi chorrada de palabras. Él no dijo nada, solo me escuchó hablar, atento a cada una de mis palabras y yo al notar aquella atención, me animé a seguir. Estuve dando un monologo de camino al salón de banquetes, y él siguió callado. Yo seguía hablando y hablando y no terminé hasta que sentí que ya había expulsado todo mi conocimiento.

Y él todavía seguía allí, escuchándome.

Mis mejillas estaban rojas, completamente avergonzada de haber parecido un loro jalado por la cola. Dios, qué vergüenza. Siempre era la mismo cada que estaba muy nerviosa. Siempre me ponía a hablar y hablar.

—Oh, Dios mío. Lo lamento, Duque. Estaba muy nerviosa porque no soy buena relacionándome con los demás—jugueteé con mis dedos, incomoda—. Lamento si fue una tortura escucharme.

Negó con la cabeza.

—Al contrario, Duquesa. Me pareció muy interesante, es usted una mujer que conoce de muchas cosas, algunas pocas carecían de mi conocimiento.

— ¿Es así?

—Sí, por lo que no se avergüence de ello. Fue una charla muy...—buscó la palabra correcta y mi corazón golpeó contra mi pecho en cuanto noté un ápice de sonrisa—. Educativa, podría decirse.

Yo también sonreí.

—Muchas gracias por escucharme, Duque.

—Ha sido un placer, Duquesa.

—Lady Ophelia—sonreí, enternecida, enamorada, de todo. Mis emociones siempre eran muy claras en mi rostro—. No abusaré más de su tiempo, tengo que saludar a más personas.

Se mantuvo callado durante un segundo, luego asintió y casi salté hacia atrás cuando besó el dorso de mi mano.

—Hasta luego, Lady Ophelia.

Dios mío. Hasta mi nombre en sus labios se sentía especial. Único.

Le sonreí nuevamente y correspondí su despedida. Me acerqué a mi hermano que rodeado de gente me presentó como La Gran Duquesa, pero yo solo seguía pensando en los labios de un caballero en especial que hace segundos habían besado mi mano enguantada.

Ophelia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora