IMPACTO

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―¿Dónde te dejaste a la comadreja, sangre sucia? ―Dijo Malfoy arrastrando las palabras a la vez que estiraba la pierna para poner a Granger la zancadilla ―¿Ocupado con Lav-Lav?

Crabbe, Goyle y Parkinson se rieron mientras Hermione, que iba cargada con los libros y la bolsa con las plumas y los tinteros, tropezó en cuanto pasó a su lado y calló al suelo estrepitosamente tirando con ella todo lo que llevaba encima.

Se mordió el labio evitando hacer una mueca, porque se había raspado las manos y las rodillas y dolía bastante, pero no iba a darles el gusto a aquellos babuinos estúpidos.

Se levantó con toda la dignidad que pudo reunir y sonrió de lado. Después de todo lo que había pasado el año anterior, después de Umbridge, del Ministerio, de Sirius... Hermione ya no dejaba que las situaciones como aquella la hicieran llorar.

―Evanesco ―hizo desaparecer los cristales rotos y volvió a sacudir la varita ―Fregotego ―las manchas de tinta desaparecieron del suelo e ignoró las palabras de Malfoy que la estaban comparando con un elfo doméstico en aquel momento ―Accio ―Murmuró atrayendo uno por uno los libros ―Locomotor ―comenzó a caminar, aquella vez con los libros deslizándose a su lado ―Ah, por cierto, Malfoy ―Sonrió levantando levemente las cejas cuando escuchó que se quedaba callado ―Cinco punto menos para Slytherin... Sigo siendo prefecta y no se ataca a un prefecto, tal vez lo habías olvidado.

La serpiente rastrera compuso una mueca de desprecio, dijo algo en voz baja y sus dos gorilas, Crabbe y Goyle rieron con él. Hermione los ignoró y siguió su camino, esperando que la dejaran en paz. Llevaban solo unos meses de curso y no tenía ganas de que, dado lo cerca que estaba de la entrada a las mazmorras, Snape la encontrara allí y terminara restándole puntos a su casa o peor aún, castigándola. ¡Era prefecta! Sería una vergüenza terminar castigada en su caso.

Se relajó conforme conseguía poner distancia con los Slytherin e incluso se permitió sonreír al recordar la obsesión que parecía tener Harry con Malfoy y su presunta iniciación como mortífago.

Ella pensaba que era una absoluta locura ¿Cómo iba a querer Voldemort a semejante idiota en su ejército de secuaces? Ni siquiera era bueno de Defensa Contra las Artes Oscuras, si acaso sobresalía un poco en pociones pero, Hermione lo tenía claro, eso siempre había sido porque Snape era el jefe de su casa.

Aquel año estaba siendo complicado con el cambio en el profesorado.

Era terrible que Harry, que hasta entonces había sido el mejor en Defensa Contra las Artes Oscuras, tuviera dificultades en esa materia en particular y que tras la marcha de Snape se hubiera convertido en todo un alquimista de la noche a la mañana en pociones.

Estaba preocupada por todo aquello, obviamente no solo porque aquel libro no le daba buena espina, tampoco le resultaba divertido que Harry se hubiera convertido en el mejor de la clase de Sloughorn sobrepasándola incluso a ella.

Entró en el aula de Snape y se sentó al lado de Harry.

―¿Dónde estabas? Te busqué antes de venir aquí.

―¿No usaste el mapa, no? Porque me habrías encontrado en la biblioteca.

Harry sacudió la cabeza mientras colocaba sus libros.

―No, estaba saliendo de Adivinación, no lo llevaba encima.

Hermione sonrió arrepentida por la brusquedad con la que había hablado a Harry.

―Lo sé, lo siento, es que he tenido un... Encuentro con la pandilla de Malfoy.

Harry se tensó visiblemente.

El color de la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora