Epílogo

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Cuando Ron se marchó junto a su familia para velar a Fred una vez más, Hermione se acercó a Harry y se sentó a su lado mirando al vacío.

―Todo ha terminado ―Repitió una vez más como si aún no fuera capaz de creerlo.

―Sí ―él sonrió y tomó su mano entrelazando sus dedos con los de ella ―Pero me pregunto si el precio no ha sido demasiado alto.

―¿Demasiado alto? ―Hermione sonrió con tristeza y miró al cielo dejando que la brisa acariciara su rostro sucio y dolorido ―Estabas dispuesto a morir tú mismo, Harry. ¿Hubieras pensado que era un precio justo?

Él no dudó en contestar

―Sí. Si con eso hubiese podido salvar a todos los demás.

Pensaron en Fren, en Remus y Tonks, en Dumbledore, en Snape... eran tantos... tantos los que habían caído en aquella batalla que había destrozado Hogwarts...

Pero el mundo era libre, sería un buen lugar para comenzar de cero, cuando las heridas cicatrizaran, cuando el dolor se atenuara y pudieran celebrar la caída de Voldemort.

―¿Qué ocurrió con las lágrimas de Snape? ―Preguntó Hermione

Harry suspiró y le contó lo que había visto.

―Tú lo sabías ¿Verdad? Siempre has sabido que Draco era una parte de la Orden, al igual que Snape.

Hermione asintió sintiendo un nudo de congoja en la garganta.

―Lo hizo por ti, igual que Snape lo hizo por... por mi madre.

―No lo creo ―Dijo ella con sencillez ―No por mi, creo que hizo lo que creyó que sería mejor... para él.

―¿Eso crees, Granger?

Draco se había separado de sus padres cuando les vio salir y se había acercado a ellos sigilosamente.

―Malfoy ―Susurró Hermione levantándose.

Harry hizo lo mismo y se sacudió los pantalones, incómodo.

―Yo... ahmmm creo que voy a ir a buscar a Ginny.

Malfoy señaló tras él con el pulgar

―Creo que ella también te busca, Potter.

A lo lejos vieron una cabellera pelirroja que se acercaba a la carrera y Harry se apresuró a ir hacia ella con celeridad. Nada podría ayudarle más en aquel momento que abrazar a Ginny y sentirse nuevamente en casa.

Hermione miró a Draco y las emociones parecieron avasallarla una tras otra.

Había tenido tanto miedo, miedo por él, por ella, por ambos...

Una lágrima se deslizó por su mejilla ennegrecida y Draco la paró con el pulgar mientras con la otra mano agarraba la muñeca de la chica para levantar la manga del jersey y ver la marca que su tía había grabado sobre su piel. La acarició y tembló.

―Lo siento, Hermione ―Dijo en un susurro tan bajo que la chica creyó haberlo imaginado. Le vio tragar saliva y de nuevo aquellos ojos como plata líquida la miraron ―Quise hacer algo... lo que fuera pero... ―Dejó salir el aire de golpe y la soltó como si se hubiera quemado. Se pasó los dedos por entre los platinados cabellos y maldijo con brusquedad ―¡No podía hacer nada! Pensé... ¡Por un momento creí que iba a matarte en mi maldita casa!

Se dio la vuelta y cerró los ojos con fuerza apretando los puños.

―Quise matarla, a todos ellos... empezando por mi padre ¿En qué me convierte eso?

El color de la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora