14.MADRE E HIJO

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El pecho de Sam se tensó de miedo ante el sonido de la voz de su madre. Sus ojos azules se abrieron ampliamente, sin saber qué hacer, mientras escuchaba la respiración de Isabel.

Isabel lo miró con preocupación, sin saber qué movimientos seguir.

—¿Quién es? —preguntó, intentando separarse.

—Es mi madre —respondió, con pánico.

—¿Tu madre?

Cierto. Isabel no conocía el significado de esa palabra.

—Básicamente..., ¿ella me ha creado? —Su declaración salió como un interrogante, preguntándose a la vez si había sonado como un idiota. Sin embargo, Isabel únicamente sonrió y besó su mejilla.

—Lo entiendo —respondió esta, sabiendo que Sam sabía perfectamente que necesitaría más que esas palabras para entender el significado de «madre».

—Te voy a dar algo de ropa, ¿bien? —preguntó, saliendo de ella y poniéndose al borde de la cama.

—¡Claro! —respondió con entusiasmo, saliendo de la cama—. Son tan grandes y cómodas.

Sam se echó a reír a pesar del pánico que crecía cada vez más al escuchar sonidos en la planta baja, sabiendo que su madre en cualquier momento subiría al no oír contestación. Hurgó en sus cajones por otro par de bóxer, cogiendo a la vez una camiseta suelta y unos pantalones de pijama. Una vez vestidos los dos, Isabel se miró a sí misma, en un extraño reflejo. Sam sonrió al notar su mirada.

—Es un espejo. Al igual que el agua.

—¡Ah! —exclamó, mirándose por unos segundos más.

—Sam, ¡voy a entrar a saludarte! —La voz de su madre resonó por las escaleras.

—¡Vale! —contestó, observando cómo la chica se seguía mirando al espejo con cara de desconcierto—. ¿Qué pasa? —preguntó, deslizando un brazo suavemente en su cintura.

—No tengo un sombrero —gruñó mientras cruzaba los brazos sobre el pecho con terquedad—. Necesito uno.

—Voy —contestó, evitando reír. Isabel se veía adorable con la camiseta puesta y el pantalón del pijama llegándole hasta el suelo. Metió la mano en el cajón de nuevo para, esta vez, agarrar un gorro de color celeste, poniéndoselo en la parte superior de la cabeza y dándole un beso en la frente. Una vez se separó, llamaron a la puerta—. Pasa —murmuró.

—¡Sam! —Raquel dio un cálido saludo, quedando embelesada por la persona al lado de su hijo—. ¿Quién es?

—Isabel —se presentó—. Encantada de conocerla. ¡Gracias por crear a Sam! —sonrió amplia y seriamente.

—Bienvenida, Sam. ¿Cómo es que nunca he conocido a tu amiga? —preguntó aguantándose la carcajada, ante el entusiasmo y emoción de esta.

—Ya..., verás..., es la prima... de un amigo, ¿no te lo he comentado antes? —respondió nervioso, sin saber si habría colado.

—Ya... —respondió Raquel, mirándolo con cara picantorra—. Encantada de conocerte, Isabel. ¿Les gustaría bajar a tomar un poco de té? He traído galletas de la panadería.

Isabel se quedó mirando a Sam, sin saber qué responder, preguntándole con la mirada qué eran el té o las galletas, y mucho menos sin saber qué era una panadería.

—Está bien, mamá —respondió este.

Raquel sonrió cálidamente con un atisbo de confusión en el rostro, saliendo de la habitación y bajando las escaleras sin esperar a nadie. Estos se quedaron en la habitación por unos segundos. Una vez perdió a su madre de vista, Sam aprovechó para presionar sus labios con los de Isabel, haciéndole después una señal para que lo siguiera.

Sus ojos revoloteaban por todas partes mientras Sam le mostraba un sofá en la sala de estar. Se acercó a este, sintiéndose segura y cálida, mirando hasta donde podía ver la cocina, confundida por todas las luces y electrodomésticos.

—¿Qué es eso? —preguntó, observando cómo Raquel ponía algo plateado en la parte superior del fuego.

—Eso es una tetera —respondió en voz baja—. Pones el agua en ella y la colocas sobre la estufa. La cosa caliente. El té es una bebida que es a partir de hojas y otras cosas. Te gustará, te lo prometo.

—No lo entiendo —contestó, sonriendo. Sam rio, empezando a explicarle brevemente lo que era la cocina y el propósito de la misma.

—¿Cómo tomas el té, Isabel? —preguntó Raquel desde la cocina solo unos segundos después de que Sam terminara su explicación.

—Con azúcar, pero sin leche —respondió este, seguro de su respuesta, mirando a Isabel con una sonrisa. Raquel alzó las cejas, sorprendida por la contestación de su hijo. Sam sabía que, aunque Isabel nunca había tomado, le gustaban las cosas fuertes y dulces; recordaba la cara de esta al probar el frescor de la menta salvaje, las bayas frescas y la frescura de las especias que encontraba en el bosque. La madre sacó una bandeja y la puso sobre la mesa delante de ellos. Isabel se acurrucó aún más, con los dedos de los pies fríos. Este echó casualmente su brazo alrededor de sus hombros y distraídamente pensó en cómo podría decirle a su madre que solamente eran amigos. Se inclinó hacia delante después de dar, al igual que Isabel, las gracias y cogió las dos tazas. Le ofreció a esta la taza más pequeña—. Está caliente —le advirtió en voz baja.

—Gracias —asintió sonriendo, curvando los dedos alrededor de la taza caliente y soplando sobre ella ligeramente. Inclinó un poco el líquido caliente en su boca, notando un sabor picantón y un toque dulce—. Mmh..., delicioso —murmuró con el borde de su taza aún sobre sus labios.

—Me alegro de que te guste, Isabel.

—¿Cómo estuvo el trabajo? —preguntó Sam casualmente, tratando de evadir la atención de Isabel, apartando los ojos de la chica y conformándose con poner una suave mano en su muslo. Esta unió automáticamente su mano encima de la de él.

—Estuve bastante ocupada hoy, en realidad, ¿os ocupáis de la cena hoy? Estoy muy cansada.

—¿Cenar? —preguntó Isabel emocionada—. ¿Entonces, podré usar la cocina?

—Sí, Isa —le respondió este en voz baja, tratando de conseguir tranquilizarla. Frotó su mano hacia arriba y abajo en el muslo de esta—. Eso será divertido. Tú relájate, ¿sí, mamá? —Sam apretó la rodilla de Isabel, no pudiendo aguantar las ganas de tocarla.

Movimiento que no pasó desapercibido para Raquel, la cual lo miró con curiosidad.

—No quiero decir mucho, pero... —empezó con cuidado—... ustedes dos se verían muy lindos juntos.

La edad de la inocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora