20.SALTO AL VACÍO

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Isabel podía sentir el bajo en sus oídos, enamorada del fuerte y emocionante sonido que salía de los enormes altavoces. La gente se movía a su alrededor, con una copa en sus manos. Esta miró en las suyas el vaso de color rosa brillante, recordando el juramento que se hicieron antes de salir de casa: se prometieron no tomar ni una gota de alcohol, pero cómo no hacerlo.

—¿Qué es este tipo de música? —preguntó esta, con una emoción extraña corriendo a través de su cuerpo.

—Es como... música de club, drum and bass —respondió, hablando de forma cortante, mirando hacia un punto.

Isabel miró en la misma dirección, encontrándose con las miradas de desprecio de los chicos. Esta sonrió a medias hacia ellos, tratando de ser educada y respetuosa.

—¿Vamos a bailar? —preguntó, intentando llamar la atención y relajar la tensión de este.

Sam le sonrió, agarrándola de la mano y llevándola al centro de la pista. Este llevó una mano a la parte baja de su espalda, empujándola para quedar más pegados.

—Sígueme el ritmo —le susurró al oído, logrando un escalofrío por parte de esta. Isabel asintió, pegándose más a su cuerpo. El repiqueteo del ritmo constante corriendo a través del lugar hizo mover sus caderas. Esta sintió el calor de las manos de Sam en su cintura. Empezó a moverse al ritmo de este, escuchando a la gente a su alrededor. Sam se sorprendió, no esperando los movimientos de esta. La acercó mucho más a su cuerpo, robándole un beso corto, antes de volverse a concentrar en lo emocionada que estaba Isabel—. ¿Quieres otra copa? —le susurró al oído, al ver cómo esta intentó darle otro sorbo al vaso vacío. La muchacha sonrió, asintiendo con la cabeza.

Este la volvió a guiar entre la multitud, acercándose a un pequeño sofá rodeado de gente.

—¿Te espero aquí? —preguntó esta, ganándose un asentimiento por parte de este, dirigiéndose ya a la barra.

Isabel se empezó a sentir un poco impaciente después de unos minutos, sintiéndose sola, hasta que unos brazos rodearon sus hombros.

—Isabel, ¿no? —preguntó la persona a su lado. Esta parpadeó, girando a su derecha para mirarlo. No le gustaba, no le gustaba tener a un extraño cerca, y mucho menos tocándola—. Tranquila. Soy amigo del idiota que tienes como novio —sonrió el desconocido, mirándola sin pestañear.

—Sí —contestó en voz baja, apartando su brazo—. ¿Quién eres?

—Soy Tomás —se presentó, intentando acercarse más a esta, haciendo que Isabel se levantara del sofá—. Me encantó cómo te movías en la pista. —Intentó imitarla, pero esta ya se dirigía por el mismo camino que había cogido Sam.

Isabel se alegró una vez vio a Sam en el bar, ya con dos vasos en la mano.

—¡Sami! —gritó, consiguiendo su atención. Había demasiada gente para su gusto.

Este empezó a dirigirse hacia ella, quejándose por el camino, hacía demasiado calor en el club. Una vez pudo ver su rostro, observó la sonrisa de esta, dándose cuenta de lo poco estirada y apretada que se veía; conocía esa sonrisa, era un muy mal intento de hacer una genuina. Miró detrás de ella, observando cómo Tomás se levantaba del sofá donde estaba Isabel minutos antes, empezando a acercarse a él. La volvió a mirar, sintiendo un nudo en la garganta, recordando lo gilipollas que podía ser el chico con las personas.

—¡Sam! —exclamó, dándole una palmada en el hombro lo bastante fuerte como para que el nombrado se preocupara de no derramar las bebidas.

—Hola —contestó cortante, mirando cómo Isabel apartaba la mirada.

La edad de la inocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora