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Nuestro primer desafortunado encuentro.





Seis meses transcurrieron, momento en el cual acepté plenamente la realidad de ser padre. Desde la llegada de YoonGi a nuestras vidas, me he convertido en el paradigma de un auténtico alfa: amable, afectuoso y dedicado al hogar. He asumido el liderazgo en mi pequeña manada y me he hecho responsable de todos los desembolsos que se generan en el hogar y que se reflejan en mi cuenta bajo el concepto de: pañales y mucho más...

Mi esposa notaba las actitudes extraordinarias que tenía con YoonGi y las malas costumbres que se estaban desarrollando a lo largo de nuestra relación. Sus celos hacia el cachorro se volvían cada vez más evidentes y, aunque ella intentaba disfrazarlo con falsas sonrisas, su amargo olor revelaba el malestar que sentía por la llegada del más pequeño. Ese mismo que se intensificaba cuando llegaba a casa y tomaba a YoonGi en mis brazos. Parecía que todo eso quedaba lejos cuando estaba en la habitación de nuestro hijo, el lugar donde pasaba gran parte de la noche y me hacía sentir realmente en casa.

En ocasiones, mis progenitores nos honraban con su presencia y en este fin de semana no fue una casualidad encontrarlos en el salón de nuestro hogar. Habían traído unos cuantos juguetes afelpados para mi hijo, así como diferentes prendas para modelar apenas llegara el verano a la ciudad de Busan. Mi esposa, como en todas las reuniones, se perdía dentro de la cocina y esperaba ahí hasta servir el último plato sobre la mesa. Mientras tanto, yo me encargaba de YoonGi.

YoonGi iniciaba su andar en este mundo. Sin embargo, su pañal se encontraba repleto de mierda, lo que le impedía caminar con seguridad. Mi madre, amablemente, se ofreció a cambiarlo, pero en ese momento, me negué rotundamente. YoonGi era tan pequeño y delicado que cualquier contacto brusco podría lastimar su piel suave y tierna. Me disculpé con mis acompañantes y me retiré a la habitación de color azul, ubicada a un lado de las escaleras, para asegurarme de que el pequeño YoonGi estuviera a salvo y protegido.

Exploré el aposento de aseo en busca de los pañales del infante y me apresuré a salir cuando su risueño semblante se transformó en un llanto desconsolado. Su madre, desde el umbral de su alcoba, le observaba con reproche. Toda su atención se centraba en el pequeño cachorro de cabellos rizados, quien, tumbado en la cuna, se agitaba molesto ante su furiosa madre.

— La cena ha sido servida —mencionó al momento en que me coloqué frente al cachorro.

— Bajaré una vez que haya concluido con YoonGi.

— Él siempre será el número uno, ¿verdad? —preguntó fatigada.

Extraje el pañal de su envoltura. Mi silencio fue la única respuesta que recibió ante sus arrogantes suposiciones. Deseaba fervientemente expresarle que YoonGi se había convertido en todo lo que anhelaba desde el primer instante en que la luz de la Luna destelló en sus ojos azules. Pero, ella era tan malvada que haría cualquier cosa por verme infeliz, y mis padres se esforzarían al máximo por alejarme del cachorro y tacharme de padre maniático e invertido.

— Siempre fue él —susurró con pesar—. Estuviste a mi lado únicamente por el simple hecho de poseer un cachorro, ¿verdad?

El aroma que emanaba YoonGi era desagradable, aunque resultaba más aceptable que la fragancia de vino tinto que se destacaba a mis espaldas.

— Este pequeño y tierno cachorro es parte de nuestra familia. Es nuestro tesoro más valioso.

— No lo aparenta —respondió de inmediato—. Lo estás tratando como si fuera...algo más que un simple vástago insignificante.

Mi piel se erizó, como si una ráfaga de viento helado hubiera acariciado mi cuerpo. Las palabras que, en un principio, se quedaron atrapadas en mi garganta, emergieron con la fuerza de un vendaval ardiente. No iba a tolerar que en nuestro primer encuentro pronunciara injurias sobre mi amado cachorro... sobre el dulce lobo que se encontraba bajo mi resguardo.

— No permitiré que las palabras que salen de tu boca impura y esos pensamientos inapropiados se escuchen delante de mí cachorro —susurré con firmeza—. Debes adaptarte o marcharte— concluí mi tarea y salí directamente al salón, dejando en claro mi postura.

Mi esposa decidió trasladarse al sótano, censurando mi actitud frívola y mi comportamiento inapropiado. El desdén con el que expresé mi respuesta no le sentó bien y optó por establecer una separación entre nosotros. Esta idea me llenaba de alegría. Me sentía liberado de la presión que conllevaba el rol de esposo y padre de familia al mismo tiempo.

El enamoramiento y apego por una persona nunca fue mi estilo...hasta que conocí a mi cachorro. Cuando balbuceó sus primeras palabras comprendí que la adoración hacia un tercero es tan real como el de las películas románticas de Hollywood. Mi mujer se encaprichó de tan solo pensar que YoonGi iba a robar mi atención sin ser consciente de que pertenecí a ese pequeño ente desde el primer segundo en que mis dedos detallaron su delgado rostro. El amor que siento por YoonGi es un sentimiento indudable. La preferencia entre ambos es certera y la devoción por mi hijo sobrepasa los límites de un inexperto padre joven.

Discúlpame, Sohn. 

Inocente, pobre sohn ↝kookgi |☑️| [+21].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora