ocho

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Enamorado soñador.

Me había tomado unas vacaciones junto a YoonGi. Mi cariñoso cachorro deseaba ir al mar y perderse con las olas espumosas de la costa. Tomamos el primer vuelo desde la Ciudad de Daegu hasta la Isla de Jeju.

A mi memoria llegaban las tardes de verano que pasábamos en la alberca de nuestro primer hogar. YoonGi apenas y podía nadar utilizando sus cortas piernas e impulsarse con ayuda de sus diminutos brazos. Esta vez no fue muy diferente y ponía en práctica los métodos de los que hacía uso para desplazarse en la piscina.

El primer día llevaba una playera de tirantes blanca con un calzoncillo del mismo color. Sus nalgas relucían con el pantalón corto y la boca se me hizo agua cuando el aire chocó con su sedoso cabello. Estaba dentro de una película porno con la mejor estrella de la industria. YoonGi era mucho mejor que cualquier intérprete de esos desorbitados filmes.

— Gguk vente conmigo a la orilla—dijo, abrazándome por la espalda.

— No puedo estar cerca de ti sin perderme en tu culo, mi amor.

De inmediato, YoonGi se sonrojo. La sinceridad en mis comentarios seguía creando estragos en la cabeza de mi acompañante, pero no me arrepentía de mi comportamiento —por el contrario— me agradaba el hecho de encender sus mejillas

— Ayúdame a llegar hasta el fondo, papi.

Se me escapó de los brazos y su culo reboraba al mismo tiempo que corría de vuelta a las rocas que rompían las olas del mar. Abandoné nuestras pertenencias y le alcancé hasta tomarle por las caderas.

— Te llevaré hasta el mismo infierno, cachorro.

Rio, mostrando su reluciente sonrisa.

— No puedo esperar, Gguk.

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Lo hicimos sin parar. Sobre el sofá, encima del suelo, en el límite del balcón, pegados a los cristales del mirador, en la bañera y en la cómoda cama. Sus pezones rebotaban mientras montaba mi depilada polla. Rasguñé su blanca espalda cuando el orgasmo golpeó en mi sistema y mis testículos se hincharon como dos enormes barros.

— ¡Gguk!

— Eres tan ardiente, Suga.

El apodo que utilizaba su madre para identificarlo y asignarle un puesto en la manada salió de entre mis labios. Él gimió más duro y —tan pronto como soltó un último aullido— mis dientes renovaron la marca que tenía tatuada semanas antes del viaje.

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Hace días YoonGi estaba de mal humor. Su pequeño cuerpo toleraba grandes cantidades de comida que —con el pasar de las horas— salían por su boca y terminaban en la taza de baño. Su cuerpo potenció el aroma que le caracterizaba y pasó de dulce a convertirse en un potencial proyectil de azúcar.

— Es la segunda vez que devuelves la cena, YoonGi.

— Odio los mariscos —refunfuñó— y te odio a ti por traerme al mar cuando el Sol me causa alergia en la piel.

Pataleó —tal como un niño de cinco años— y se largó a la habitación, no sin antes darme una buena cachetada en ambas mejillas.

¿Qué diablos hice mal? ¿Por qué tuve que venir a la playa? Y, sobre todo, ¿había dejado a mi hijo embarazado?

Perdón por ser tan bruto, YoonGi.

Inocente, pobre sohn ↝kookgi |☑️| [+21].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora