nueve

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Cruel divorcio y bienaventurado embarazo.

Igual que las noches anteriores, la luz del baño estaba encendida. YoonGi tenía la cabeza metida hasta el fondo del inodoro a la vez que devolvía la deliciosa cena que habíamos degustado hace horas.

Acaricié su espalda, cubierta por una de mis playeras, hasta este punto había manchado al menos tres prendas de mi guardarropa.

— Gguk...—susurró en una dolorosa queja.

— Estoy contigo, cachorro —dije en su oído—. Siempre estaré contigo.

Como era parte de su rutina se levantó del suelo, cepilló sus dientes, enjuagó su rostro y estrechó rostro contra mi pecho.

— Muero de sueño —dijo en voz baja.

Alcé su cuerpo —como en las películas románticas— y nos recostamos en la cama. Una vez que el agotamiento lo venció, se adueño de gran parte del colchón y entretanto yo velaba por él y sus insistentes malestares de medianoche.

Todo apuntaba a un embarazo, mi alegría era inmensa y confiaba en la madurez de YoonGi, así como también en la disposición—que me había demostrado en estos días— con el fin de crear una manada a mi lado.

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Aquel día llegué bastante retrasado a la oficina. Estaba desvelado y la salud de YoonGi no mejoraba.

— Necesito una prueba de embarazo —dije, entrando a la droguería.

Las mujeres que estaban detrás del mostrador salieron de prisa al depósito de medicamentos que se encontraba a sus espaldas. Minutos más tarde me entregaron la caja blanca, sonreí mirando al bebé que aparecía en ella y pasé la tarjeta para correr de vuelta a casa.

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Llegué a mi lugar de destino en menos tiempo del esperado y mi madre se fumaba un cigarrillo en el salón. Mi mujer le rozaba el hombro. Ambas sentadas —con la pierna cruzada— delante de YoonGi.

— Gguk...—dijo YoonGi, caminando velozmente hasta mi lado.

— Es tu padre, YoonGi, que no se te olvide.

Mi madre no aceptaba del todo nuestra relación. Su odio hacia YoonGi creció —todavía más— tras cambiar demudar el rumbo de mi vida por un amante.

— ¿Qué hacen aquí?

Mi mujer seguía sin emitir ni una sola palabra, parecía que mi madre se había convertido en su paloma mensajera dado que me dejó —en la mesa de centro— un sobre de color amarillo.

Con YoonGi sujetado a mi cuello, tomé el bonche de pliegos. Una vez abierto, continué a interpretar el contenido.

República de Corea.

Dirección Nacional de Registro del Estado Civil.

"Formato de divorcio. "

— No tiene caso seguir juntos cuando eres feliz con...— finalmente mi mujer habló, pero su actuación se vio suspendida por la fémina que estaba a su lado.

—...tu hijo en cinta—la participación de mi madre no tardó en aparecer.

Ambas se toparon con la caja de cartón que lucía en mi bolsillo. Me sonrojé frente a la franca acusación y pasando saliva dije:

— ¿Qué vas a hacer con esto, mujer?

Sentía miedo. YoonGi todavía estaba bajo su tutela y —sin remordimientos— podía hacerse de nuestro hijo en cualquier momento sin siquiera pedir mi autorización.

— No puedes seguir con esto, JeonGguk —mi madre respondió por ella.

— No estoy hablando contigo.

Mis piernas me condujeron hasta ella, no obstante, mi madre se levantó del sofá y me encaró.

— Eres un enfermo, Gguk.

— Estoy enamorado de YoonGi, madre. ¡Es mi pareja y te pido qué le trates como tal!

— ¡Es un estúpido capricho! —dijo irritada.

YoonGi estaba callado y su silencio me molestaba, por tanto, desafié a la mujer alfa de mi primera manada.

— Vete de mi casa —dije con seguridad.

— Ella se viene conmigo.

— ¡Ella se queda acá!

Me defendí, haciendo uso de la voz de mando de la que era dueño. Por más que pegará de gritos, mi madre jamás se doblegaría con mis aullidos.

— No vas a terminar con la reputación de la manada por un simple...—observó a YoonGi—...varón.

Se fue, dejando a mi mujer sola en la sala del departamento. YoonGi no tardó en expulsar su aroma, además del desayuno de aquel día. Ante la vergüenza, se desapareció por las escaleras rumbo a su habitación.

— Felicidades —dijo mi mujer y le miré confundido—. Por el embarazo, los ojos de Suga tienen un brillo diferente.

— Lo siento, pero no voy a permitir que me apartes de él.

— Lo sé —contestó entristecida—. Pero, necesito que firmes la correspondencia —no rebatí, por lo tanto, ella continuó—. No es sencillo buscar una pareja estando atada a ti, JeonGguk.

— ¿Conociste a alguien?

Asintió satisfecha.

— Lo hice.

Aunque —muy en el fondo— sabía que mentía. Las heridas en sus muñecas le delataban, así como también era responsable de su mala imagen, las ojeras en su rostro y de la depresión que nacía desde el interior de su lobo.

— Sé feliz, mujer.

Contempló mi firma y, sin mirar atrás, me dejó solo con el vómito de nuestro cachorro a un lado.

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Los nervios me consumían. YoonGi cogió la prueba —con las manos temblorosas— y se encerró en el baño. Los minutos duraban una eternidad y mis dedos estaban ligeramente ensangrentados debido a que mis dientes no paraban de morder mis diminutas uñas.

Luego de tanto, la puerta se abrió. YoonGi tenía su entrecejo arrugado, descifrando desde todos los ángulos posibles el resultado que mostraba la pantalla del instrumento.

Me acerqué con paso lento, lo tomé por la cintura y recargué mi barbilla en su hombro descubierto.

— Positivo —dijo en voz baja.

Le arrebaté con sumo cuidado la prueba y ahora fue mi turno de externar el resultado.

— ¡Positivo, joder! —exclamé con alegría.

De inmediato, el rostro de YoonGi se transformó en completa alegría. Su cara, antes en profunda tristeza, se convirtió en luz y su sonrisa destelló la habitación.

— Vamos a tener un cachorro, Gguk

— El más precioso de todos, YoonGi.

Contrario a mi primer embarazo, perdí la razón, en esa noche seguí siendo un padre joven...pero feliz.

Muchas gracias, YoonGi.  

Inocente, pobre sohn ↝kookgi |☑️| [+21].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora