Seis años más tarde...
-...y fue así como mi inocente y pobre hijo murió en la bañera...al lado de nuestra cría.
Sus palabras fueron sólidas. El sonido de su voz fue cruel desde principio a fin. Ningún chillido agudo, ni una sola lágrima, ni siquiera un suspiro de tristeza fue emitido por JeonGguk.
La persona que le atendía continuó con sus apuntes. Sonrió satisfecho por los resultados que estaban surgiendo en las sesiones que se desarrollaban según el calendario de su paciente. Cuando el lapicero dejo de pasearse por su bloc de notas, el médico se sacó los lentes y le miró con un toque de esperanza.
- Esta vez fue diferente -dijo cruzado de brazos.
JeonGguk suponía una respuesta similar. Encuentros que habían tenido en el pasado terminaban con ese roce de fe. Intentaba de todo para aliviar y confiar, cerrar la herida con la que había lidiado desde el abandono de su madre, la retirada de YoonGi y su sorpresivo suicidio. Sobre todo, con el deceso de su segundo hijo, ese "bastardo" -como su madre lo había llamado la última vez- que esperaba, desde el primer momento, con total ilusión.
No necesitaba ayuda para salir adelante, lo que él buscaba eran las agallas -de las que no disponía- para enfrentar sus miedos, curar la herida y terminar con su agonía.
Aunque este día se sentía diferente a los meses pasados. Su doctor le felicitó por la disposición que tuvo -desde que llegó al consultorio- y charlar acerca de su problema. Además de que se sintió satisfecho cuando habló sobre la crucial diferencia de su postura al caminar y, por si fuera poco, halagó la ropa que había usado para visitarlo.
Por alguna extraña razón este parecía ser un buen día. Salió del gran edificio en el que tomaba las consultas que se le habían sugerido. Cogió las llaves de su coche y -después de tanto- optó por caminar por la increíble acera de su barrio.
Sonrió debido al aire que despeinaba su cabello y hormigueaba a través de sus delgados mofletes. Estiró sus brazos y disfruto de sentir -finalmente- la libertad dentro de su oxidado cuerpo. Las mangas de su chaqueta volaban junto con el aire. Cruzó la acera, sin mirar a los lados, y las trompetas por parte de los conductores no se hicieron esperar. Aunque, él pasó por alto los insultos hasta llegar a su departamento.
Esta vez no marcó el piso número trece, sino que fue más allá. El elevador no paraba de subir -con los ojos cerrados- escuchó el pitido de la cabina y marchó sin detenerse.
La brisa seguía tocando su cuerpo y su sonrisa seguía ahí...como en los viejos tiempos. Pensó en YoonGi y en lo bien que se veía con su barriga de niño embarazado. Recordó todos los besos y abrazos que le recibían cuando llegaba del despacho y lo mucho que le gustaba tener sexo con él minutos después de una dura riña.
Sus pensamientos iban sujetos a sus pasos, ambos conceptos apresurados y sin intenciones de detenerse, por lo que -sin darse cuenta- ya se encontraba en la orilla del último piso. Por fin tenía los pies en la tierra y, después de mucho dolor, ansiaba emprender su último vuelo. Ensanchó los brazos -tanto como su cuerpo se lo permitía- y de esa manera saltó, mirando la sonrisa de YoonGi al final del túnel porque finalmente el hombrecillo había perdonado cada uno de sus errores como pareja, ser humano y padre de familia. Al fin y al cabo, era lo único que le importaba.
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Las sirenas se ocultaban entre las grandes edificaciones. Las calles estaban hechas un lío por lo ocurrido en uno de los bloques más lujosos de la ciudad. El médico que atendía a la víctima seguía incrédulo e incapaz de dar unas palabras a los medios. Lo único que pasaba por su cabeza eran los ligeros avances que JeonGguk lograba en sus horas de consulta y la seguridad que flotaba a su alrededor apenas pasaba por su consultorio directo al sillón que se había convertido en su compañero de citas los viernes por la tarde.
¿Está usted preparado para atender a una persona con problemas como los del señor Jeon? ¿Tiene miedo de influir en los temores y deseos de sus pacientes? ¿Merece seguir detrás de su escritorio y cobrar por consultas? ¿Cree ser suficiente para trabajar con personas mentalmente vulnerables? ¿Está listo para afrontar el peso de la ley? ¡Asesino!
Los ataques de los periodistas no cesaron aun cuando cerró la puerta de su habitación y se escondió dentro de las sábanas de su holgado colchón.
- ¿Por qué lo hiciste JeonGguk? -se preguntó entre lágrimas que mojaban sus pálidas mejillas.
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El cuerpo de su hijo estaba en el centro de la fría habitación. Las personas que conocían al difunto dejaban una rosa blanca sobre su triste ataúd.
La señora Jeon -distinto a todos los participantes- se quedó en la esquina del sitio. Con un velo negro cubriendo su rostro por completo.
A su lado, un pequeño niño cogía de su mano y, mientras tanto, la mujer de su hijo lloraba a los pies de su frío cuerpo. Desembocaba todas las gotas saladas que no habían salido por la muerte de su único cachorro: el pequeño e inocente YoonGi.
- Lamento lo de su hijo -una dulce voz murmuró en su oído-. Debe ser una gran tristeza para la manada.
La madre de Jeon asintió, sosteniendo con rudeza la diminuta mano del niño que le acompañaba. El hombre de negocios -que compartía despacho con su hijo- observó a la criatura que estaba junto a ella.
- Tiene los ojos marrones de su padre -admitió con emoción-. No sabía que Irene estaba esperando un cachorro. Debí haberlo olvidado -carcajeó sin ganas- ¿Cuántos años tienes?
- Seis -respondió el niño, avergonzado por la cercanía del individuo.
- ¿Cómo te llamas, chiquilín?
La señora Jeon machacó sus delgados dedos. El niño soporto el maltrato de su manada desde hace ya tiempo y por ello no tardó en responder.
- Jeon Ki-Min pero mi madre me dice Suga.
Fin.
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¡Gracias por leer!
Los quiere con el alma, seephany.
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Inocente, pobre sohn ↝kookgi |☑️| [+21].
Fanfiction↝FINALIZADA |EN EDICIÓN|. ↝Contenido adulto, vulgar y narración poco profesional. ↝S.ADEPTO: Edición no.1 Descubre la impactante historia de un abogado sin escrúpulos que se enfrenta a un gran dilema tras su divorcio al descubrir el misterioso hilo...