siete

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El peligro de la sensualidad que habita junto a un par de almohadas.

—...si existe alguien que se oponga a este matrimonio, que habla ahora o calle para siempre.

YoonGi soltó una risa por el pedazo de guion que me había sacado de la Internet. Dejé de lado el conjunto de hojas arrugadas y cogí el anillo de oro que había comprado días atrás en el mall.

— Yo te acepto a ti, Jeon YoonGi, como mi pareja y prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso...—leí el par de líneas por segunda ocasión—...en la salud y en la enfermedad, y amarte y respetarte todos los días de mi vida.

— Lo olvidaste —murmuró carialegre.

— Lo estudié toda la noche —me defendí, cubriendo con el aro de nuestra alianza el dedo que le correspondía—. Pero podemos saltar tu parte y entrar a los detalles.

Le tomé por la cintura y lo apegué a mi cuerpo. Sus delgados brazos cayeron en mi nuca —no sin antes posicionar la sortija en el cuarto dedo de mi mano izquierda— y después de compartir coladas miradas, nos besamos tal como agobiadas bestias.

El lecho matrimonial que compartíamos estaba detrás de mí. YoonGi me empujaba —con sus manos hechas puños— hasta el colchón y enseguida que mi cuerpo dejo de retroceder, me eché en la cama.

Esta noche sería distinta. Quería enterrarme en YoonGi y perderme en el placer que me aseguraban sus jugosos labios. Tiré de su cabello y mandé su linda cara hasta mi palpitante polla. Desabrochó mis elegantes pantalones de vestir y sonrió al descubrir que no llevaba calzoncillos, me miraba desde abajo esperando una respuesta.

— Ese traje es sofocante.

Su lengua traviesa pasaba por la extensión de mi hinchado falo. La saliva de su boca escurría por el largo y su boca era tan pequeña que le era difícil lidiar con mi extensión. Tomé de su mandíbula y le obligué a devorarme por completo, sus dientes rozaron con las venas de mi porra, mas poco me importo dado lo bien que se sentía su sinhueso masajeándome el cipote.

Las uñas de sus delgados dedos se enterraron en mis muslos. La punta de mi pene tocaba descaradamente en lo más profundo de su garganta y disfrutaba de los gestos que realizaba con el fin de darme placer.

Cuando estuve lubricado por el líquido salivar de mi chico, lo puse de pie y ahora fue mi turno para acatar el rol y darle placer.

Sus rodillas descansaron en el colchón y —con su culo alzado— dejó a la vista su majestuoso ojete. Moría de ganas por perderme en ese orificio, pero antes de cualquier cosa, chupé mi pulgar y masajeé la zona. YoonGi torcía el cuerpo para estimular el ojo de su trasero, de izquierda a derecha se revolcaba y mordía la almohada con la que dormía para acallar sus exasperados gritos.

En poco tiempo, mi pulgar estuvo fuera y era mi boca la que devoraba su dulce agujero rosado. Se sostenía de los barrotes de la cabecera con fuerza, temiendo a perder el control por el goce e irse de lleno contra los cojines. Las súplicas empezaban a emerger de su boca siquiera así paré de chupar hasta la última gota.

YoonGi estaba listo y dispuesto para recibirme. En el momento en que sus ojos cristalinos se toparon con los míos, me informo de mil maneras que deseaba tenerme entre sus piernas tanto como yo perderme en ellas.

—Gguk, me gusta cómo se siente tu porra cuando roza con mi culo, ¡por favor! — exclamó el pequeño, dulce e inocente omega.

Las facciones en su rostro se desfiguraron conforme me hacía un espacio en su orificio. Era tan cachondo y excitante corromper su delgado cuerpo del mismo modo que veía —desde primera plana— su cara completamente roja.

Lo besé de nuevo sin dejar de tocarlo por todas partes. YoonGi con dificultad seguía el apresurado ritmo de mis labios y cuando sus labios dejaron de tocar los míos, aumenté mis empujones.

— Gi, si te empotro ahora contra la cama no lo sacaré hasta después de anudarte, cariño —expliqué sofocado, pero sus piernas se enredaron en mis caderas, dejándome sin salida—. ¿Tanto deseas que hagamos un bebé?

Mi niño estaba totalmente perdido por el mórbido placer y, en consecuencia, su respuesta jamás fue emitida. Su cerebro estaba completamente frito y la necesidad de tenerme dentro era tan grande que sus pensamientos se nublaron por una enorme y poderosa nube negra. Ese sucio chiquillo solamente esperaba ser desgarrado por el enorme miembro de su padre.

La maravillosa sensación de sentirlo húmedo y dilatado tampoco servían de mucho para tomar las riendas y hacerme de una de las opciones.

— ¡Gguk! —murmuró, oprimiendo su labio inferior con sus colmillos.

Azoté sus mejillas con mis grandes palmas, sosteniendo su rostro para perderme en el azul de sus ojos y luego hablé:

— Puedes sentirlo, ¿verdad? Mi semen bajando por tus piernas y otros tantos corriendo ansiosos para crear una bella manada.

El cuello de YoonGi estaba a mi disposición y —entre los arranques de gozo por el acto— dejé mi singular marca sobre su descolorida piel.

Mi cuerpo se quedó sin energía y la firmeza de mis brazos se perdió. Caí en su pecho. YoonGi respiraba con dificultad y mi cachete quedó enterrado en su hombro. Su aroma nos envolvía en un aura de paz. La seguridad con la que me tomaba entre sus brazos produjo un ambiente agradable y en pocos segundos caí rendido en un profundo sueño...de esos que te rodean y no quieres despertar...jamás.

...supongo que nunca abandoné la cabezada que me mantenía preso. Por ello y más, perdóname YoonGi.

Inocente, pobre sohn ↝kookgi |☑️| [+21].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora