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Davina recreó todos y cada uno de los movimientos que su maestro realizaba con la espada, al contrario que la de ella, el arma de Gideon era mucho más grande que la pequeña espada que la joven usaba, pero entrenar con un arma más grande tal vez no terminaría aprendiendo y las circunstancias podría ser mucho peores.
—Aunque no lo creas, en un enfrentamiento hay que pensar todos y cada uno de los movimientos que realizamos, buscar los puntos débiles del adversario y, a su vez, evitar que este descubra lo nuestros.— Explicó Gideon mientras la enseñaba otra serie de movimientos que su joven aprendiz imitó a la perfección. —La mayoría de los protectores en potencia aprenden desde niños.— Añadió mientras observaba que tardaría tiempo en moldear a Davina, no era igual enseñar a un niño que enseñar a alguien adulto que tenía miedos e inquietudes forjadas.
—Cuando nací mis padres renegaron de mi, o por lo menos eso es lo que creo. Pues aparecí a los pies del altar.— Respondió Davina con alguna pizca de duda al desconocer cuáles eran sus orígenes.
—¿Y como terminaste en el bosque?— Preguntó con curiosidad, a pesar del tiempo que ambos llevaban juntos, el cual se resumía a escasamente una semana, Gideon había sido incapaz de preguntar sobre la vida de la chica pues creía que llegado el momento ella lo contaría; y Davina opinaba igual, apenas había mostrado algo de interés sobre aquella nueva vida pero en verdad se debía al hecho de que lo estaba asimilando, muchas eran las cosas que habían sucedido y todavía luchaba por intentar comprender que aquello era verdad y no una mera ilusión creada por su imaginación.
—Asaltaron el templo cuando iba a tomar mis votos como sacerdotisa, supongo que ahora en vez de pregonar la paz debo de hacerlo con la guerra.— Se limitó a decir, mostrando que aún existían religiones politeistas y que ella era parte de una, o por lo menos eso era lo que daba a entender y lo que mostraba. Davina no tenía la educación de alguien que hubiera nacido en una cuna noble, pero el vestido que llevaba demostraba tener cierto poder, y ese poder aparte de tenerlo los nobles y los ricos, lo tenían aquellos que se consagraban en cuerpo y alma hacia sus dioses o su dios.
—No te entreno para la guerra, sino para que cuando llegue el momento, cosa que no espero, puedas servir al eterno que te toque.— Explicó Gideon esperando que la joven comprendiera la gran diferencia que existía entre ser un protector y entrar en guerra, además una guerra era prácticamente algo imposible, pues entre los hermanos tenían prohibido hacerse daño. Hacer daño a la familia era romper la regla más importante que tenían, aunque a veces fuera difícil de cumplir, ya que como en todas las familias siempre había disputas, y ellos no eran la excepción.
—No me habéis hablado de ellos, ni de nuestro supuesto deber, de hecho no se nada. Llevo una semana aquí y lo único que se es que el color de mi cabello indica que soy una protectora en potencia.— Alegó Davina mientras dejaba caer la espada sobre la nieve y le miraba mostrando, no sólo el interés que tenía sobre todo ello, sino también que había superado el momento de asimilación, por lo tanto ya estaba lista para conocer aquella parte del mundo que estaba oculta para todas y cada una de las personas mortales que no tenían conocimiento alguno sobre la existencia de la magia.
