XI

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Sus bromas ahora eran de mal gusto, como podían hablar sobre su pareja y mentirle en la cara, como podían decirle que estaba vivo si él mismo con sus propios ojos lo vió morir pero... como sabrían de Tenko, como podrían llamarlo por su nombre completo si según lo que le decían era que las personas de su generación habían muerto y a ninguno habían conocido.

—¿Cómo conocen ese nombre?

Las mujeres se miraron esperanzadas, la idea del ente parecía funcionar—Nos lo dijo...

—Midoriya...sabemos que no nos crees, entendemos que estás confundido y asustado pero no jugaríamos contigo de esta manera, lo veo por tus ojos que él era importante en tu vida ¿No es así?

La pelirosa daba de su mayor esfuerzo por darle confianza al pecoso, por querer ayudarlo, no quería darse por vencida.

—¡Aun lo es! Porque debería creerles, ustedes dicen que mis amigos están muertos, mi aldea no es la misma y que yo estuve encerrado en un cristal por más de 100 años ¡¿Cómo es eso posible?!

—N-nosotros tampoco lo sabemos..pero puedes resolver tus dudas, aún hay alguien de tu época que puede hablar contigo que talvez sepa que sucedió.

Izuku lo meditó unos minutos, era arriesgarse a confiar en extraños otra vez, le daba miedo ya sucedió una vez y todo salió mal ¿porque no volvería a suceder?

Mordió su labio inferior conteniendo las lágrimas que se aproximaban en sus ojos, ¿Y que si era verdad? Qué realmente Tenko, aunque suene tonto, lo este esperando.

—¿Porque él no viene?—Murmuró para si mismo, cerró sus ojos y tocó la gema en su cuello.

Al abrirlos vió como todos lo veían ansiosos, paseó su mirada en todos buscando las señales de maldad y falsedad en sus rostros pero no las encontraba, decidió tomar el riesgo, sin más, asintió y se levantó del suelo, inevitablemente sus piernas temblaron y todos se aproximaron a darle apoyo.

Sus pasos eran lentos y cuidadosos, los rayos del sol chocaron su rostro fuertemente, la calidez del clima abrazaba su cuerpo y sus oídos se llenaban de los ruidos del pueblo, tal y como recordaba, pero este no era su pueblo, no eran las personas que conoció, aunque ciertas partes se mantuvieron como recordaba y con eso confirmo que si era el lugar donde creció.

Era extraño no tener cerca a alguien que conozcas, todo parecía nuevo para él y él era nuevo para los demás.

Tal y como en esos años, robaba la atención de todos, asombrados y curiosos lo veían pasar por el pueblo junto a los jóvenes.

Aunque él intentaba hacerse ajeno, las personas que pasaban a su lado lo saludaban con una sonrisa y con mucha familiaridad, algo que él antes daba por perdido, era melancólico recordar el pasado al cual pertenece y ya no puede volver.

Para los demás, él tenía un brillo especial que lo hacía destacar de entre todos, la ropa simple era opacada por su angelical rostro confundido, sus rizos brillaban con la luz del sol y la gema en su cuello era un hermoso adorno.

Se adentraron al bosque, el cual conocía a la perfección, miraba todo a su alrededor, su mente aún era fresca a los recuerdos del pasado, todos excepto el último, el último día que fue a visitar a su fallecida familia y la cual no salió hasta muchos años más tarde.

Cuando estuvieron en la entrada notó como musgo cubría la base de la montaña, ya no era una simple roca, miró a los lados no estaba esa pequeña roca que su familia había plantado con su apellido. Tocó cauteloso las paredes de la cueva mientras caminaba al interior, el cenizo y el pelirrojo llevaban las linternas en sus manos guiándolos más adentro mientras las féminas iban delante de él.

Una luz aún más brillante se dio a notar, entrecerró sus ojos mientras más caminaba, la cueva en su interior era extensa lo sabía pero nunca había visto lo que ahora, cristales y diamantes en todo su alrededor, cubriendo las paredes y un pequeño lagunazo en medio con una roca en su centro.

—Aquí...—El pecoso volteó mirando al pelirrojo—fue donde estuviste todos estos años.

Sus ojos inevitablemente se llenaron de lágrimas, estuvo escondido en un lugar hermoso, era evidente el porque sus amigos nunca lo sacaron y los restos de maderas vieja que vio en la entrada solo le dieron idea de lo que pudo haber pasado.

Posiblemente sus amigos si lo encontraron pero no sabían cómo ayudarlo así que decidieron sellar la entrada de la cueva en la montaña para que nadie vaya a profanar su lugar sagrado.

A cuantos habrá hecho sufrir sin ser consciente.

Un estruendo se escuchó en toda la cueva, levantó su mirada solloza y miró a ambos lados, de una pequeña parte oscura, de un quebrado cristal que nadie había notado, emergió una gran sombra, miró atento a lo que sucedía, nadie retrocedió, se mantuvieron a unos pasos detrás de él.

La imagen oscura tomó forma frente a sus ojos, frente a él se encontró con el rostro de su amado, el cabello era distinto, pero su rostro aún mantenía la misma forma de cuando lo vió por última vez, las heridas que tuvo en su última pelea se volvieron cicatrices y sus rojizos ojos, era claro para él que era su fallecido prometido y no comprendía si era alucinación suya o realmente estaba sucediendo, solo sabía que realmente se trataba de su amante.

Sus labios temblaron y el nudo en su garganta le impedía pronunciar una palabra, por el lado del ente, sonrió  suavemente con tristeza, era su pecoso, el mismo de hace tantos años, el mismo que cuido y protegió todos estos años, estaba vivo y se veía perfectamente bien.

—Mi Izuku—Susurró estirando su mano al rostro de su amado, acariciandole la mejilla.

El pecoso ya no sabía que mueca hacer para retener sus lágrimas, era impactante, pero escuchar la voz de la persona a quién amo, lo quebró completamente, no resistió más y dejó fluir sus lágrimas, lanzándose al cuerpo frente suyo, esté lo sostuvo fuertemente mientras el chico lloraba en su hombro.

Era un mar de emociones para ambos protagonistas, un encuentro que nunca se planeó, que habían dado por imposible durante mucho tiempo, ambos anhelaron el calor del otro, la sensación de estar juntos había vuelto, Izuku solo esperaba que no volviera hacer arrebatada.

—Tenko—Susurró aferrado a las prendas del peliblanco.

Continuará....

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(„• ֊ •„)
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No se ustedes pero yo estoy llorandoಥ‿ಥ

La Dama De CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora