Patadas

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La mudanza no había sido difícil, Pip tenía pocas cosas que llevar y más eran las cosas nuevas que Damien había comprado que las tenían.

El departamento era amplio, casi el triple del que compartía con Pocket. Había tres cuartos, uno era de ellos, otro sería del bebé y el último podría usarse para invitados o convertirlo en una sala de estudio, aún no se decidían qué hacer con ese cuarto extra, sin embargo, la idea de usar la habitación para un segundo hijo había cruzado la mente de Pip. No es que pensase en tener un segundo hijo aun cuando el primero ni siquiera había nacido, pero la idea de que ambos hermanos se apoyasen y se quisiesen, como él no lo había podido hacer con su hermana, lo enternecía.

Quizás fuesen las hormonas, después de todo, aun derramaba lágrimas cada que Damien compraba algo para la casa, la última vez había llorado cuando Damien trajo una tetera, ni siquiera era una tetera especial, era una simple de color gris sin ningún atractivo, el anticristo no le gustaban las bebidas calientes, así que Pip supo con solo verla que la había comprado para él, así que lo más lógico había sido llorar.

A veces se odiaba así mismo, por como lloraba y por como no paraba de ir al baño a orinar, estar de pie mucho tiempo le dolía como el demonio, por haberle dicho a Damien que aún no quería casarse con él y que este lo haya aceptado tan fácilmente, además su panza ya comenzaba a notarse, tenía casi veinte semanas y la ropa no le entraba.

Damien lo había llevado de compras, pero tras caminar alrededor de la tienda por unos diez minutos, tuvo que sentarse en la zona especial hecha para ello, mientras el anticristo le traía la ropa para poder verla. Después de varias prendas desechadas, Pip estaba cansado, o Damien era ciego o no lo conocía lo suficiente para diferenciar prendas femeninas de las de hombre. Era tan frustrante no poder hacer las cosas que normalmente hacía, por ejemplo, podría haberse puesto de pie y tirarle toda la ropa rosa en la cara al anticristo o podría ir hacia el puesto de jugos y comprar uno de naranja. ¡Ah! Necesitaba uno... ¡genial! Ahora le habían dado ganas de ir al baño.

–¡Todo es tu culpa! –gritó finalmente Pip señalando a Damien, sin importarle que la tienda entera volteara a mirarlo.

El anticristo lo miró como un ciervo ve a un auto que se dirige hacia él.

Tras unos movimientos, Pip se puso de pie.

–¡Tú! –volvió a gritar–¡Tú me hiciste esto!

La gente alrededor ahogó una risa, pero Damien se sentía ofendido.

–Hasta donde yo sé se necesitan dos para hacer un bebé.

Pip lo miró con enojo.

–¿Y quien se olvidó de comprar condones?

La gente comenzó a reír ya sin ocultarlo, Damien sentía las mejillas rojas de pura vergüenza.

–¿Y quién dijo no me importa, amor, hagámoslo?

–¡Ah! –gritó Pip agarrando la prenda más cercana que resulto ser un vestido amarillo repleto de flores y se la lanzó a Damien–. ¡Eres de lo peor!

Damien había logrado atrapar la prenda.

–¡Tú eres el que anda armando un escándalo en la tienda!

–¡Tú eres el que sigue trayéndome ropa de mujer! –agarró otro vestido y lo lanzó– ¿Acaso... no sabes... que soy... un maldito hombre? –en cada pausa lanzaba prendas sin parar hacia el anticristo.

Damien atrapó algunas, pero la mayoría terminaron encima suyo.

–¡Carajo, Pip! – tiró todo al suelo, para ese entonces, la escena había atraído a varias asistentes–. ¿Qué es lo que te pasa?

–¡Te odio! –gritó con la voz quebrada.

Se dejó caer de nuevo en el sofá y comenzó a gimotear.

Una de las asistentas de la tienda se colocó entre el gentío.

–Aquí no hay nada que ver, por favor, sigan su camino.

Damien se acercó a Pip a medida que los demás se dispersaron.

–Hey...–lo llamó de manera suave mientras se agachaba a su lado.

Pero el rubio tenía las manos ocultando su rostro y el llanto.

–Phillip...

El chico volvió a gimotear.

–Me dijiste Pip.

Damien lo miró confundido.

–¿Qué?

–Hace un momento...–se destapó el rostro– tú nunca me dices Pip.

–Está bien...–acarició su cabello–. Estaba enojado, lo siento.

El chico negó.

–Fui un idiota.

–Estas embarazado.

–No es excusa...–Pip sorbió su nariz–. Lo siento...

Damien le ofreció un pañuelo y una sonrisa.

–Creo que hemos provocado peores escándalos antes.

Pip rio mientras se limpiaba.

–Te am... ¡ah! –Pip se tocó el estómago.

–¡¿Qué pasa?!–gritó Damien alarmado.

–Sentí algo...

Ambos compartieron una mirada, Pip miró de nuevo hacia su panza de embarazo, donde permanecía su mano, como por reflejo, Damien también colocó la suya. De inmediato, lo sintieron. Una patadita. Segundos después, otra.

Pip volvió a derramar lágrimas.

Damien reía como loco, tocando a Pip como si fuese una bola mágica.

–Es suficiente–dijo Phillip cuando comenzó a reírse por las cosquillas.

Damien lo soltó, se veía genuinamente feliz.

–¿Nos casamos?

Pip no se sorprendió por la pregunta, así era Damien y así lo amaba. Por lo que solo había una respuesta, ahora sería distinto.

Mpreg  [DIP] [SOUTH PARK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora