Estrías

539 62 38
                                    


Pip se levantó despacio, sin hacer ruido. No quería levantar tan temprano a Damien, pero cada vez su cuerpo le pedía ir más y más al baño.

Al regresar a la habitación, pasó por el amplio espejo que se encontraba en el pasillo y no pudo evitar detenerse.

Aún no amanecía por completo, así que era difícil ver con precisión cada parte de su figura. Sin embargo, no necesitaba ver a detalle lo que escondía la larga playera que llevaba puesta.

La alzó y sintió aquella barriga que crecía con los días, pronto tendría que ir por más prendas. Esperaba, está vez no causar un escándalo en la tienda.

Pip sonrió al recordar el incidente y las primeras patadas del pequeño. Estaba seguro de que Damien sería un padre estupendo, los tres serían muy felices juntos. Y como si alguien quisiera arruinar su felicidad, un tenue rayo de luz de la mañana iluminó el lugar.

La luz no era fuerte, pero dejaba ver lo suficiente. Unas líneas rojas como serpientes atravesaban la base de su abdomen, ahí donde su barriga crecía poco a poco. Era la primera vez que las veía. Se sentían suaves como el resto de su piel, podría acostumbrarse a ellas. No eran un gran cambio en su apariencia. Aunque sabía que estas solo eran las primeras que aparecían, pronto habría más y muchas de ellas se quedarían para siempre sobre su piel como recordatorio del embarazo. Como recordatorio de que su cuerpo había cambiado.

Pensó en Damien y sus manos gentiles sobre su cuerpo. ¿Aún lo desearía?

El ruido de unos pasos lo sacó de sus pensamientos.

Damien apareció en el pasillo, con una manta sobre los hombros.

– ¿Qué haces? –le preguntó antes de dar un breve bostezo – ¿Viendo a Charles?

–Pensé que no te gustaba ese nombre.

Damien se acercó hacia él y lo abrazó, envolviendo a ambos con la manta.

–Alguien dijo que era temporal.

Pip rio, dejándose envolver por la calidez. Damien soñoliento solía ser más demostrativo con sus muestras de afecto, siempre buscaba abrazarlo y parecía un gato en busca de mimos.

–Ven, volvamos a la cama–dijo Damien con los ojos cerrados y apoyando su cabeza sobre el hombro de Pip.

Pip volvió a reír y dejó que Damien lo llevase de vuelta a su habitación.

Entre las sábanas, Damien se acomodó lo más cerca que pudo de Pip, la barriga aun no era lo suficientemente grande para impedir que durmieran viéndose frente a frente.

Pip estiró una mano y jugó con los cabellos de su ahora prometido. Damien se dejaba hacer, con los ojos cerrados, tranquilo, adormilado. Pip juraba que podía oírlo ronronear.

–Tengo estrías –dijo luego de unos segundos.

–Ah–pronunció Damien sin abrir los ojos.

–Era cuestión de tiempo–siguió Phillip–. He leído que hay cremas muy buenas y de varios tratamientos.

Damien no respondió.

–Pero...hay una buena probabilidad de que varias de ellas nunca desaparezcan.

–Okey–dijo Damien aún con los ojos cerrados.

–¿Okey?

Damien se removió, pero no abrió los ojos.

–Si no hay nada que se pueda hacer, entonces está bien.

Pip paró con las caricias,

–No puedes decir que está bien.

Damien emitió un quejido.

–¿Por qué no? –preguntó con los ojos ya abiertos.

–Porque...pues porque...–Pip no encontraba las palabras–¿no te importa que tenga estrías?

Damien emitió un suspiro y volvió a cerrar los ojos mientras se acomodaba.

–¿Por qué me importarían las estrías? es solo otra parte de tu cuerpo.

Aquella revelación cayó sobre Pip como un rayo.

–¿Estás diciendo que me seguirías queriendo a pesar de las estrías?

Un Damien adormilado respondió:

–Te amaría con estrías y todo, Phillip.

Él sintió una calidez dentro de su pecho, pero aun así siguió preguntando:

–¿Y si me hincho tanto que termino tirándote de la cama?

–Creo que no hay nada que puedas hacer para alejarme.

–¿Y si soy un gusano?

Damien abrió los ojos con cansancio, pero fue firme en sus palabras.

–No hay nada que puedas hacer para alejarme, estarás conmigo para siempre y punto.

Pip sonrió.

–Suena como una condena.

–Una muy buena–dijo y volvió a cerrar los ojos.

Aquello hizo enternecer a Phillip.

–¿Estoy condenado, entonces?

Damien sonrió.

–Muy condenado.

Ya con sueño, Pip se acomodó y buscó la mano de Damien.

–La condena no suena tan mal.

–Oh, ya verás. Te encantará–respondió Damien mientras apretaba la mano de Phillip.

Pip se sintió en paz y cerró los ojos.

–Si es contigo iría al mismo infierno.

Damien esbozó una última sonrisa antes de dejarse vencer por el sueño.

–Estás de suerte.

Segundos después, ambos dormían profundamente.

Mpreg  [DIP] [SOUTH PARK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora