Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ XV

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—¡La leche! —exclamó Dylan cuando entró en el apartamento después de un prolongado abrazo en la puerta y observó la decoración de diseñador, los enormes ventanales y la espectacular vista, tras lo cual soltó un silbido de admiración

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—¡La leche! —exclamó Dylan cuando entró en el apartamento después de un prolongado abrazo en la puerta y observó la decoración de diseñador, los enormes ventanales y la espectacular vista, tras lo cual soltó un silbido de admiración.

—Es genial, ¿verdad? —le pregunté con una sonrisa.

Dylan se comportaba con la misma cordialidad de siempre y seguía igual de guapo. Era más bajo y delgado que JongIn, por lo que encajábamos a la perfección cuando nos abrazábamos. Al verlo recordé de inmediato todos los motivos por los que me había ido a vivir con él. Era la persona que me conocía mejor que nadie en el mundo, la persona que nunca me desestabilizaba. Era muy raro encontrarse con alguien que sabías que nunca te haría daño ni te jodería con manipulaciones morales. Dylan era una de esas personas.

Lo acompañé para que viera a Lucas y, después de prestarle la atención que se esperaba de él, me observó en silencio mientras lo dejaba en su hamaca. Coloqué el accesorio con los muñequitos para que se entretuviera con ellos y luego me senté en el sofá junto a Dylan.

No sabía que se te dieran tan bien los bebés —comentó él.

—Yo tampoco. —Le cogí la manita a Lucas y le enseñé cómo mover un cachorrito de plástico de un lado a otro. Lucas empezó a darle manotazos con un gruñido—. Pero estoy cogiéndole el truco a éste. Me está educando.

—Pareces cambiado —murmuró Dylan, que se colocó en la esquina del sofá para poder observarme mejor.

Estoy cansado —puntualicé con voz burlona—. Son las ojeras.

No, no me refiero a eso. Estás genial. Tienes un... brillo especial.

Solté una carcajada.

Gracias. Aunque no sé por qué. Bueno, a lo mejor porque me alegro mucho de verte. Te he echado de menos, Dylan.

—Yo también te he echado de menos.

Me abrazó y tiró de mí hasta que quedé tendido sobre él. Tenía los dos primeros botones de la camisa desabrochados, de modo que su torso bronceado quedaba al descubierto. Capté el familiar aroma de su desodorante ecológico a base de sal. Me incliné sobre él para darle un beso cariñoso, para besar esos labios que había besado un millón de veces. Sin embargo, el suave contacto no me provocó la misma ternura y la misma tranquilidad que de costumbre. De hecho, lo que sentí fue una extraña aversión.

Levanté la cabeza. Dylan me abrazó con más fuerza, haciendo que una sensación totalmente desconocida y nada agradable me recorriera de la cabeza a los pies.

¿Cómo era posible?

Al darse cuenta de que me había crispado, Dylan aflojó el abrazo y me miró sin comprender.

—¿Qué pasa? ¿Delante del bebé no se puede?

Me aparté de él, confuso.

Supongo. Yo... —Se me formó un nudo en la garganta. Cerré los ojos y parpadeé varias veces—. Tengo que contarte algunas cosas —dije con voz ronca.

Vɪʙʀᴀᴛɪᴏɴᴇs ||| KᴀɪBᴀᴇᴋDonde viven las historias. Descúbrelo ahora