Wang Yibo era un joven alfa de veinticuatro años. Su vida no fue colorida, nunca lo fue, tampoco puede recordar un momento feliz antes de sus veinte años.
Su niñez fue un horror.
Nació un 05 de agosto en la provincia de Henan, Luoyang. Su madre, una omega de 19 años, se embarazó muy joven, y su otra madre, una alfa, estaba por cumplir los veinte.
Y, a pesar de todo, le gustaba creer, fue un niño deseado y amado.
Al menos hasta que cumplió 4 años, su mismo cumpleaños lo cambió todo.
Podía haber tenido una corta edad, pero jamás olvidaría aquel día. La razón por la cual el 05 de agosto era un día de amargura para él a pesar de tener un año más de vida.
Sus madres lo llevaban en brazos a un sitio con la promesa de que como regalo podría jugar con muchos niños hasta cansarse. Al llegar solo miró un edificio gigante en tonos grises, le colocaron su pequeña mochilita de motitos con poca ropa y su peluche favorito para que no se sintiera solo, allí mismo lo dejaron, no le dijeron nada más, solo que volverían por él muy pronto.
Nunca pasó.
Pronto comprendió que ese lugar era un orfanato, también que no era el mejor.
Los niños no querían estar cerca de él y las niñas salían corriendo de sólo verlo, gracias a eso era constantemente castigado por las señoras cuidadoras, el peor castigo en aquel lugar era pasar una noche encerrado en aquel cuarto frío sin manta alguna.
Fue una de esas noches, entre lágrimas y temblores, en las que se dio cuenta de que sus madres lo habían abandonado.
Abandonado.
Era un niño abandonado. Sin mamás. Sin cuidados. Sin amor.
Nada. No tenía nada.
A los siete años dejó de esperar a alguien que claramente no iba a llegar, con ello la esperanza de que alguien decidiera adoptarlo.
Estaba solo, lo sabía, siempre lo supo y no tuvo más remedio que aceptarlo. Estaría solo para siempre.
Aun con eso a los 9 años fue recibido en su primera casa de acogida.
Siendo sincero, aquellas casas de acogida no eran totalmente diferentes al orfanato, la única diferencia es que al menos si trataban de simpatizar con él. Claramente nunca funcionó.
Luego pasaron años, muchos años, y Yibo nunca fue adoptado. Las criadoras siempre lo regañaban diciéndole que era un mal niño y los niños malos no eran adoptados. A él nunca le importó en lo absoluto al punto de criarse y formarse a sí mismo conforme lo que creía correcto o incorrecto. Sus estudios eran lo único que le interesaban, era muy bueno en ello, el mejor de su clase y generación en cada año hasta que ingreso a la academia de policías.
Fue el mismo año en el que el orfanato lo dejó a su suerte.
Afortunadamente en su adolescencia había trabajado medios tiempos en ciertos lugares, lo cual hizo posible que juntara lo suficiente para poder pagarse la academia.
Obtuvo el mejor rendimiento en cada área, graduándose con honores y reconocimiento por su buen trabajo.
Semanas después fue integrado cómo nuevo miembro en el precinto policial en Chongqing, lugar donde conoció al capitán Xiao, Xiao Zhen, un respetable alfa que lo puso a prueba en varios casos que tenían sin resolver, pero que con su ayuda pudieron archivarlos cómo conclusos.
Se hizo muy cercano al señor Xiao y, por ende, a su hijo, Xiao Gong Jun, quien instantáneamente se volvió su compañero cuando en segundos hicieron un clic amistoso. Ese chico fue el primer amigo real de Yibo, le agradaba su compañía aún si fuera irritante el pasar horas a su lado patrullando por la ciudad.
ESTÁS LEYENDO
¡Por telepatía, Yibo!
Hayran Kurgu¡Ese alfa ya es mío! Para Zhan, contando años de fracasos, no había mejor momento para pensar aquello que en ese; él con el alfa abrazándolo con poseso en aquel restaurante con toda su familia. ¿Cómo no iba a estar emocionadísimo si al fin se le hiz...