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El cabecero de la cama se mecía contra la pared, y el colchón crujía levemente a cada empujón que le dedicaba.

La ropa estaba enredada entre la sábana blanca, los suspiros y jadeos de Ava impactaban directamente en el oído de Jonathan, condensándose en una corriente cálida. Sus piernas desnudas estaban abiertas de par en par para recibirlo encima de ella, sintiendo la fricción de su piel caliente como una suave caricia, mientras la estrella de David colgaba sobre su mentón.

Jonathan bajó una mano por su muslo, llegando a la parte posterior de su rodilla, y la pegó a su cadera para sentirla aún más cerca. Ladeó la cabeza para besar la curva de su cuello, dejando un camino húmedo que se enfrió sobre su piel.

Su boca bajó por las clavículas de Ava, lamiendo cada lunar disperso, y siguió bajando mientras ella gemía del gusto, enredando las manos en la nuca de Jonathan. Enterró los dedos en sus rizos suaves, tirando levemente de ellos al sentir el tacto áspero de su barba.

Arrastró la boca por su cuerpo hasta chupar la parte inferior de su pecho, secando ese fino manto de sudor con la lengua. Sintió sus piernas presionando ambos lados de su cadera, arrancándole un grito agudo cuando empujó hasta el fondo, y se metió su pezón en la boca, chupándolo sin dejar de follarla con fuerza. Sus pechos se mecían por el vaivén, prestando a cada teta una atención cuidadosa y dedicada antes de que sus labios deslizaran unos besos húmedos y descuidados por el estómago de Ava.

Ella clavó las uñas en su espalda, arañando en un recorrido hasta su nuca. Lo miró a los ojos, y él gruñó algo, desviando la mirada. Entonces la cogió de la cadera, y le dio la vuelta sobre la cama.

Un jadeo tartamudo pasó por los labios de Ava, mientras mantenía los ojos cerrados con fuerza, y una capa de sudor bañaba la desnudez de su cuerpo. La posición había cambiado, su energía había cambiado, y lo único que ella podía hacer era tartamudear unos gritos desesperados con la mejilla aplastada contra la cama.

La luz de la luna y las estrellas se filtraba por el balcón, cediendo así la única iluminación que los alumbraba entre la oscuridad de la noche. Sus palabras siempre eran acompañadas por un tono ominosamente dulce y encantador, sin embargo, sus acciones mientras la follaba denotaban total necesidad y exigencia.

Ava agarró débilmente las sábanas bajo sus dedos, y giró la cara hacia la almohada mientras los últimos espasmos de su orgasmo la atravesaban como fuego en sus venas. Se mordió el labio dolorosamente al abrirse la herida, apretando un gemido que llegó al fondo de su garganta cuando sintió que Jonathan se desplazaba dentro de ella ásperamente, tan lleno que resultaba casi doloroso.

Sus muslos carnosos temblaron ante sus embestidas, pero la insistente presión de la mano de Jonathan contra su nuca la mantenía en su sitio. Su otra mano amasó la carne de su cadera, y ella supo que se formaría un moratón allí, mientras él clavaba los dedos en la piel de su culo y empujaba dentro de ella con exigencia.

El ruido de sus cuerpos llenaba el dormitorio del hotel, y era la primera vez que no debían restringirse, la escuchaba gritar y gemir como una desesperada por primera vez.

Aumentó el ritmo rápido y despiadado, sus caderas chocaban contra el culo de Ava una y otra vez. Él se relamió los labios con necesidad, agachando la cabeza para ver cómo se agitaba la carne blanda de su culo mientras la tomaba por detrás.

Ella abrió un poco más los muslos, notando sus rodillas lastimadas por la fricción de la sábana, y ese nuevo ángulo lo ayudó a llegar más profundo. Encajando perfecto dentro de ella, mientras unas gotas de humedad bajaban por la piel caliente de sus muslos.

Jonathan soltó el pelo de Ava, y descendió la palma callosa de su mano por la columna vertebral hasta llegar a su cadera. La sostuvo con las dos manos, mientras guiaba su cuerpo flácido y cansado al ritmo de sus empujones, llenando la habitación con el ruido de piel chocando contra piel. Sus patéticos sollozos, agudos y femeninos, contrastaban con sus gruñidos y gemidos graves.

La Filosofía del DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora