Primavera de 2011,
La noche había cubierto el firmamento.
Estaban jugando a las cartas en el jardín, bajo las estrellas y rodeados de grillos. Pero el calor era tan denso que parecía no haber aire, tenían la piel pegajosa por el sudor y los pies descalzos sobre el césped.
—Vas de farol.
—¿Si? —Contestó Vianne, mirando sus cartas—.
Pedro se quitó el cigarro de la boca, acumulando más peniques. Una brisa débil abrió más su camisa.
—Subo veinticinco más.
—Y una mierda, yo me juego que hacéis los baños lo que queda de semana. —Habló Dhelia—.
—Eso no es justo.
—¿No lo aceptas? —Aplastó la colilla en el cenicero con las manos temblorosas, dejando un hilo de humo—. Entonces sí ibas de farol.
—¿Tú también vas de farol trabajando sin papeles?
—Qué graciosa la niña.
Vianne iba a descubrir las cartas, pero llamaron a la puerta.
—Ve a abrir. —Le dijo Dhelia, encendiéndose un cigarro—.
Ella murmuró algo, cediendo de mal humor. Entró en casa, cruzando la cocina y el salón, y abrió la puerta. Se encontró con un hombre al otro lado, vestido de traje a esas horas de la noche.
El hombre ladeó la cabeza, dejando entrever una quemadura bajo el cuello de su camisa.
—¿Quién eres?
—¿No sabes quién soy, niña? —Le preguntó Rhys—.
—¿Un hombre que quiso hacerle daño a mi madre y luego me enviaron a comisaría por su culpa? No lo sé, ¿quién coño eres?
Le demandó la respuesta, pero el hombre no cambió su expresión.
—Dile a tu tía Dhelia, que quiero hablar con ella. —Habló lentamente, claro y conciso con su profundo acento de Birmingham—. Por negocios.
Vianne lo miró con recelo, sin apartarse de la puerta. Pero lo dejó pasar, haciéndose a un lado.
—Gracias. —Le sonrió, pero ella no le contestó—.
Se agachó para estar a la altura de la niña, era un hombre bastante alto, y la miró a los ojos, del mismo color que el suyo.
Ella mantuvo la respiración, mirándolo con el ceño fruncido.
—Eres muy guapa, Vianne. —Su mano, cubierta por un guante de cuero, se rascó las quemaduras del cuello—. Iba a tener una hija como tú.
—¿Cómo sabes mi nombre?
—Eres-.
—¿Quién es, Vianne? —Interrumpió la voz de Dhelia—.
—Está en el jardín. —Le dijo, dándole la espalda para guiarlo—.
El hombre la siguió, y Vianne cruzó la puerta corrediza para salir al porche. Se acercó a la mesa plegable donde jugaban, cubierta por dos botellines de cerveza y el cenicero que aún desprendía humo. Volvió a sentarse en su sitio, retomando las cartas, y Pedro se sorbió la nariz con fuerza, intentando limpiarla.
—No recuerdo haber dicho que puedas venir a mi casa. —Habló Dhelia, reclinándose en su silla—.
—Lo sé, y-.
—Vianne, vete arriba.
La voz de Pedro cortó el aire, pero ella continuó mirando sus cartas.
—No hemos acabado la partida.
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La Filosofía del Deseo
Romance❝Cuando no tienes amor, le pides al otro que te lo dé. Eres un mendigo. Y el otro te está pidiendo que se lo des a él o a ella. Dos mendigos extendiendo sus manos uno al otro, ambos con la esperanza de que el otro tenga amor para dar... Naturalmente...