Epílogo

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Una de las pruebas de memoria era una voz que empezaba a decir números a distinta velocidad y distinto tono. Podía decirte diez, o cuarenta, tú no sabías cuándo iba a parar. Y cuando lo hacía, tenías que repetir todos los números a la inversa. 

—Wow.. ¿Y cómo te viste tú?

Exhaló un suspiro cansado al dejar el bolso, quitándose la americana. 

...había pruebas de memoria, pruebas de concentración, pruebas de orientación espacial... Pruebas de simulación de vuelo, también. Fue un día muy duro, creo que fue la fase más más complicada.

Giró la cabeza hacia la televisión, buscando el mando a distancia. 

—¿Aún estás viendo esto? —Sonrió—.

¿Qué campo tienes pensado estudiar, en la Estación Espacial Internacional?

—Mhm... A día de hoy se están estudiando muchísimos proyectos. A mí me tocará lo que me asignen en la misión, pero si fuese algo relacionado con la investigación contra el cáncer, que es a lo que me dedico, sería lo ideal.

—¿Te has visto discriminada, alguna vez, en el proceso de elección? La tasa de mujeres en-.

Apagó el televisor, dejando el ruido del hospital de fondo. Rodeó la cama para acercarse hacia él, sosteniendo esa sonrisa cansada. 

—¿Cómo estás hoy?

Eran once años después.

Pedro se esforzó para dejar ir un suspiro, con un brazo sobre la frente. 

—Como siempre. 

—No sé porqué te empeñas en seguir viendo mis entrevistas. —Dijo, sentada en su camilla para quitarse los tacones—. Es todo prensa amarillista, ya lo sabes. 

Se echó a su lado, ocupando el pequeño espacio que dejaba la cama. Pedro intentó deslizarse hacia un lado, pasando un brazo sobre sus hombros para tocarle la cabeza. 

—Hoy ha sido un día horrible. —Suspiró ella, con los ojos cerrados al apoyarse en su pecho, acercando la nariz a la curva de su cuello para anidar en su olor. Para no olvidarlo nunca—. ¿Sabes que Lydia se ha metido en una pelea otra vez? No puede quedarse quieta ni un momento... Le cuesta concentrarse, y la han visto copiando en un examen.

—Todos la comparan contigo. —La consoló, con una voz ronca que se fue apagando con el tiempo—. Esperan que sea brillante como tú.

—Yo no soy brillante. Solo me he esforzado. —Le acarició la mandíbula, levantando la cabeza para darle un beso en la mejilla—. Me duelen los pies.

—Sé que Saint Laurent te invitó a una pasarela, ¿pero tenía que ser en ropa interior?

Ella le sonrió mirándolo a los ojos, esos dos orbes del color de la tierra, que estaban vacíos y muertos. Pedro intentó sonreírle de vuelta, con los tubos de oxígeno bajo su nariz. El tratamiento experimental había logrado salvarle la vida, prolongar su existencia lo suficiente, o matándolo en pequeñas dosis para que no se diese cuenta.

—Vianne. —La llamó—.

—Dime. 

Le contestó sonriente, con una pena que se inmiscuía por cada poro de su piel maquillada. Lo más impactante para ella no fue verlo por primera vez sin pelo, ni cuando dejó de poder caminar, ni siquiera cuando estuvo en coma. Lo que más la extrañaba era verlo sin su bigote, y sin esa barba dispersa que solía dejarse. Ni escucharlo ligar con las enfermeras.

La Filosofía del DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora