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FINAL ; parte uno
❝ durante ❞


Ava abrió la puerta de su apartamento, dejando las llaves en el mueble, y Oscar entró detrás de ella. El gato gris bajó de la cama para recibirla, maullando al sentarse.

—Hola, Galileo. 

Le sonrió, acariciándolo entre las orejas.

—Tengo que darle de comer. —Se acercó a los radiadores para encenderlos—. Eddie está con Blake, así que no podía pedírselo.

—No te preocupes. —Él también se quitó el abrigo, colgándolo al lado del suyo—. Mi casa también está bastante fría.

—He tardado más en presentarte a mi gato que a mi familia. —Su sonrisa apagó el silencio del estudio. Abrió una lata para prepararle el bol de comida, y el gato saltó sobre la encimera—. Espero que le caigas bien. ¿A tu hija le gustan los gatos?

Dejó el plato en el suelo, y se dio la vuelta para hablarle, pero Oscar estaba sentado en la cama, abstraído. La luz de su móvil se reflejaba en el cristal de las gafas. Ava apretó los labios, y se acercó a él.

—¿Qué te pasa? —Subió a la cama, acercándose por la espalda—.

Oscar carraspeó, dejando el móvil en la única mesita de noche.

—Nada. —Acarició su mano—. Solo estoy cansado. Quiero que termine este día.

—Pedro te ha dicho algo.

—No. No me ha dicho nada... —Ladeó la cabeza, mirándola fielmente a los ojos—. Preocupante.

Ava cogió aire para suspirar, en un tono más serio que él.

—No me gusta que me mientan.

—No lo hago. —Negó Oscar suavemente, meciendo sus rizos grises—.

—Quizá piensas que debes protegerme de algo, pero no lo necesito. No quiero, ni necesito, que me vendéis los ojos.

—Lo sé. —La consoló en un susurro, acariciando su mano—.

—Júramelo.

—¿Qué?

—Júrame que no me mientes. —Dijo más seriamente, mirándolo a los ojos—. No soy tonta. Hablan delante de mi pensando que estoy dormida o distraída, sé que pasa algo entre Dhelia y Pedro. Algo que no me quieren contar.

Oscar no le respondió, tragando saliva. Su nuez se movió.

—Dime que tú eres honesto conmigo. Júrame que tú no me mientes.

—Lo juro. —Cedió servilmente—.

—¿Por tu Dios?

Oscar dejó el silencio que ocupaba un suspiro.

—Lo juro.

Ava volvió a sonreír lentamente mientras lo miraba.

—Vale. —Exhaló en un susurro melódico, fruto de su sonrisa—. Gracias.

Le acarició la cara, raspándose por su barba plagada de canas. La mano de Oscar fácilmente encontró su sitio en la cintura de ella, mirándose. El gato maulló, acurrucándose en su sitio al lado del escritorio.

Ava salió de la ducha con el pelo recogido y ropa cómoda, llegando de nuevo a la cama mientras él estaba sentado, rezando en silencio.

—Lo siento, no tengo ninguna vela. —Solo le habló cuando terminó, sentándose a su lado—. Hoy es la séptima noche del Hannukah, ¿verdad?

La Filosofía del DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora