•Historias de Cubitos•

A juego

A juego; RichVandal

El de cicatrices comenzaba a creer que su paciencia no era tan extensa como él había creído, respiro buscando invocar cualquier ápice de serenidad que le quedase en el cuerpo, de lo contrario no estaba seguro de lo que pudiese suceder.

No había sido un día especialmente sencillo, su primer problema comenzó con una molestia en su cabeza que había escalado con rapidez hasta ser una migraña punzante.

Sumado al dolor que lo aquejaba, había olvidado por completo una junta con el consejo universitario al cual pertenecía sobre alguna resolución que sinceramente no le interesaba en lo absoluto.

Sentía que estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano al hablar e intentar buscar correlaciones que le permitiesen acabar con todo aquello lo más pronto posible.

Después de algunas horas en las que apenas presto atención a nada más que la resolución final, casi salió corriendo del auditorio en busca de algo que lo pudiese ayudar en aquella mañana desastrosa.

Sin embargo, antes de que pudiese tener un objetivo concreto, se vio rodeado de algunos estudiantes que requerían su atención, intento evadirlos con palabras suaves y sonrisas amables, más no fue suficiente.

Sentía las punzadas desagradables en su cabeza ante las voces estridentes de los que lo rodeaban, suspiro en un vano intento por calmarse, de lo contrario sentía que terminaría intimidando a los demás.

En ocasiones, como aquellas era donde su voluntad solía flaquear ligeramente, no se arrepentía de ser alguien importante en su área.

Pero aquello no significaba que en escasos momentos desease ser un simple alumno sin demasiadas responsabilidades.

Entonces llego a su cabeza el recuerdo del castaño que tenía una risa contagiosa y solía generar que todo fuese un poco más fácil alrededor de Rich.

No lo había visto aquel día, pensó en que debería haber mandado un mensaje a su pareja por la mañana, sin embargo, fue arrancado de sus cavilaciones al escuchar más preguntas que debía responder y problemas que solucionar.

Se disculpó cortésmente al recibir una llamada y dio media vuelta, comenzando a caminar sin mirar atrás, demasiado agradecido con quien sea que hubiese llamado en ese preciso momento.

Llevo el teléfono a su oreja sin mirar siquiera el remitente, no pudo decir una palabra antes de que una sonrisa se posase en sus labios al reconocer la voz del otro lado.

—Parecías estar pasándola mal— El tono cantarín en la voz de Vandal se sintió como un consuelo—

—¿Me ves? ¿Dónde estás? — Pregunto, sintiendo que ver a su pareja sin duda sería un alivio en el caótico día que llevaba—

—En nada estoy contigo—

Colgó el teléfono con esperanza, esperando que la presencia del contrario le reconfortara antes de tener que afrontar el día que le quedaba.

Cuando sintió los brazos del contrario rodeándolo, sonrió a pesar de que las punzadas en su cabeza habían incrementado, devolvió el abrazo pensando en la calidez que el otro transmitía.

Cuando se separó vio la sonrisa característica del contrario que contagiaba su alegría, la suya propia se ensanchó mientras creía que podía refugiarse en los labios del contrario.

No había demasiada diferencia entre sus alturas, por lo que agacho ligeramente la cabeza, pero antes de poder lograr su objetivo sintió un empujón en la espalda que obligo a bajar la cabeza más de lo pensado.

El dolor estalló rápidamente en su cabeza al comprender que su frente había golpeado sin ceremonias contra la de Vandal.

Su paciencia había llegado a su límite, estuvo a punto de gritar de frustración y de arrancar la cabeza del contrario con sus propias manos.

Sin embargo, se detuvo al escuchar la risa del castaño, quien intentaba hablar en medio de las carcajadas, aquello lo había descolocado ligeramente antes de recomponerse con una expresión serena.

Quizás sus planes se habían visto frustrados, pero escuchar la risa de Vandal había sido también un regalo agradable, aun si ello conllevaba que horas después tenían un moratón a juego donde sus frentes habían colisionado.