once

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—Nay... despierta... — hablaba Mina despacito mientras sobaba lentamente la espalda de Nayeon.

—Mhn...— se quejó la castaña entre sueños y frunció ligeramente el ceño.

—Ya es tarde, vamos, arriba. — sacudió un poco el hombro de Nayeon y así logró que la castaña abriera sus ojitos entre quejas.

—Mmm... ¿Qué hora es? — preguntó mientras tallaba sus ojos y se estiraba un poco.

—Son las tres de la tarde, te puedo acompañar a casa... si quieres. — y fue en ese momento cuando Nayeon notó que estaba conversando con la chica que había estado tratando de evitar toda la mañana, así que no pudo evitar que sentirse un poco nerviosa.

—Uhm... n-no es necesario Mimi... — comenzó a cerrar sus cuadernos y a guardar sus cosas en su mochila, dispuesta a terminar esa situación lo más pronto posible.

—Mmh, ya veo. — la azabache ayudó a guardar sus lápices en su cartuchera y se la entregó después a la castaña.

Nayeon le agradeció y terminó de guardar sus cosas, estaba a punto levantarse, sin embargo, Myoui se lo impidió tomándola suavemente del brazo.

—Nay, espera. — se acercó un poco más a la castaña mientras sonreía un poco.

Nayeon estaba tan nerviosa por la cercanía de la azabache, que ni siquiera se le ocurría una frase para responder.

Mina solo veía su carita con una expresión intranquila, así que decidió acariciar ligeramente su brazo en un intento de tranquilizarla.

—No te voy a comer, Nay. Tranquila... — rió ligeramente mientras Nayeon dejaba su expresión de miedo por una pequeña, pero linda sonrisa.

Le gustaba mucho ver los ojos de Mina, brillantes y adorables, su sonrisa y la manera en la que como sus encías se hacían notar con esta. Y eso lo hacía sonreír, a veces pensaba que Minari era muy bonita, pero no se lo diría.

Estaba tan concentrada en las facciones de la contraria que ni siquiera notó cuando se había acercado aún más, tomándola por sorpresa cuando juntó sus labios por una fracción de segundo.

Nayeon se sintió avergonzada de un momento a otro, y sus mejillas que comenzaban a teñirse de rojo la delataron.

Inmediatamente, tomo un libro que estaba en la mesa de la biblioteca y lo abrió fingiendo leerlo, solo para ocultar su sonrojo.

—Tonta... — dijo bajito, un poco molesto porque nuevamente el azabache le había hecho sonrojar.

Mina rió y volvió a acercarse al castaño. — Nay... ¿Te gusto? — preguntó con un poco de miedo.

—N-No... — la pelinegra hizo un puchero y bajó el libro que Nayeon tenía entre sus manos, para que lo mirara a los ojos.

Y no pudo evitar sonreír al ver a la castaña con las mejillas rojitas.

Tampoco pudo evitar darle otro corto besito en los labios, y dos, tres, hasta cuatro más.

Nayeon no volvió a esconderse en su libro, porque de alguna manera se sentía hipnotizada por los labios de Mina.

— Nay... ¿Te gusto? — volvió a preguntar, esta vez un poco más segura.

—Me gustan t-tus labios... — mencionó antes de inclinarse para regalarle un beso exactamente igual a los que había estado recibiendo momentos atrás.

Y no era la respuesta a su pregunta, pero Mina se sentía bastante satisfecha con eso.

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