blush

diecisiete

—¿Puedes decirlo solo una vez?

—No. 

—¿Por favor?

—no lo haré, Mimi.

—Nay... —abultó sus labios, inconforme. —solo dilo una vez, y te dejo de molestar.

—Mimi, ¿por qué quieres que te diga algo que ya sabes?

—¿Cómo puedo saberlo si nunca me lo has dicho?

Nayeon suspiró con una sonrisa, rendida. 

—Nay... ¿Por favor? —sonrió inocente, picando con su dedo un costado de la castaña, quien rió por las cosquillas que le provocó.

—Mina...

—¿Sí? —volvió a picar uno de los costados de Nayeon, y al no recibir una respuesta, repitió su acción. Lo hizo una y otra vez, haciendo reír a Nayeon hasta dejarla sin aliento. 

Se detuvo para observar la linda sonrisa de la castaña, con el rostro un poco rojo de tanto haber reído. Pero entonces la vio tomar su mochila y levantarse de la banca de aquel parque.

—¿A dónde vas? — preguntó confundida.

—A casa. 

—Pero... —Mina observó la hora en su celular, debía aceptar que ya era un poco tarde. Suspiró desganada, realmente no quería separarse de Nayeon. —Está bien... ¿Puedo acompañarte a casa? 

—Nop. —dijo sonriendo, y se acercó a la pelinegra, que seguía sentada en la banca del parque. Tomó su rostro delicadamente con sus manos y plantó un suave beso en sus labios. 

Acto que sorprendió a Mina, y es que Nayeon cada día se volvía menos tímida con el tema de los besos. 

Y era ahora Mina era la que se ponía nerviosa cuando Nayeon la besaba, se sentía casi irreal.

La castaña se separó de sus labios con una sonrisa y buscó conectar sus miradas. Y entonces pronunció las palabras por las que Mina le había estado molestando toda la tarde.

—Me gustas. 

Y la pelinegra la miró embelesada, imaginando que podía ser un sueño. 

—Me gustas mucho, mucho, mucho.— admitió de nuevo, con sus mejillas ardiendo. Le entregó un último beso fugaz en los labios antes de salir corriendo del parque. 

Dejando a Mina pasando suavemente sus dedos por sus labios, sin creer realmente lo que acababa de pasar.