diecinueve

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—Puedo hacerlo, puedo hacerlo.— murmuraba Mina para sí misma, parada unos pasos frente de la casa de Nayeon. —solo iré y le preguntaré si está bien... si todo sale bien tal vez, cuando esté menos tenso el ambiente... le puedo preguntar por qué me ha estado evitando...

Tomó aire y trató de dirigirse a la puerta para tocar el timbre, fallando en el intento.

—No puedo hacerlo, no puedo hacerlo.

Retrocedió de nuevo y miró al cielo, frustrada. Y es que Mina tenía miedo, debía admitirlo. Su corazón palpitaba tan fuerte contra su pecho, no sabía qué pasaría con su relación... Aunque no estuviera bien definida. Porque ella conocía al padre de Nayeon, sabía que siempre ha sido estricto con ella y que Nayeon le oculta muchas cosas. 

Tiene miedo de que Nayeon haya salido lastimada y de no poder estar con ella para apoyarla, tiene miedo de haberse convertido en un problema en la vida de la castaña, y tiene miedo de que Nayeon se aleje de ella, incluso como amiga.

Suspira y mira de nuevo la puerta que está unos metros frente a ella, piensa que tal vez sea buena idea irse, no quiere atormentar a la castaña y se siente insegura al respecto. Pero algo dentro de ella la mantiene ahí, mirando esa puerta y pensando que necesita hablar con Nayeon. Se ríe suave para sí misma cuando encuentra gracioso el hecho de que está parada frente a una puerta desde hace unos quince minutos sin hacer nada. Desvía su mirada a la derecha por pura casualidad, y ve a unos pasos a la chica que no sale de su cabeza.

Nayeon le mira a través de las gafas para leer que lleva puestas, se ve tan bonita con suéter sin mangas color marrón sobre una polera blanca y pantalones holgados, que Mina no puede evitar querer abrazarla, pero se contiene más que nada porque está sorprendida, y nerviosa por haber sido atrapada casi que espiando la casa de la castaña. 

También nota que lleva una bolsa de tela en sus manos con algunas compras, bolsa que tiene dibujos pintados por la misma Nayeon, dato que sabe por qué es parte de un proyecto que hicieron juntas en la clase de artes, un par de años atrás.

Ninguna de las dos sabe qué hacer, Nayeon está sorprendida y busca alguna escapatoria, pero sabe que no la hay; Mina está frente a su puerta y en el fondo sabe que le debe una explicación. Mientras tanto, la pelinegra está muy preocupada de parecer una acosadora en potencia, pero ve a la castaña regalándole una pequeña sonrisa y siente que su corazón se ha saltado un latido. Se acerca a ella devolviéndole la sonrisa, y Nayeon está bajando la mirada.

—Hola... —se atreve Mina a hablar primero. —lamento haber venido sin avisar... yo... bueno...— ríe con nerviosismo y rasca un poco su nuca.

Nayeon siente las palabras atoradas en la garganta, no sabe como empezar a hablar, si debe iniciar con una disculpa o algo así. Aunque en realidad siente muchas ganas de abrazar a la chica que está frente a ella. —H-hola, no... no hay problema.— tartamudea un poco y se golpea mentalmente por ello. 

—Vine porque... mmh, no me contestas los mensajes y... ¡No me malinterpretes! Yo solo quería saber si estabas bien y eso... bueno, además Tzuyu me dijo que tu padre había venido a verte y, bueno, eso...

—Soplona... —murmuró Nayeon, refiriéndose a Tzuyu.

—¿Qué?

—Nada, nada... yo... uh, lo siento Minari, por no haberte contestado. Estoy bien, solo que...

Nayeon muerde su labio mientras piensa en las palabras que va a decir, está conmovida por la intención de Mina. Pero le dolía el pecho y pensaba en todo lo que había pasado el día que le visitó su padre.

A Nayeon le gustaba Mina desde tiempo atrás, pero su padre le había dicho toda la vida que eso no era normal, por lo que se lo negaba constantemente. Ese día solo le preguntó que pensaría si estuviera saliendo con una chica, y cada palabra de su progenitor se clavó en su corazón y la llenó de culpa. Se sentía culpable con su necesidad de aprobación paternal, pero Mina la hacía feliz. La evitó toda la semana por el intenso sentimiento de culpa, pero en realidad no se sentía capaz de alejarse de ella como si nada, y negar lo mucho que la quería.

—Lo de mi papá... es que...— suspiró, sin saber qué decir. La culpa de nuevo acaparando sus pensamientos.

—Yo... lo sé Nay. Sé como es y...— mordió su labio con temor de equivocarse con sus palabras, pero continuó. —me gustas mucho Nay, te quiero... y a mí no me importa lo que piense nadie de lo que siento por ti, porque... se siente bien... se siente bien verte dibujar en clase, verte reír cada que vemos ratatouille, verte poner una carita de asco cuando como helado de menta. Se sienten bien las mariposas en el estómago, cuando me abrazas o me besas. Y hay muchos detalles que hacen que no me importe lo que piense alguien más... y sé que es más fácil decirlo que hacerlo, pero me gustaría que a ti tampoco te importara...

Nayeon miraba al suelo ocultando el sonrojo que se extendía a sus orejas, sus manos jugando con las asas de su bolsa. Siempre las cursis palabras de Mina la conmovían al punto de que le daban ganas de llorar.

—Aunque está bien... Está bien si no quieres. Sabes que no me gusta que te sientas obligada... y si decides que no quieres estar <así> conmigo, lo entiendo y solo... me gustaría pedirte que no te alejes de mí y me dejes seguir siendo tu amiga... prometo que será todo como antes y-

Se vio interrumpida por un cálido y repentino abrazo de parte de la castaña. Quien a este punto no podía contener más el nudo en la garganta y las lágrimas comenzaban a descender por sus mejillas. Mina le devolvió el abrazo acariciando su espalda, la bolsa había quedado en el suelo, pero a Nayeon no le importaba nada más que abrazar a Mina.

Y la culpa de Nayeon ya no era con su padre, sino con Mina por haberle hecho sentir mal. Y era tan comprensiva que se sentía derretir en sus brazos. 

—N-no llores Nay... ¿Dije algo malo?

Nayeon se separó un poco del abrazo y tomó su rostro dejando un salado beso en sus labios.

—¡Lo siento Mimi, por todo! Yo... por supuesto que no quiero ser solo tu amiga, me gustas mucho... quiero estar contigo <así>.

Mina le sonrió embelesada por el beso recién recibido y las bonitas palabras de la castañita. —No te tienes que disculpar, Nay.— murmuró sobre sus labios antes de dejar otro piquito en ellos.

Nayeon abrazó su cuello, impaciente por recibir un beso un poquito más largo. Así que unió sus labios, comenzando a moverlos despacio, siendo correspondida al instante. 

Aunque no duró mucho, pues la puerta de la casa de Nayeon fue abierta. Se separaron rápidamente y voltearon al mismo tiempo.

—Eh... ¡No, no! Sigan en lo suyo... ¡Buenas tardes Minari!, bueno... las dejo, no tardes mucho Nayeon, necesito las compras. —dijo la madre de la castaña, cerrando la puerta después de interrumpir el momento.

Mina rió bajito, viendo a Nayeon esconderse en la curva de su cuello, sintiendo su carita tan caliente de la vergüenza. 

—Estás rojita, Nay.

el look de nay:

el look de nay:

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