➷ Blanco

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Fue muy mala idea pisar un parque de atracciones, y peor aún hacerlo con Jeongin, quien parecía tener una extraña inclinación hacia las más altas, rápidas y peligrosas atracciones. Pero yo siempre había sido un hombre débil ante las cosas adorables, y en ese ámbito, para mi desgracia, Jeongin encabezaba una larga lista. 

—¡Ya empieza a moverse! ¡MIRA HYUNG, NOS MOVEMOS, ESTAMOS SUBIENDO! ¡Minnie!... —se interrumpió al verme, bajando el tono y ladeando la cabeza con confusión, probablemente analizando la mueca de terror que ocupaba mi rostro. Había muchas cosas que me aterraban, y esa montaña rusa, en la que estábamos subidos, era una de ellas––. ¿Minnie?

—¿Qu...qué? 

—¿Estás bien?

—Ajá —respondí apresuradamente, aún sin dejar de mirar el frente, el estrecho carril que seguía ascendiendo ante nosotros, proporcionándome la información de hasta qué altura llegaríamos en el trasto ese. Una información absolutamente innecesaria. 

—No tengas miedo, no va a pasar nada —añadió intentando tomar mi mano, pero le fue imposible ya que yo las tenía rodeando las asas del asiento con toda mi fuerza, parecía que las hubieran pegado con pegamento al metal. Ni de broma me soltaba––. No pasará nada, a no ser que se suelten los asientos y salgamos disparados. —Lo miré, aterrorizado—. Pero no creo que suceda.


—Es un alivio que lo digas —respondí entre dientes, intentando contener mis ganas de gritarle acusatoriamente ahí mismo, de echarle en cara la culpa de mi posible futura muerte––. Mejor cállate. 

—¿Quieres que te cante una nana? 

—¿Para qué mierda iba a querer que me cantes un...?

—¡MIRA MIRA, HYUNG, YA CASI VAMOS A LLEGAR A LA CIMA! —exclamó emocionado, interrumpiéndome y sobresaltándome. Yo cerré los ojos, queriendo salir de allí, implorando clemencia y llamando a mi madre mentalmente––. Hyung... Minnie... —Ahora volvía a susurrar, pero eso no conseguía que yo abriera los ojos. Solo quería que pasara rápido y bajar del cacharro cuanto antes—. Minnie-hyung, tengo que decirte algo, mírame...

—Te escucho.

—Mírame...

Hice el enorme esfuerzo de mirarlo solo por el tono en el que lo pidió, porque me hice la imagen del puchero que debía estar poniendo y me venció. Ese gesto se había convertido en uno de mis favoritos del pelirrojo, claro que después de su sonrisa adorable. 

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