La aguja del tacón suena al toque con la cerámica del pasillo provocando una corriente por la pierna cada vez que toca el suelo. Es de esos días en los que desea poder usar sus preciosas converse envés de esos tortuosos tacones.
Llega a la puerta del salón de clases tomando un respiro, entra con el mentón alzado y sin mirar a nadie, con su presencia es más que suficiente para que el montón de jóvenes hormonales hagan silencio.
—Busquen la página 205 del último libro que analizamos —ordena.
Nadie alza queja, nadie protesta, simplemente bajan la cabeza y buscan la página indicada. Todos, menos una joven sentada al final. Elizabeth aprieta la mandíbula y niega mientras toma asiento.
—¿Leyeron el último correo que les envié? —los alumnos niegan—. Que mal, porque hoy haremos prueba sobre ello.
La preocupación se planta en el rostro de los jóvenes, quienes empiezan a murmurar entre ellos.
—No todos leímos el correo, profesora Olsen —una voz se alza de entre los murmullos—. Hasta podría decir, que más de la mitad de nosotros no lo leímos.
Elizabeth decide levantarse y hacer cara al protestante. Esa voz la conoce muy bien. Al fondo del salón está sentada la chica favorita de los profesores y quién se negó a buscar la página 205, una chica de anteojos y cara tierna que inspira confianza; es un lindo corderito blanco.
Sus miradas chocan en una batalla de dominación. Elizabeth cierra los puños sobre la mesa y vuelve a tomar asiento, sintiéndose doblegada como un lobo encerrado.
—La prueba será aplazada para la próxima clase —anuncia firme, aunque cada palabra le dolió en el orgullo.
Le felicidad se asoma en el rostro de los alumnos y hasta algunos se atrevieron a dedicarle una sonrisa de agradecimiento a ___________________. Todo era felicidad en un lado del salón de clases, mientras que por el otro Elizabeth está sumergida en su mente imaginando miles de formas de asesinar a la joven corderito.
—Silencio —se levanta—. Busquen la página 205 y continuemos con la clase.
La clase continua con normalidad los alumnos hacían preguntas y ella les respondía. En realidad no puede quejarse, ellos son los alumnos con los que mejor se lleva y los que menos quejas dan. Pero, para todo hay un pero y ese "pero" es __________________ Harvertz. La joven corderito es una piedra en la aguja de su tacón.
—Cuando enfermamos aumenta unos grados de temperatura nuestro cuerpo, es decir, tenemos fiebre —explica con libertad, hasta que siente un ardor en medio de sus piernas—. Es una estrategia de nuestro organismo para combatir la infección.
Rápido escribe unas cosas en la pizarra y vuelve a tomar asiento, cruzándose de piernas ante el ardor. Levanta la mirada buscando la de ___________________ pero no la encuentra, ya que la jovencita está ocupada leyendo el libro. Elizabeth aprieta los dientes y decide levantarse, nuevamente.
Los alumnos miran curiosos a la profesora, les parece extraña su actitud ese día.
—Bien, ¿alguna duda?
Se alza una mano, y Elizabeth hace una mueca de desagrado que no pudo disimular del todo. Le concede la palabra a Ryan, el chico galán de la escuela que cree poder llevarse a la cama a todas las chicas, pero no es más que un simple sinvergüenza con delirios de grandeza.
—¿Cuando me aceptará una cita profesora? —hace una sonrisa de galán que a Elizabeth solo le causó náuseas.
«Bryan es tan insignificante que casi olvido que él es otro "pero", no solo Harvertz» se corrige mentalmente.