—¿Podemos hablar?La chica morena toma su brazo impidiendo que continúe su andar. ___________ se gira con el ceño fruncido hacia ella.
—Em...—se rasca su nuca—. Que sea rápido, tengo clases.
—Oh, claro —busca algo en su mochila—. ¿Podrías corregir las cartas que le enviaré a Sabrina?
____________ por poco se atraganta con su propia saliva.
—¿Que?
—Por favor, tienes buen dote para la poesía y escritura —le extiende las cartas—. Te lo ruego.
___________ toma las cartas y sólo le da una pequeña sonrisa a Laura antes de darse vuelta y seguir caminando hacia su clase. No era la primera vez que le hacía ese favor a Laura, diría que era la sexta vez en la semana, quería ayudarla pero se había vuelto un completo fastidio para ella.
—Uy, alguien amaneció de malas hoy —dice su amiga, Dinah, cuando la ve lanzar su mochila sobre la mesa.
—Sabrina, me calientas más que sol de verano —imita la voz de Laura—. Por favor, acosándole no la enamoraras.
—Problema tuyo por aceptar hacer esas cartas. Quien cae una vez, va a caer tres veces más.
—Le debo una grande a Laura, me vi obligada a hacerlo.
—Entonces...¿Que es lo que te molesta?
—Que Laura es una idiota. Me esfuerzo haciendo las cartas y boom, ella la caga —da un pequeño golpe sobre la mesa—. No la trata igual que en las cartas. Si quiere aparentar que es ella quien escribe la escribe, debe comportarse como tal.
—No lo hará, porque eres tú quien escribe esas cartas.
—Sabrina es delicada, pasional y artística. Una rosa que merece ser tratada con delicadeza —suspira—. Le gustan las rosas blancas, esas películas cliché y el amor a la antigua. ¿Tan difícil es hacerla sentir bien?
Dinah la mira con los bien abiertos, y luego guía su mirada hacia el frente.
—No dire nada al respeto, me ganaré un golpe si lo hago.
—¿Que?
—Nada, nada, el profesor está por llegar.
___________ arruga su nariz con un signo de interrogación invisible dibujado en su frente. Sabía que algo pasaba por la brillante mente de su amiga, algo que sabe y no le gusta.
Hace unos dos meses atrás accedió ayudar a Laura en su plan de conquistar a Sabrina, le debía el favor y accedió sin pensarlo mucho, además la tarea era muy fácil: escribirle cartas a Sabrina. Aunque no sólo eran cartas, semanas después Laura le pidió ayuda con las citas, regalos y otras cosas para impresionar a la rubia, no estaba en los planes pero no tenía mucha opción.
—Que idiota sonó eso —arranca la hoja y la lanza a un basurero pequeño.
30 minutos sentada en una banca de un parque cercano a su un universidad y pensando en la próxima carta para Sabrina, la inspiración no llegaba. Pero parece que estaba suerte porque la rubia apareció junto a una de sus amigas, las dos se sentaron cerca del lago, y __________ puso toda su atención en la rubia: en cómo movía su mano delicadamente para mover su cabello o en el baile de su cabellera rubia en el aire. Sabrina es simplemente una obra de arte fuera de exhibición. ¿Qué tan difícil era para Laura tratarla como la diosa que es?
—Oye, tus hojas se las está llevando el viento.
____________ sale de sus pensamientos al escuchar la voz de Julie, la amiga de Sabrina.