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|05|Lealtad

El rechinido de la puerta blanca se hizo presente, pero él lo ignoró y siguió pintando. Con la mirada fija en el lienzo y la paleta de su mano. No quería encontrarse con la mirada preocupada de Luca. No que lo viera en ese estado, donde la ansiedad y deterioro lo consumía tortuosamente. Siguió pintando aquel paisaje lleno de hortensias coloridas.

Las flores preferidas de ambos por su significado y variedad de colores.

–Solo tienes quince minutos –logro escuchar la voz monótona del encargado.

Paguro se lo agradeció de forma amable como tímida. El ruido de los zapatos alejándose para después el rechinido de la puerta fuera lo único que se podía apreciar en esa pequeña habitación de la organización. No quería que Luca lo viera. No quería ver su rostro después de lo que hizo para que lo volvieran a internar en rehabilitación, pero solo escucho un suave suspiro salir de sus labios.

–Beto –musitó mientras se acercaba a él lentamente.

No lo miro siguió pintando, aun sin tener la misma concentración de antes. Podía sentir como su mejor amigo se colocaba a su lado y apreciaba su pintura con asombro.

–Has mejorado demasiado –halagó con sinceridad en cada una de sus palabras.

Apretó con fuerza el agarre de su pincel –al punto que podía jurar que lo rompería–. Ninguno de los dos se miró, no era incómodo. Jamás fue incomodo entre ellos. Sabían que tenían que hablarlo, pero no sabían cómo, así que Paguro fue directo al grano:

–¿Cocaína?

–Heroína.

Asintió lentamente, sin sobresaltarse ni molestarse.

–Ok –suspiró suavemente, intentando de guardar la compostura–, ¿estabas solo?

–No –bajó su mirada apretando aún más el pincel hasta que escucho el crujido de la madera–...mi tío...

–No es necesario que continúes –volteo a verlo y le regalo una diminuta sonrisa–. Lo bueno es que volviste.

Alberto suspiró y lo miro sintiendo ansiedad ante la conversación.

–¿Qué haces aquí? –inquirió cortante por la humillación de que él lo mirase en aquel estado de abstinencia– Tu madre te matara si se entera que estas aquí conmigo.

–¿Olvidas que soy tu contacto de emergencia?

Él gruñó al recordarlo, sabiendo que cuando se inscribió a ese infierno le pidieron un número y el único que tenia de alguien cuerdo y confiable era el de él.

–Beto, no me importa lo que piense mi mamá, no te dejare –intentó tomar su mano, pero él la aleo de manera brusca, provocando que el menor no exhalara.

–Luca tienes tan solo quince años como para hacerte cargo de un drogadicto –le reclamó sintiendo un nudo en su garganta–. ¡La señora Daniela tiene razón que no debes acercarte a...

No logró terminar cuando Luca lo tomo del cuello de su camisa y planto un grotesco beso. Dejando en blanco a Alberto; quien no sabía cómo reaccionar. No correspondió al beso, no se sentía digno para hacerlo. Luca noto como en ningún momento fue correspondió, así que lentamente fue soltando su cuerpo, sintiéndose un idiota por aprovechar ese momento de vulnerabilidad de su mejor amigo.

Alberto suspiró cansado, dejando el pincel sobre el mueble de su costado.

–Alberto, me gustas, estoy aquí porque me importas.

Aquel chico de las hortensias || Luberto ||PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora