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|06|Novios sin beneficios

It's alrigth se reproducía en su teléfono cual posaba a un costado del lavabo. Con la mirada fija en su reflejo, Luca tarareaba la letra mientras se retiraba pacientemente el maquillaje con ayuda del desmaquillante que le presto Socorro junto con el agua de rosas. Su cuero cabelludo le dolía por culpa de las extensiones que le colocó. No era la primera vez que se vestía como mujer, no le gustaba para nada hacerlo, pero era uno de sus métodos para acercarse a Scorfano sin ser el blanco de rumores ni malentendidos. De esa manera habían tenido encuentros interesantes y otros inocentes en donde ambos se disfrazaban para cometer locuras no tan legales. A parte que sería muy sospechoso si por algún motivo se encontraba con Mirabel después de aquellos mensajes donde le conto todo.

Tuvo la suerte que su chofer no le hizo ninguna pregunta al momento de recogerlo y que solo estaba su abuela en casa. La encontró entretenida viendo la televisión para notar su presencia; aunque si lo pensaba bien ella nunca lo juzgaría, además que por su demencia lo olvidaría dentro de unas horas o días. Sus padres habían salido por negocios –como siempre–, ya ni siquiera se despedían de él. En ese punto de su vida ya no le importaba.

Al terminar de retirarse el maquillaje estaba a punto de quitarse el vestido cuando recordó lo que guardaba en uno de los bolsillos. Respiró hondo y sacó aquel sobrecito con polvos blancos. Cocaína. Se mordió el labio inferior al alzarlo hasta la altura de sus ojos para analizarlo. No estaba molesto ni irritado de que Alberto la tenía; no era fácil para él estar limpio todo el tiempo y más cuando era un adicto desde los trece por culpa de su familia.

Sin pensarlo encamino hacia el inodoro y abrió la bolsita para tirar todo su contenido adentro al igual que el plástico. Presionó el botón para admirar como este desaparecía con el remolino. Se encontraba un poco decepcionado, sí, pero jamás le reclamó o lo regañó para que le explicara porque lo hacía. Sabía que era inútil.

Ambos tenían un mutuo acuerdo, uno donde nunca fue hablado. Alberto lo cuidaba con su enfermedad; llevando siempre sus medicamento y teniendo todo lo necesario para checar su presión. Y él lo ayudaba con su adicción. No solo era sexo su relación, los dos se cuidaban entre sí.

Justo cuando aquel vestido azul cayó al suelo junto con el sostén con relleno –ahora entendía porque las mujeres se sentían liberadas al quitárselo–, escuchó como su celular vibró sobre la superficie del lavado mientras sonaba Freaks. Dejó salir un suspiro y tomó el teléfono. Pauso a la canción y en la barra de notificaciones resaltaba el aviso de un nuevo mensaje de Idiota Preferido.

Dejó un momento el celular a un costado para después abrir la llave y mojarse su rostro con agua helada. Miro su reflejo, donde resaltaba su piel roja tras desmaquillase como también las marcas del sostén. Odia con toda su alma vestirse como mujer –lo hacía sentirse más inseguro de su cuerpo de lo que ya estaba–, pero todo valía la pena por su mejor amigo. Limpio su rostro con una toalla antes de tomar su teléfono e irse directamente a su corta lista de contacto para iniciar una llamada.

El primer tono sonó siendo seguido por el segundo al mismo tiempo que se recargaba de espaldas contra el lavado. Y cuando estaba de sonar el tercero, entro en llamada.

–Sea lo que sea que tengas que decirme hazlo por llamada –dijo cortante.

–Enserio te gusta joder, Paguro –escucho la voz irritada del mayor al otro lado de la línea, provocando una risa en el menor.

–Voy a colgar.

–¡No! Espera –sonrió al escuchar un fuerte quejido por parte de él–...Dios, no sabes cuánto te odio ahora.

–Alberto, tú no puedes odiarme o se te olvida todos nuestros encuentros o como decías que extrañabas mi trasero.

–Te odio a ti no a tu hermoso trasero y sé que él me extraña también.

Aquel chico de las hortensias || Luberto ||PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora