"Sexo sin amor"

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Capitulo 2

Mikey llegaba a su lujoso penthouse pasada la media noche. Aquel incidente con ese infeliz le había dejado de un pésimo humor, necesitaba un trago o algo más fuerte. Abrió la puerta y encontró todo en penumbra, encendió la luz y se dirigió a la cocina a agarrar el trago más fuerte que pillara. A los segundos otro hombre de cabellos rosados se posicionaba a su lado y lo abrazaba por la cintura.

-¿Mal día?—

-Si supieras—sonrio cansino. El sujeto saco una caja de su pantalón, la abrió y le ofreció una pequeña píldora de color blanco.

-Sabes que tengo la solución, querido—en un gesto íntimo le metió la pastilla a la boca. Mikey abrió grande y saco su lengua para saborear la pequeña pastilla que le ofrecía el más alto. Se la trago y cerro los ojos esperando el efecto deseado. Reposo su cabeza en el hombro del ojiazul. Pronto empezó a sentirse ligero, como si flotara en el universo. Las  sensaciones se intensifican en su cuerpo y la alegría lo invadió.

-Sanzu—su voz sonaba erótica y el aludido sabía que su amante estaba listo. Empezo a acariciarlo despacio, solo con las yemas de sus dedos. Poco a poco empezo a desabrochar la prenda que portaba hasta dejarlo sin camisa. Que sensible era su piel, podía sentir el calor que emanaba y los pequeños suspiros de placer que hacía su apetitosa boca. Lo llevo a su recamara y lo acostó en la mullida cama. Lo beso con hambre, saboreando los labios de cereza.

-Mikey—gimió ronco. Con tan solo un par de toques se había excitado, el rubio no necesitaba hacer nada. Amaba a ese hombre de pies a cabeza y adoraba que fuera solo suyo. Empezó a morder su pecho, concentrándose en aquellos pequeños botones rosados que sobresalían. Sabía cuan sensible estaba y cuan deseoso estaba de su toque. Sus caderas se movían ansiosas de encontrar el anhelado toque. Su otra mano empezó acariciarlo por encima de la ropa. Sentía la erección prominente y un poco húmeda. Sin dejar de besarle el abdomen, desabrochó el pantalón liberando la hombría. Lo masturbo con las manos, lentamente, tortuoso, pero Mikey necesitaba más contacto, más placer.

-Haruchiyo, por favor—aun no perdía la cabeza, la pastilla pronto empezaría a hacerle verdadero efecto, Sanzu sabía que faltaba poco. Con su boca saboreo el miembro expuesto. Mikey gimió fuerte al sentir el repentino cambio, la cavidad húmeda y caliente. Lo penetró con fuerza y el pelirosa se movía experto, sabiendo que hacer con su lengua y sus dedos que exploraban la zona. Uno de sus falanges encontraron la abertura deseosa y se introdujo despacio. Movió, retorció hasta encontrar el punto exacto—Ahí, por favor—rogaba sin pudor. Estaba listo. Se desabrochó el pantalón y quedó desnudo. Posición las piernas de su amante en sus hombros y lentamente entro en el, penetrándolo de una estocada. Delicioso interior, delicado, hermoso y erótico.

-Me encantas tanto—empezó a moverse, entrando y saliendo furiosamente, golpeando la próstata mientras Mikey se movía enloquecido y gemía a destajo. La pastilla le había pegado, se había perdido en un mundo donde solo existía el placer.

-Mas profundo Takemichi—no se detuvo, a pesar de que ese no era su nombre. Sabía que en aquella mente nebulosa no sé encontraba el si no el maldito pelinegro. Lo odiaba con furia y así lo demostró con cada estocada, con  cada golpe y mordida. Lo maltrataba y Mikey solo sentía placer. No le importaba que su piel se magullara, no podía alejarse por más que quisiera. El orgasmo los azotó violentamente, dejándolos sin poder articular palabra. Rápidamente el rubio se durmió. Sanzu suspirando levantó el delgado cuerpo y lo llevo al baño. Siempre pasaba lo mismo. El caía en un sueño profundo y a él le tocaba limpiarlo y arroparlo. Rutina de casa día y eso no le molestan en lo más mínimo. Estaba enamorado hasta la médula. Lo haría y daría todo por Mikey. Si el le pidiera morir lo haría con gusto. Así de grande era su amor.

-Lastima que sigas pensando en ese pedazo de mierda—ya estaban en la cama y Sanzu velaba por el sueño de su amante mientras acariciaba su rostro suave—ya lo olvidaras—as acomodo a su lado y cerro sus ojos para caer totalmente dormido al lado de su amado.

**

-Es un hijo de puta, mal nacido—

-Kazu, cálmate—Kazutora daba vueltas por su estáncia enfurecido mientras su novio lo miraba con una cara de fastidio desde el sillón.

-Es que lo hubieras visto. No me tiene respeto. Me encantaría matarlo—estaba echando humo por la nariz cuando el pelinegro lo detuvo y lo sentó a su lado mientras lo abrazaba con fuerza. Baji no media su fuerza, era brusco y tosco en todo lo que hacía, lo rodeo con sus brazos con un poco más de fuerza de lo normal, debía admitir que le había dolido un poco. Kazutora se calmo y correspondió su abrazo ¿Qué haría sin él?

-Acuérdate del plan. Tienes que apegarte a él o si no todo nuestro esfuerzo se irá a la mierda—empezo a acariciar los cabellos teñidos del contrario. A pesar de aquello, eran suaves y sedosos.

-Lo se pero es tan jodidademente difícil—se apretó más al contrario.

-Debemos aguantar—se miraron y se dieron un corto beso. Baji no podía describir lo que sentía por Kazutora, tampoco es que lo entendiera. El quería ayudarle en aquella titánica tarea pero a veces, en soledad, le venían ciertos recuerdos dolorosos. Le pesaban en el corazón como plomo y no podía olvidarlo, no a él.

El beso subió de intensidad. El de pelo teñido siempre era hambriento y más si se trataba del de pelo largo. Lo amaba con pasión y lujuria. Desde que eran niños siempre le había llamado la atención, siempre lo siguió con perseverancia incluso cuando Baji no estaba disponible, siempre lo siguió amando. Lo despojo de las ropas y admiro ese cuerpo bien trabajado, sus almendrado y colmillos sobresalientes. Su amor era rudo, lo mordía con fuerza, dejándole marcas por todo el abdomen, lo arañaba y rasguñaba. Por supuesto que Baji no se quejaba. El sabía que Kazutora era así. Con él sentía la urgencia de ser agresivo, violento. Sus más bajos instintos salían a flote cuando estaba junto a él. Lo agarro del pelo y tiro con fuerza, sacándole un gemido ronco. Lo beso rompiéndole los labios, saboreando la sangre amarga que se mezclaba.

-Kazu..—estaba siendo más agresivo de lo habitual.

-¿Estás pensando en Chifuyu, cierto?—le conocía demasiado bien.

-Tu sabes cómo es esto—se colocó encima del peloteñido. Le acaricio suavemente hasta llegar a la hebilla del pantalón, que desabrochó con manos expertas.

-No soy él, hazlo con más fuerza—sus ojos ámbar resplandecían de ira. El sabía como era la dinámica pero no podía evitar sentir celos, rabia e impotencia.

-Lo sé –fue un susurro de melancolía. El no era Chifuyu. No era dulce, alegre ni cariñoso. Todo entre ellos era fuego y pasión y así lo amaba. Pero Chifuyu era todo lo que no tenían. No lo preparo, lo penetró con fuerza y sabía lo violento que había sido. Estaba más apretado de lo común y el grito de dolor del contrario lo corroboro—¿Estás bien?—quizás se había excedido.

-No seas marica—movió sus caderas. Sentía fuego en sus entrañas pero eso solo hacía calentarlo aún más. Baji siguió penetrándolo con fuerza. Dio vuelta su cuerpo dejándolo de espalda y siguió dándole duro. Le pegaba dejándole la piel morada y Kazutora gemía a más no poder. Amaba el dolor, el abuso. El pelinegro hundió el rostro de su amante en la alfombra y subió las caderas para llegar más y mas profundo. El de ojos ámbar no lo aguanto, se corrió violentamente manchando el piso, pronto lo siguió Baji. Se quedaron con la respiración agitada, recuperando el aliento. A los segundos Kazutora sé levantó y fue al baño, encendió la ducha y cerro la puerta. Baji se quedó en la oscuridad de la sala, solo, mirando hacía el cielo estrellado. Suspiro mientras se levantaba para limpiar el desastre. Allí nada había ocurrido.

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"Dolce vendetta"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora