VII

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La risa de los niños se escuchaban risueñas a lo lejos, el sol se había ocultado y los faroles brillantes resultaban dando esa luz que faltaba en medio de la oscuridad de la noche. Los puestos se veían bien decorados con múltiples premios a elegir, te incitaba a querer participar 

–Neh, neh, Takemitchy quiero ese.– el cenizo con un puchero en los labios señaló uno de los peluches de taiyakis que se exhibía en un puesto.

–¿En serio? No lo sé.–dudaba que consiguiera el peluche sobre todo por los rumores de los juegos arreglados en ferias como estas. Bajo la mirada en el rostro de su acompañante para mostrar una ilusión muy pura.– De acuerdo, ¡ganaré ese peluche para ti!

Se acercaron al puesto donde atendía un señor con una sonrisa muy amable para ser verdad. El juego consistía en derribar unos tarros con una pelota, si Takemichi quería conseguir el dorayaki debía derribar todos los tarros en menos de 90 segundos. El teñido confiaba en sus capacidades para este juego tan simple, además debía impresionar a Manjiro y demostrar que es una persona de provecho.

Con el orgullo en alto empezó a derribar las primeras filas, por ahora no tenía ninguna falla hasta que él mismo se sorprendía de la velocidad con la que lo hacía.

–¡Tiempo!

¿Qué? Se quedó quieto en una pose un tanto extraña para el próximo lanzamiento. Mikey sólo se quedaba observando en silencio con curiosidad. 

–Pero, eran 90 segundos.– refutó el ojiazul.

–Los cuales ya han pasado.– dijo mientras señalaba el reloj en su mano.

El teñido intentó pensar en cuánto se había demorado para cada disparo. Lo único malo, es que las matemáticas no eran su fuerte entonces terminó confundiéndose más de lo debido. Sintió un apoyo en su brazo izquierdo tomándolo de sorpresa que lo ayudaba a relajar la tensión del momento.

–Bien, deme otra oportunidad.

Múltiples veces lo intentó, pero seguía fallando, su cansancio junto con su determinación empezaban a decaer.

–Takemitchy se cayó una pelota por el otro lado.– mencionó con una tonada tranquila señalando el otro lado del puesto. El ojiazul asintió en busca del objeto perdido.

Por otro lado, el anfitrión del puesto mostraba una sonrisa burlona por lo sucedido, claramente eso no le dio gracia a cierta personita. Un escalofrío pasó por el cuerpo del señor, observó a todos lados buscando al culpable de dicha sensación hasta llegar al frente.

Mikey estuvo atento a cada movimiento mientras el señor solo se reía de su trampa. No iba a permitir que se saliera con la suya y menos con su querido ojiazul.

–Varias veces Takemitchy acertó o cumplió con el tiempo. –la seriedad de su voz provocaba un temor al más bajo.–Entonces... –el tirón del cuello de su camisa le hizo apreciar el profundo vacío sin escape de los ojos de Sano.– Dime, ¿Cómo quieres morir?

Takemichi se levantó y se dirigió al lado de su acompañante.

–¡Señor, deme otra!– colocó otro ticket encima de la mesa esperando la aprobación.–¿Señor?

El anfitrión del puesto se aclaró la garganta.

–C-claro.

Volvió a lanzar la pelota con velocidad derribando los tarros uno a uno, cuando le tocaba el último suspiro esperando ser capaz de lograr, hizo la jugada dando justo en el lugar que más le había costado derribar anteriormente. 

–¡Oh! ¡Pude hacerlo, Mikey-kun!– empezó a dar pequeños saltitos de alegría junto con una gran sonrisa.

–Felicidades.– dijo tranquilamente mientras veía al teñido.–Te lo mereces.

•Done For You• Mitake Week 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora