CAPÍTULO 62

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Los corazones de Megan y Rachell latían al mismo ritmo, cargados de dicha y unas sonrisas imborrables se apoderaban de sus labios porque por primera vez estaban a menos de un minuto de aterrizar en tierra carioca.

Ansiaban el instante en que pudiesen quitarse los cinturones de seguridad, mientras seguían admirando a través de la ventanilla la pista de aterrizaje y divisaron cuatro camionetas negras esperando el arribo de la aeronave privada y de una de ellas descendía Reinhard Garnett y su hijo Ian.

Gina ya había visitado un par de veces Brasil, así que la adrenalina en ella no alcazaba los niveles como en las chicas que lo hacían por primera vez.

El clima tropical acarició las mejillas de Rachell en el preciso instante que salió y aferrada a la mano de Samuel bajaba las escaleras; el rostro se le sonrojaba porque juraba que Samuel estaría escuchando el latir desbocado de su corazón.

Brasil no era un país más, era el país del hombre que amaba, ahí estaban sus costumbres y gran parte de las cosas que adoraba. Eso lo convertía en el lugar más bonito del mundo.

—Bienvenidas —saludó Reinhard con una gran sonrisa y detrás de él, Ian que aunque no sonreía, sí se le veía feliz.

—Solo ellas y a nosotros que nos lleve el Diablo —dijo Thor sonriendo en los últimos escalones sin soltarle la mano a Megan.

La chica después de casi librar una batalla campal en su casa logró obtener el permiso de sus padres para pasar más de dos meses en Brasil.

Él más renuente y eso ya lo esperaba era su padre. Para Henry Brockman que Megan pasara tanto tiempo fuera de casa y en lo que él consideraba territorio peligroso, no era lo más conveniente para su hija.

—Primero las damas —alegó Reinhard dándole un beso a Gina, siguió con Rachell y por último con Megan.

—Gracias señor Garnett —dijo Megan furiosamente sonrojada al ver la aceptación de su suegro y estúpidamente se sentía temblorosa.

Era la primera vez que viajaba sola y que pasaría tanto tiempo fuera de Estados Unidos, en compañía de su novio.

Ian al igual que su padre les dio la bienvenida con besos y abrazos, mientras tres hombres se encargaban del equipaje de los visitantes y lo subían en las camionetas; ellas correspondieron de forma entusiasta.

—Sophia está ansiosa por verte —le dijo Reinhard a Rachell mientras caminaban hacia los vehículos.

—Yo también, ¿cómo van los preparativos? —preguntó sintiéndose protegida por Samuel que le pasaba uno de los brazos por encima de los hombros y la pegaba a su cuerpo, en él una maravillosa sonrisa no abandonaba sus labios.

—Casi todo listo, solo mínimos detalles —respondió y se dirigió a Samuel—. Ustedes se van con Domonic, Megan y Thor con Salvatore. Yo me voy con Ian —hablaba mientras los chicos ocupaban las camionetas—. No vemos en la casa.

Diogo y Gina ocuparon uno de los vehículos que había enviado Marlon Ribeiro.

—Ok.

Las cuatro camionetas salieron del aeropuerto con destino a la residencia Garnett, mientras Rachell admiraba atentamente el paisaje ante sus ojos.

—¿Por qué tan callada? —preguntó Samuel tomándole la barbilla instándola a volver la mirada hacia él.

—¿Estoy callada? —no pudo evitar sonreír, perdiéndose en la mirada de Samuel, contrariada ante su pregunta.

—Y mucho, me tienes nervioso —confesó asintiendo para reafirmar sus palabras.

—Yo también estoy nerviosa, pero sobre todo feliz de estar aquí contigo. Tal vez me estoy dejando atrapar más por el paisaje que por el hombre que tengo a mi lado —expresó sin dejar de sonreír y se acercó a él para darle el beso que le pedía con la mirada.

Dulces mentiras: continuaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora