Rachell había acabado con sus uñas y no dejaba de caminar de un lado a otro en la sala de su apartamento, con el corazón brincándole en la garganta, lo había mantenido de esa manera desde que Samuel había abandonado la sala de juicios.
Ya habían pasado doce horas y aunque fuese de madrugada quería verlo aparecer frente a ella. Nadie sabía dónde estaba y desde la tarde lo buscaban desesperadamente.
Su primer lugar en buscarlo fue a la tumba de su madre, pero al parecer no había ido al sitio, ahí lo esperó un par de horas y desde ese entonces no se había movido del lugar donde se encontraba, porque estúpidamente pensaba que Samuel a la primera persona que buscaría sería a ella.
Se dejó caer sentada en el sofá y por enésima vez revisaba su teléfono móvil en menos de una hora, al no tener ningún tipo de noticias lo lanzó a un lado del sofá.
Liberó un pesado y largo suspiro a ver si eso la ayudaba, pero nada lograba hacer que su angustia mermara, se cubrió el rostro con las manos y las deslizó con sus cabellos. Nunca había sentido tanta preocupación cabalgando en ella.
Se quedó mirando a la nada porque no quería llevar el tiempo estaba segura de que eso aumentaría su ansiedad, después de muchos minutos prefirió acostarse, colocándose el teléfono sobre el abdomen.
Sintió el vibrar que acompañó al repique de la llamada entrante y tan rápido como pudo agarró el iPhone, no le dio tiempo de fabricar esperanzas al ver que la llamada entrante era de Thor.
—¿Apareció? —los dos hicieron la pregunta al mismo tiempo.
Thor notó más desespero en la voz de Rachell así que prefirió él darle noticias.
—No, aún no lo encontramos.
—Sam me va a escuchar, no puede tenerme así. Thor debemos poner la denuncia.
—Ya la abuela lo sugirió, pero Cooper dice que aún no se puede, debe tener desaparecido 24 horas y en las condiciones en que huyó no darán crédito a que algo malo le haya pasado.
—¿Le preguntaste a Megan si sabe algo de él? —interrogó con cautela.
—Tampoco sabe nada, su padre estaba con ella cuando la llamé para preguntarle. —Se adelantó a lo que suponía quería saber Rachell.
—Thor si llegan a saber algo de él por favor no dejes de llamarme, no importa la hora.
—Prometo llamarte. Rachell no te angusties, ya deberías saber que a Samuel se le da por perderse cuando quiere estar solo. La verdad yo no estoy preocupado y mi padre que lo conoce tampoco, pero a los abuelos no hay quien los tranquilice. Ellos adoran a Samuel.
—Sí de eso me di cuenta —dijo Rachell con una dulce sonrisa al recordar el momento en que él se los presentó.
Al menos la abuela demostraba abiertamente que el tiempo que pasaba con ellos lo consentía y la entendía perfectamente porque era lo único que le había quedado de la hija.
—Trata de descansar un poco Rachell.
—Intentaré hacerlo —mintió, porque sabía perfectamente que no lograría un consuelo hasta que Samuel no apareciera.
Había tenido suficiente tiempo para pensar y para tomar una decisión. En la escuela de Derecho le habían enseñado que la justicia exclusivamente la impartían los jueces, eran los únicos que tenían la autoridad para hacerlo y que cualquier justicia fuera de ella era ilegal, convirtiendo al ejecutor instantáneamente en un delincuente. Pero qué pasaba cuando recurrían a la justicia legal y ésta se burlaba en su propia cara.
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Dulces mentiras: continuación
RomancePor aquí encontrarás la continuación de É por amor. Capítulo 56 en adelante.