En un gran salón de baile...

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En un gran salón de baile te encontré.

En una esquina, en silencio, con la cabecita baja y ojos avellanas tristes. Tus largos cabellos estaban peinados en una sutil pero elegante coleta alta, tu piel morena brillaba bajo la luz amarilla de las velas a nuestro alrededor. Apretabas tus hermosas manos en las mangas de tu fino traje blanco y dorado, estabas ansioso. 

En un gran salón de baile te encontré.

Sonreías a las personas que se te acercaban, hombres y mujeres podridos en dinero que buscaban saber de tu vida para saber si tienen aún más que tú y llenar su ego. Movías tus labios carnosos en sabias palabras, en dulces despedidas, en suaves saludos. 

En un gran salón de baile te encontré.

Sin embargo, cuando encontré el coraje en mi pecho para acercarme a ti, mi precioso ángel, y deleitarme con tu bonita voz, observé a otro hombre a tu lado. Él se acercaba a ti con rostro estoico, tú le sonreías y besaste a ese ser mientras te rodeaba la cintura, las personas a tu alrededor parecía cómodos con esa muestra de amor e incluso ellos mismo animaban vuestro amor. Paré mi andar hacía ti pero fue demasiado tarde, ese hombre me miró y tú también me observaste, él me hizo gestos para acercarme y supe que mi destino aquella noche, en ese salón lleno de personas hipócritas, era el peor de todos. Conocer a un ser celestial como tú y no poder ser capaz de poder amarte como mi corazón anhelaba en ese momento.

Me acerqué lentamente, ese hombre era Kakuzu, un pez gordo de los negocioso. Si le pedías algo a su banco, se aseguraba de quitarte hasta el alma. Recientemente un cliente se enfrentaba a él, por trato indebido y demás cosas que ya no recordaba. No estaba seguro de saber que es lo que quería.

—Señor Uchiha, es un placer verlo hoy.

Me sonrió con molestia disimulada con cortesía.

—Bueno, el anfitrión insistió en tener mi presencia aunque no me considero demasiado importante aquí, apenas conozco a nadie.

—Lord Ootsutsuki me ha dado a entender que es su familiar, ¿no es cierto?

—Hagoromo es parte de mi familia, sí; sin embargo, es bastante lejano a mí. —te miré, tu observabas atentamente el suelo.

Hikaku se dio cuenta de mi mirada, su pecho se hinchó y te presumió con su falsa modestia.

—Oh, ¿dónde están mis modales? Este es mi esposo, Hashirama Senju. Es el hijo de Butsuma Senju, propietario del gran hospital central.

Alzaste la cabeza y me miraste con una sonrisa piadosa.

—Es un verdadero placer. —tomé tu mano sin pedir permiso y la besé, tú me observaste con ojos grandes.

Nunca en mi vida deseé que alguien no dejara de mirarme. Quería sentir siempre tu mirada en mi cuerpo. Te sonreí y pude notar un pequeño sonrojo en tus mejillas brillantes.

—El placer es mío. —fue tu respuesta corta pero suficientemente larga para saber que tu voz también era perfecta.

La charla siguiente fue rápida o por lo menos lo tomé así, apenas presté atención a todo lo que tu marido tenía que decirme. Yo no podía dejar de mirarte, no podía dejar de querer tocarte, tú mi ángel me devolvías el gesto acompañados de pequeñas sonrisas. Cuando llegó el momento de despedirme, mi alma me dolió tanto que mis pies torpes casi no podían seguir el camino recto hacia la salida. Apenas pasaron unos minutos pero ya te echaba de menos, deseaba verte y tocar cada parte de tu cuerpo, acariciar tus mejillas y besar tus suaves labios. 

Oh, si existe algún dios, ruego y suplico que hagas que este precioso ser sea mío.

MadaHashi DrabblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora