Mr. Delicuente

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Abrí los ojos, una sonrisa boba salió de mis labios cuando pude sentir besos en mis hombros y cuellos, un par de manos me rodeaban con fuerza manteniéndome pegado a un cuerpo duro.

—Buenos días. —saludé mientras volteaba, mi amor me miraba con esos ojos negros con pasión.

—Buenos días. —me volvió a besar en la boca—. ¿Cómo has dormido?

—Te diría que bien pero realmente no. —suspiré—. Estoy de los nervios.

—Sabes que no hace falta hacer esto. Él ya dejó en claro su punto.

Negué.

—Es mi padre, Madara. Me dio muchas cosas, creo que es importante que sepa que va a ser abuelo. Si el mismo decide que no quiere ser parte de la vida de su nieto, es su propia decisión pero yo no le negaré saberlo.

Madara acarició mi mejilla en un cálido toque, sonriéndome me besó en la frente y se levantó de la cama.

—Bien, entonces vamos a prepararnos. Cuanto antes lo hagamos, antes nos relajaremos. Y tú tienes que mantenerme firme, aunque hayas pasado el primer trimestre aún sigues en riesgo.

Asentí, también levantándome de la cama.

—Me apetecen huevos revueltos con salchichas.

—Vale, te lo hago en lo que te duchas.

Llegó la hora esperada, nosotros ya estábamos en la cafetería en donde había citado a mi padre y a mis hermanos

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Llegó la hora esperada, nosotros ya estábamos en la cafetería en donde había citado a mi padre y a mis hermanos.

Miraba con impaciencia la puerta, normalmente solían ser puntuales pero ahora no.

Realmente esperaba que todo saliera bien, ser parte de sus vidas. Aún me duele como me echó de la casa cuando se enteró que estaba con Madara, el simple jardinero, un "pelele que acepta poco" como solía llamarlo mi padre. Conocerlo me ayudó a abrir mi mundo, conocer a toda clase de personas y ver que dentro de los barrios de clase media y baja existen buenas personas, extrañas y quizás hostiles de primeras pero buenas y honestas, las más leales.

Salté en mi sitio cuando Madara agarró mi mano, lo miré y él me sonrió.

—Todo estará bien.

Iba a contestarle cuando escuché el timbre de la puerta al abrirse. Volteé y los vi, a mis tres hermanos menores tan grandes que no los reconocía y a mi padre. Lo vi fruncir el ceño y como su cara se oscureció al ver a Madara conmigo. Se acercaron con pasos firmes, cada uno tomó un asiento en la mesa, mi padre delante de mí como esperaba que hiciera.

—Pensaba que habías recapacitado pero veo que sigues con este... —miró de arriba abajo a Madara—... Ser.

—Hola a ti también, Butsuma.

—No te he dicho que puedas llamarme así.

—Oh, claro, ¿mejor suegrito? ¿Suegrito Butsi?

—No me faltes el respeto, muchacho. No puedo creer que mi hijo haya preferido estar con un palerdo como tú. Estoy seguro que no siquiera terminaste la escuela primaria.

MadaHashi DrabblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora