Tan simple como no mirar

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Cuando llegue a la entrada de la cueva, lo vi sentando en unos troncos y un pequeño fuego que calentaba el ambiente. La cueva no era muy profunda, solo lo suficiente como para esconderse y dormir cómodamente.

Me adentré en la pequeña luz de la fogata y me senté a su lado. Lo vi remover el fuego con un palo, echar otro trozo de madera y asegurarse de unos pinchos de alguna carne encima de las brasas. No vi animales muertos ni sangre por lo que supongo llevaba un tiempo aquí, el suficiente como para limpiar el desastre que pudo hacer al matar.

—Llegas tarde. —me habló con voz malhumorada y grave.

—Lo siento, lo siento. Esta vez tuvimos consejo y no pude escaquearme. Tobirama me estuvo atosigando para que fuera.

Gruñó en respuesta. Nos quedamos en silencio por un rato más hasta que el saco los pinchos de carne y me entregó uno. Comimos en tranquilidad, me quité la armadura roja y la dejé a un lado, sabía que no iba a hacer nada así que era tontería tenerla aún puesta; además, se iba a quitar de todas formas. Seguí comiendo, podría decir que era conejo, uno joven porque la carne era blanda y fácil de masticar.

— ¿Te... Te hice daño?

Esa pregunta me tomó por sorpresa. Lo vi mirarme el estómago y entonces entendí. En la pelea de la mañana, combatimos muy fuerte y nos dimos fuertes golpes. Uno de esos fue una patada en el estómago, algo crujió y sé que le afectó porque entonces, intencionalmente, se dirigió a otra persona para atacar. Tobirama también estaba cerca y me ayudó a retirarnos para curarme. Al final no fue más que unas costillas rotas y una pequeña herida interna.

Sonreí porque sabía que había estado preocupado todo el día.

—No te preocupes. —dejé el palito ya vacío a un lado, me giré para verlo—. No fue nada grave, pude curarlo.

Vi que un gran peso se fue de sus hombros, incluso su postura rígida se fue.

Me acerqué a él cuando terminó de comer, me senté en su regazo y el tiró el palito al fuego, sus manos se posaron en mis caderas. Relamí mis labios, observando con deseo los suyos. Gemí cuando por sorpresa agarró mi cabello y tiró de él para dejar mi cuello libre, se acercó y besó mi piel, jadeé.

—No entiendo qué me haces, Hashirama Senju. —mordió mi cuello—. No sé porque me vuelves tan loco, no puedo sacarte de mi cabeza incluso cuando no deberíamos estar así.

Me removí en su regazo, presionando mi trasero en su ya grande erección. Respondió agarrándome aún más fuerte de las caderas y tirando más hacia abajo.

—Yo tampoco lo sé... —contesté—. Yo... Yo también estoy igual. —gemí cuando metió sus manos en por debajo de mi pantalón, apretando mi trasero—. Te echo de menos todo el día... Este... Este es el momento que más amo y espero.

Nos arrojó al suelo y me besó, yo respondí con la misma pasión. Luchamos para arrancarnos nuestras ropas, rodamos por el suelo acariciando nuestras pieles y haciendo el amor. Él encima cuando quería ir rápido, yo abajo aguantando mis piernas para dejarlo entrar a fondo. Yo arriba cabalgando su polla, él abajo ayudándome con sus poderosas manos a moverme cuando me cansaba. Gemimos y gritamos, nos dijimos palabras de amor, nos marcamos.

Nos quisimos durante toda esa noche.

[...]

Nos despertamos entre besos, riéndonos de nuestras tonterías. Yo besé si pecho fornido y pálido, acaricié su piel.

—No quiero irme de aquí. —le susurré—. Odio cuando nos separamos.

—Yo también. —besó mi cabeza—. La guerra de nuestros padres nos está afectando.

Yo lo miré.

—Lo sé. Siento que jamás acabará. —suspiré.

Nos quedamos en silencio por un tiempo.

—Hashirama, quiero hacerte una pregunta. —yo asentí—. ¿Quieres casarte conmigo?

Levanté la cabeza, sorprendido.

—Pero somos de distintos clanes, clanes enemigos, no nos dejarían...

—He estado hablando con los míos para formar una alianza con los tuyos. —su mano acarició mi mejilla, la otra que rodeaba mi cintura acarició mi cadera—. Todos quieren un alto, muchas familias están tristes por la faltas de sus familiares o amigos. Solo unos pocos se niegan pero puedo hacerme cargo de ello. —me sonrió—. Por eso, ¿quieres casarte conmigo, Hashirama Senju?

No lo pensé y lo besé, me puse encima de él mientras lo besaba aún más profundo. Sus manos nunca dejaron mi cuerpo, siempre podía sentirlo conmigo.

—Sí, por supuesto que sí. —reí—. Pero como lo hacemos.

—Se me ocurre un plan. —besó mi nariz—. Pero luego hablaremos de eso, ahora te voy a hacer el amor como mi prometido.

—Me encantaría.

MadaHashi DrabblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora