5: Mi otra mitad de alma

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Ulquiorra regresó a su casa con su carreta repleta, algunas parecían plantas o troncos, lo demás artículos permanecían ocultos debajo de una manta. Se aseguró de que no lo estuvieran vigilando, entonces llevó los objetos con cuidado a la construcción, si alguien lo hubiera visto solo hubiera podido observar al hombre sosteniendo pequeñas cajas de madera.

Estaba bastante sucio, cubierto de polvo de pies a cabeza, así que apenas dejó las cosas en una habitación cerrada sin luz, se dirigió al baño. Se puso a llenar la bañera y colocó en el agua tibia algunas hierbas, también puso algunas velas y se metió apenas dejando la cabeza apenas fuera del líquido, con los ojos cerrados, sin pensamientos en su mente. Estaba muy agotado, ese remedio le ayudaría a mejorar su recuperación, además también le ayudaba a entrar en una especie de transe. Luego de un momento relajante abrió los ojos, pero estos estaban vacíos, en blanco. Salió de la tina y como un sonámbulo caminó hasta el cuarto donde había colocado las cajas.

Misteriosamente se prendieron unas pocas velas y lámparas de aceite, frente a lo que parecía un altar lleno de aquellos maderos, sin embargo al prestar atención a los detalles, eran figuras prodigiosamente talladas. La más grande y elaborada era una mujer de senos grandes, con una pequeña cintura, una cadera ancha y largas piernas bien formadas; que llevaba collares con conchas y piedras. Esta escultura extendía sus manos hacia adelante con dos pequeños recipientes uno de piedra labrada. Las cajas se abrieron, algo dentro de ellas casqueaba. En el suelo se dibujó con arena un extraño círculo con diferentes letras. Diferentes voces podían escucharse en el eco de la habitación, después el pelinegro empezó a rezar junto con el ruido. Era difícil saber si convulsionaba por la forma en la que se movía y lo que decía, no era español o castellano.

Luego de largas horas así, finalmente se quedó sentado sobre sus pantorrillas en el centro del círculo el muchacho. Se le veía tranquilo pese a lo agitado que estaba apenas hacía un instante, su respiración y su ritmo cardíaco se habían salido del control apenas debajo de un paro cardio - respiratorio. Ahora estaba sereno, casi en coma con los ojos cerrados nuevamente, el silencio reinaba la alcoba, hasta que se escuchó una voz que no era la del propio Ciffer.

~ Ulquiorra... Ulquiorra... despierta... ~ dijo un eco

Finalmente parpadeo el hombre. Frente a él estaba una figura mucho más grande que si mismo. Era esbelto, algo demacrado, aunque conservaba un figura con cierta musculatura, sus manos y pies tenían dedos largos con afiladas garras. Tenía una larga cola que terminaba en una mística llama negra, además de esas enormes alas, no eran bellas y perfectas, más bien pesadas, algo desarregladas, una era de plumas negras y la otra de plumas carmín como la sangre. Tenía un rostro similar al del joven, pero con el tejido conjuntivo negro, el iris dorado y una pupila fina cual el ojo de un gato. Poseía una larga cornamenta que salía de los lados de su cabeza.

- ¿Quién eres tú? - preguntó algo aturdido el muchacho

- ¡Tú eres quien hizo todo esto para poder verme! ¿Acaso no decías que querías hacer el ritual para unirte al espíritu? Ulquiorra... yo soy parte de ti... soy tu guía... - dijo el alado

- Eso no me dice ¿quién eres? Solo me dice lo que ya sé... tú eres el ente que siempre andaba conmigo... no me haz dicho tu nombre... lo que quiere decir que no me revelas tu identidad... lo que también me indica que eres un tipo muy especial de espíritu... tú eres un demonio... un ente entre las dimensiones... - dijo el hombre

- De acuerdo. Eres muy intuitivo. Tienes razón... soy un demonio... ¿acaso esperabas un "ángel de la guarda" solo por el nombre "espíritu guardián"? - comentó con sarcasmo el de ojos dorados

- Eso es lo que menos quería. Sino no podría cumplir con mis mandatos. Ángeles inútiles. No pueden intervenir en el mundo... grandes poderes desperdiciados... además si fueras uno de mis ancestros tampoco querrías el trabajo que quiero encomendarte... - dijo el de pálida piel

El extraño chico de enfrente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora