9: Susurro

54 7 5
                                    

La luz de unas velas lo despertó, sentía mucho dolor, trato de enfocar un poco más. Las grandes heridas que tenía por todo el cuerpo borbotaban de sangre, se miró y se dio cuenta de su situación. Estaba atado y colgado a una viga de soporte con los brazos extendidos como en una cruz.

- Al fin despiertas lobo... - dijo Ulquiorra quién se retiraba la piel de oso

- ¿Por qué no terminaste conmigo? - dijo el herido

- ¡Qué tonto! Un hombre lobo no muere tan fácilmente. Solo cortando su cabeza o clavando en su corazón una daga de plata... de todas las demás heridas se puede recuperar... incluso de una puñalada en el hígado... solo será una muerte aparente... - dijo el ojiverde

Empezó con sus manos a retirar de su piel suavemente la extraña cubierta grisácea que tenía. Se retiró el tocado de cuervo, lo puso con cuidado en el baúl y regresó su atención al de cabello azul.

- Sí sabes como matarme, ¿por qué no lo hiciste? - insistió el can

- Por lo que veo no eres un hombre lobo nacido, sino convertido. Lo que significa que no sabés mucho sobre ti mismo, pero eres relativamente consciente de tu estado. Por lo que deduzco que además de que no tienes poco tiempo con este problema sino algunos años al menos... siendo de ese modo te puedo ofrecer algo que Kurosaki Ichigo no puede... - dijo el joven apenas vestido

- ¿Qué puedes ofrecerme? - preguntó decepcionado el ojiceleste

- Dime... en todos estos años, ¿haz podido estar con una mujer o con una loba? - dijo serio el pelinegro

- ¿¡Qué enfermó!? ¡Soy un hombre!, es obvio que alguna vez estuve con una mujer... - dijo avergonzado el intruso

- He ahí mi respuesta. Cuando cae la noche te transformas en hombre lobo, esto no ocurre sólo en luna nueva o eclipses totales de luna, sin embargo no tienes apetito sexual, estás cansado por las transformaciones por lo que duermes y pierdes el único momento en el que eres hombre. En las noches buscas con quien hacer el amor pero tanto los lobos como las mujeres huyen de ti por tu tamaño... eres demasiado grande... por lo que estás frustrado por ello... - dijo sin pudor el muchacho

Jaquen lo miró con rabia, pero sus gestos respondieron de forma inconsciente lo que preguntó el hierbero

- No te sientas mal por ello. Se más de ti que tú mismo... pero puedo remediar eso... - dijo el ojiverde

- ¿Cómo se supone que lo vas a remediar? - preguntó con desdén el herido

El pelinegro chasqueo los dedos. Tras el muchacho aparecieron las dos viudas, pero andaban de forma mecánica, su mirada estaba perdida.

- ¿Qué significa esto?, ¿cómo sabés tanto de lo que soy...? - dijo el sorprendido Jean

- Te lo mostraré por un momento... - dijo el de pálida piel

De su cintura tomó un frasco con un polvo rosa que sopló al rostro al canino. Estornudo un poco el herido, a los pocos segundos frente a sus ojos apareció una imagen espectral y aterradora. El demonio sobre los hombros de Ciffer, así como una gran cantidad de fantasmas que se levantaban desde las cajas de madera, así como otros entes que no distinguía al fondo en una tétrica aura rosa y violeta. Esto asustó al intruso, quien sólo pudo pasar saliva.

- ¿Sabés por qué mi padre me corrió de la casa, teniendo sólo 17 años, sin trabajo ni un lugar a donde ir? - dijo el ojiverde

- ¿Tú padre te hizo eso? - dijo desconcertado el can

- Hizo bien. Porque dos brujos de igual o mayor categoría no deberían compartir territorio, porque el más fuerte desplaza al más débil... igual que los leones... o eso he leído... mis ancestros describen muchas cosas en sus libros... - dijo el más chico tal vez divagando un poco

El extraño chico de enfrente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora