7: Llamado

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Ulquiorra terminó su cena, lavó y recogió todo para ir a su alcoba por algunas cosas, entre ellas el pañuelo, el guardapelo y un retrato en un pequeño trozo de tela con el rostro de la pelirroja. Con gran esfuerzo creo una muñeca idéntica en figura a la dama, con los mechones le dio una brillante melena y con el pañuelo un hermoso vestido. Dentro puso algunos objetos que había obtenido de la chica en sus visitas sin que ella se diera cuenta, un botón, un listón, un arete e incluso una esclava, con estos artículos relleno la muñeca junto con algodón, unas delgadas ramitas negras y el retrato.

Entonces entró a la habitación dónde estaban las cajas y figuras de madera. Las tapas estaban abiertas y mostraban cráneos bellamente decorados con collares de piedras, cuentas de obsidiana, plumas de distintas aves, cintas de cuero y colmillos. Al caminar parecía que las cuencas vacías se iluminaban con una pequeña pero brillante luz roja cual la sangre. Algunas de éstas calaveras incluso parecían castañear con un sonido similar a la risa. Su fiel acompañante apareció sobre sus hombros.

El joven tarareaba una melodía suave, decía algunas palabras como "mi mujer ideal", "el amor que siempre soñé"; no sonreía algo que le llamaba la atención al ente, su tono parecía amable y cálido, pero su efigie no mostraba una emoción. De entre las cosas que tenía guardadas sacó una cacerola poco profunda, extendida de forma oval con dos manijas. Le puso un poco de agua, una especie de perfume de un fuerte olor a maderas, pétalos de rosa roja y una diminuta vela roja. Con una daga de plata corto un poco su dedo índice y dejó caer la sangre al platón.

Rezaba palabras en otro idioma, latín o quizá hebreo, luego de que el líquido se tiñó de rojo sólo dejó caer una sola gota de sangre en la vela. Amarró con un hilo rojo la hermosa muñeca y la colocó en una especie de soporte hecha de huesos en la bandeja. Con su dedo aún ensangrentado puso una marca en forma de corazón en la muñeca en su pecho del lado izquierdo.

Una vez hizo todo esto fue hacia una de las paredes cubierta por una tela, tiró fuerte de está dejandola caer en una charola larga llena de aceite que extrañamente se prendió en llamas de forma espontánea. Lo que rebeló la manta fue incluso para el demonio obsesivo. Su rostro de Ciffer se mantuvo franco e inalterable. Estaba tapizado el estuco de dibujos, de diferentes tamaños, algunos más detallados y otros más sencillos, pero todos sin excepción retrataban a una sola persona, a Inoue Orihime.

El ojiverde regresó su vista a la pequeña muñeca en la charola de barro

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El ojiverde regresó su vista a la pequeña muñeca en la charola de barro.

- Esto raya en la locura Ulquiorra Ciffer... - dijo el alado

- Dicen: "que el amor es ciego y siempre está acompañado por la locura...". Ni tu siendo un demonio debes haber visto de lo que es capaz un hombre por una mujer... bueno lo podrás apreciar de primera mano... - dijo el caballero

- He visto muchos rituales antes, pero éste es ligeramente diferente a otros amarres que he haya podido mirar... - dijo el curioso cornado

- Esto no es un amarre. No quiero forzar a esa mujer a estar conmigo como un zombie... quiero que ella venga a mí y desee estar conmigo... - respondió el muchacho

El extraño chico de enfrente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora