Capítulo VIII. Todo lo que usted me pida

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Me perdí en sus ojos del mismo tinte que del agua. "Esta aquí, ¿Cómo es posible que este aquí? Varios lugares que ir y esta aquí".

— Llega tarde. — Vuelven a pronunciar sus labios, terminando con mi trance.

— ¿Co...? ¿Como dices? — Sacudo mis pensamientos sin comprender de lo que me estaba diciendo. — ¿De qué hablas?

— Dijo a las 6 p.m. y son las 6:15 p.m. — Me indica. — Se atraso.

— No... No estoy entendiendo. ¿Cómo que me atrase? — Mi mente daba vueltas.

— Me iba a mostrar algunos lugares en mi estancia en la ciudad. — Yo fruncí el ceño aun sin comprender. — Su amiga me dijo que usted quería salir con... — Carraspea, puedo ver un leve sonrojo, borro eso de mi mente asegurando que vi mal. — Conmigo, y me enseñaría algunos lugares.

— ¿Amiga? Pero yo... — Me callo, comprendiendo algo de la situación. Ubico mi mirada hacia el lugar donde había dejado a Mon y veo que da marcha al carro, mi teléfono suena en tono de llamada al mismo tiempo, veo que es Mon, con furia lo pongo en mi oído, abrí la boca, pero Mon se adelantó sin dejarme hablar.

"Perdón, pero solo aventándote sabremos que pasaría. Disfruta a tú delicioso dios germánico." — "Hija de la chingada, me dejo en la boca del lobo".

— ¡Desgraciada maldita! — El sonido de que la llamada finalizo resonaba en mi oído, mi furia se aviva lentamente como alimentar el fuego de una chimenea. "Me hizo una jugada, de esta no se salva". Solté mi teléfono mientras que la ira me consumía.

— ¿Hay algún inconveniente? — Interrumpe mi ira Noah, agachándose a recoger mi teléfono y extendiéndomelo. — Si es así me disculpo. — Me dice.

— No. No hay inconveniente. — Exprese rápido y un poco brusco en lo que lograba calmar mi enojo.

— ¿Segura? Noto... molestia en su rostro. — Relajo los músculos de mi cara inmediatamente. — Sus cejas estaban fruncidas, sus labios igual, el tono rosado desaparecía. — No pude evitar estar sorprendida ante el aprecio de mis gestos.

— No, es normal mi enojo, siempre estoy así y mi cara igual.

— Eso no me ha parecido el tiempo que la he visto. — De repente el espacio lo sentí reducido y me aleje.

— Estem yo. Que te parece iniciar con ver algunos lugares. — Coloco un mechón de mi cabello fuera de mi rango de visión. "Relájate Serena, él no tiene la culpa de esta jugada". — Aunque conozco muy pocos a los que se le pueden llamar turísticos. Puedo enseñarle donde le gustaría tomarse fotos.

— ¿No es de aquí? — Me Interrumpe.

— Que sea de aquí, no indica que no me pierda. Que eso es seguido. — Saco en murmullo. — De cualquier forma, ¿A dónde quisieras ir? — Sus manos en sus bolsillos.

— ¿Qué lugares me recomienda? — Saca una de sus manos de su bolsillo y la pasa por su frondosa barba, su vista en el agua.

— Bueno yo. — Lo analizó.

— No diga de mi nivel, para que me sienta confortable. — Espeta descubriendo que lo estoy viendo, coloco mis brazos sobre mi cadera, alzo una ceja.

— ¿A dónde quieres ir entonces?

— A donde usted vaya regularmente, me acatare a lo que digas. — Me quedo pensativa. "¿Sera prudente que lo lleve dónde me gusta comer?".

— ¿No te quejaras? — Le pregunto en forma retadora.

— No, no me quejare Serena. — Ríe, acercándose un poco a mí. La pronunciación de mi nombre con su voz áspera y ronca, aún causa escalofríos. — Tal vez me veo de cierto rango, pero eso no impide divertirme o ir a cualquier lugar. Al ser adaptable.

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