Prólogo

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Por las afueras de magnolia dos jóvenes caminaban en busca de su objetivo, miraban a su alrededor, perdidos pues aún no conocían con exactitud donde estaba ubicado el lugar que ellos buscaban. Ambos un chico y una chica magos de Fairy Tail llegaron finalmente a la entrada de una cueva, donde al parecer se encontraba lo que les mandaron buscar.

—Papa dijo que era por aquí —Comentó el chico pelirrojo. 

Era más alto, más que ella quien le llegaba por sus hombros, su cabello rojo escarlata era corto, su flequillo caía por encima de sus ojos verde esmeralda, su cuerpo estaba tonificado para tener diecisite años, vestía una camiseta negra muy ajustada a su cuerpo, unos pantalones verdes anchos y unas botas negras. La marca de su gremio era azul y se encontraba posicionada en su ante brazo derecho.

—Si papa lo dijo tiene que ser —Habló la chica que le acompañaba. 

Su cabello negro caía bajo su cintura, su flequillo estaba recogido tras su oreja derecha, sus ojos apenas expresaban sentimiento, en su cara había alguna que otra cicatriz, una sobre su ojo izquierdo y otra sobre su mejilla derecha. Era muy delgada, más de lo que debería, su cuerpo a simple vista se veía débil, la marca de su gremio era rosa y se encontraba en su mano derecha. Vestía una camiseta negra que llegaba hasta su abdomen y a la cual le faltaba la manga derecha, una falda muy por encima de sus rodillas azul clara y unas botas largas negras.

—¡No somos hermanos! ¡No le llames papa! ¡No es tu padre! Tu padre...

—¡Esta muerto! Igual que mi madre —Le interrumpió ella. El chico era capaz de sentir el odio en sus palabras, ella al darse cuenta de la forma en la que le estaba hablando se retractó y agachó su mirada— Lo siento Raidon... se lo que te molesta que le llame papa —Se disculpó realmente arrepentida, a ella tampoco le gustaba mucho llamarle así, pero no lo podía evitar ya estaba acostumbrada.

—No pasa nada —Raidon puso una mano sobre su cabello intentando consolarla, bajó su mano y cogió un mechón de su cabello negro— Entremos, el libro tiene que estar aquí —Señaló dentro de la carverna.

Antes de entrar en la caverna prepararon una antorcha. Caminaron por un largo pasillo bastante estrecho, a lo lejos pudieron ver como había otra pequeña llama en el interior de la cueva, ambos se miraron, asintieron y corrieron a toda velocidad hacia el final de la cueva.

Llegaron a una pequeña caverna, en el centro había un atril de piedra donde descansaba el libro que ellos buscaban. Para su mala suerte ya había alguien en la cueva, un hombre, mejor dicho el maestro de un gremio oscuro, les habían pedido que recuperaran el libro antes de que ese gremio lo encontrará, esa era su misión.

—Deja ese libro y no te haremos daño —Le pidió Raidon en un tono muy serio. 

El maestro comenzó a reírse de una forma siniestra que no les gustó a ninguno de los dos.

—¿Realmente crees que voy a soltar este libro? Eres más tonto de lo que pensaba —El hombre suspiró y abrió el libro por una página al azar— Los dos sois una molestia, tendré que librarme de vosotros.

—¡No! —Gritó ella intentado que el hombre no leyera ningún hechizo— Es magia de tiempo, no sabes nada sobre ella, cualquier hechizo que hagas puede que te afecte a ti también —El hombre sonrió mientras sin darle importancia buscaba un hechizo entre sus paginas.

—Si os arrastro conmigo al infierno ¡NO ME IMPORTA! —Se detuvo en una página y leyó uno de los hechizos del libro. 

Al principio no ocurrió nada, llegaron a pensar que el hechizo no funcionaba pero para su mala suerte este se iluminó y se convirtió en una bola de luz de la cual comenzó a salir un fuerte viento que intentaba a traerles hacía la bola que cada vez era más y más grande y tenía claras tentaciones de absorberles.

Atrapada en el pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora