Capitulo VIII

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Frente a las puertas del gremio el equipo de Layla aguardaba por las últimas ordenes del maestro e Igneel, mientras esperaban a los dos mencionados Lucy revisaba bien su mochila comprobando que no había olvidado nada.

—Tengo nuestra ropa, dinero, tu medicina, mantas y también están tus píldoras —Dijo mostrándole a su hija el bote que Porlyusica le dio para su hija la cual no parecía estar prestándole atención. Miraba concentrada las puertas del gremio con el papel en sus manos donde Reduus dibujó el retrato de Evil king siguiendo las indicaciones de Layla. Lucy no podía ni imaginarse las mil y una cosas que pasaban por la cabeza de su hija, quería hacerlo pero era incapaz de imaginarlo.
La llegada del maestro y de Igneel pareció sacarla de sus pensamientos y de volverla al mundo real.

—Chicos, el puerto no esta muy alejado pero quiero que tengáis cuidado —Les advirtió el maestro a todos.

—Layla —La llamó Igneel, ambos se miraron durante un segundo el uno al otro, no necesitaban abrir la boca para hablarse, parecían decírselo todo con la mirada— Recuerda bien, tu no eres la responsabilidad del grupo, el grupo es tu responsabilidad.

Las caras de Wendy, Gajeel y Natsu indicaban claramente que no habían comprendido las palabras de Igneel. Sin embargo Erza, Gray y Lucy si lo entendían, no querían aceptarlo pero él tenia toda la razón, Layla era quien debía tener cuidado y procurar que no le ocurriese nada a ninguno de ellos, que no ocurriese alguna desgracia que destroce el futuro.

—Ya lo sé —Contestó de mala gana desviando su mirada del dragón en forma humana— Vamos, no quiero perder más el tiempo aquí —se giró para emprender el camino a la estación, pero se detuvo al escuchar de nuevo las palabras de Igneel.

—Yo no creo que las casualidades existan.

Ninguno a excepción de Layla compendio las palabras de Igneel ¿Qué importaban en este momento las casualidades?

El equipo de siete personas se dirigió hacia la estación, por el camino todos llevaban una animada conversación, todos menos Layla quien permanecía apartada del grupo.

—¿Ocurre algo? —Le preguntó Gray quien por lo visto si había notado su ausencia.

No obtuvo respuesta pues la niña estaba concentrada en sus pensamientos y no prestaba atención a ninguno de los presentes.

—¿Estas bien? —Volvió a preguntar Gray posando su mano sobre el hombro izquierdo de la muchacha.

La reacción de Layla fue instantánea, de prácticamente un salto se alejó de Gray mientras con sus ojos envueltos por el miedo, no quitaba la vista del mago como si este fuese su enemigo.

Todos observaron asombrados la reacción de la chica, sin comprender que ocurría y de donde surgía ese miedo a ser tocada.

—N-no vuelvas a hacer eso, Gray —Le advirtió aún con algo de miedo en sus palabras.

Era poco tiempo el que Lucy había pasado junto a su hija pero este era el justo y necesario como para comprender un par de cosas y una de ellas era que su hija no podía ser tocada en ciertas partes de su cuerpo siendo hasta la fecha, su brazo, su abdomen y su espalda.

Lucy temía lo peor mientras caminaban, la gran pregunta que se había hecho durante este tiempo no era el ¿Por qué no quería ser tocada? No, la gran pregunta era si el no ser tocada tendría alguna relación con la sombra que apareció tras ella cuando esta peleó con Natsu.

Eliminó eso de sus pensamientos, no era el momento de pensar en ello, era el momento de concentrarse en el enemigo que debían encontrar.

Entraron los siete en el tren, los dragon slayer iban temerosos, su mal estar comenzaba hacerse presente y el tren aún no se había puesto en marcha. Se sentaron en grupos de dos, Layla y Lucy frente a Gray y Erza y en los asientos de su derecha los tres Dragón Slayers juntos, agonizando pues su mareo era cada vez mayor.

—Me siento mal —Dijo Layla llevando una mano a su estomago. Tanto Gray como Erza se miraron el uno al otro, buscando signos de mareo, signos de que esta chica fuese una dragón slayer.

—Debes comer algo —Lucy abrió su mochila, buscando comida, ella ya venía preparada para esto.

Antes de salir a la misión, Lucy acompañada por Natsu fue a ver a Porlyusica, el cuerpo de su hija no estaba en el mejor estado y salir de misión no era la mejor opción, pero era inevitable, tenían que buscar ya a ese hombre era muy peligroso tenerlo andando por los alrededores. La peli rosa le dijo que si quería que su hija se mantuviese estable esta no podría perder un gramo de peso ya que si no, su cuerpo seria mucho mas vulnerable, frágil y débil, por lo tanto no podía saltarse ninguna comida y en caso de encontrarse mal que tomase unas medicinas y comiese.

—Layla ¿Cual es tu magia? —Le preguntó Gray.

Tanto Erza como Lucy miraron a la maga intrigadas por la respuesta. Layla quien se había apoyado en el hombro de su madre observaba a Gray con un único ojo abierto.

—No quiero hablar sobre mi padre —Respondió cerrando finalmente su ojo con la intención de descansar un poco antes de llegar.

—¿Por qué dices eso? —Preguntó Lucy apartándose un poco de la niña para que esta abrirse los ojos y la mirase a la cara— Él solo ha preguntado por tu magia.

—Vamos, mama, está claro —Apartó su mirada de Lucy para observar esta vez a Gray con el ceño fruncido— Tu interés por mi magia es porque crees que la magia es hereditaria, porque si yo tengo magia de metal seré hija de Gajeel, porque si tengo magia de sombra seré hija de Rouge, porque si tengo magia de hielo es porque tu eres mi padre, eso es lo que tu quieres saber ¿No?

El silencio de Gray respondió a la pregunta que la morena le había hecho. Tras ello se reinó el silencio en el tren, el único sonido que se escuchaba era el de los tres Dragón Slayer susurrando estupideces debido al mareo. Lucy había estado mordiendo su labio intentando que una pregunta no se escapase de ellos pero finalmente no pudo aguantar mas.

—¿Por qué no quieres hablar sobre tu padre?

Layla la observó de reojo, abrió la boca para responder pero no lo hizo, simplemente ignoró la pregunta de su madre. Layla era consciente de que eso la molestaría, pero no quería hablar sobre su padre...

Ni ahora.

Ni nunca.

Atrapada en el pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora