Capitulo dos

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No quiero pensar porque no quiero que el dolor del corazón se una al dolor del pensamiento. (Emilio Castelar).


Actualidad.

Mi cuento de hadas era de esos que tienen a una princesa en un castillo con su corona y viene su príncipe a buscarla, pero eso nunca paso porque ahora ya todo es negro y sin vida, casi como un hoyo negro sin fin en el que siempre se repite todo.

Hace 8 años atrás.

Ese día había pasado de todo, estuvimos en la policía, luego fuimos a un lugar muy grande que casi no recuerdo y por último fuimos al hospital, ¿Qué se suponía que hacíamos en un hospital? No estaba enferma.

Yo: ¿Qué hacemos aquí mami? – dije confundida.

Mama: vamos para que te hagan un chequeo - dijo de manera indiferente.

Habían pasado horas en las cuales no pasábamos a nada, pero luego nos llamaron y entramos, mi mama fue la que hablo y yo no pude escuchar nada.

Enfermera: sácate la ropa y recuéstate en la camilla por favor – me dijo ella.

Hice lo que ella me dijo y cuando me recosté pude observar la cara de preocupación de mi mama, ¿Qué demonios estaba pasando? Porque estaba ahí y que se suponía que me iban hacer.

Doctor: abre las piernas, vamos a tomarte unas fotos y luego te podrás ir a casa – me dijo, casi que diciéndome que me tranquilizara y que seria rápido.

Pero ante esto yo solo podía ponerme mas nerviosa de lo que ya me encontraba, los minutos eran eternos, casi que el tiempo se detuviera y no siguiera su recorrido, tenía una extraña sensación ante lo que pasaba, pero apenas y si entendía. en mi mente vaga solo rondaban las preguntas ¿Qué hago aquí? ¿Qué paso? ¿Qué hice? Mi mente confundida solo pedía respuestas que quizás no tendría, porque todos evitaban el tema.

Era como si el tema fuera tan malo que con solo pensarlo podrías ser juzgado.

Apenas acabo aquella cita, volví a mi casa, pero mi casa ya no se sentía como mía, si n como la de una extraña que sabia donde estaban los utensilios de cocina, ni donde estaban las habitaciones.

A mi corta edad ya no me sentía feliz en mi casa, porque el ambiente era tan tenso que me daba miedo hablar o decir algo.

Mama: no iras a clases en unos días - me dijo ella en un tono muy serio.

Yo: ¿por qué? Si tengo clases de matemáticas – respondí muy sorprendida.

Mama: no iras y punto, no está en discusión ese tema, solo no iras y ya – lo dijo casi al bordo del enojo.

Aquella respuesta era cortante, era como si mi afirmación no fuera lo suficientemente valida como para que me dejara ir, solo pude ir a llorar a mi cuarto, porque no entendía nada, otro día mas anotado a la lista.

Habían comenzado a pasar los días, ahora ya no ran rápidos si no que lentos y casi que sin correr el tiempo. Ahora existía una nueva rutina, donde estaba rodeada de médicos, policías y hasta psicólogos, ahora se unía un nuevo personaje al cual recurriría mayormente.

Psicóloga: ¿Hola como estas? Me presento soy Carmen y voy a ser tu psicóloga durante todo este proceso.

Yo solo podía mantenerme callada ante esta breve presentación, no quería estar ahí, pero me llamo la atención que en la habitación había muchos juguetes, me había gustado tanto la habitación que no le preste atención a lo que hablaban mi mama con la doctora.

Mama: doctora a nosotros nos dijeron que vengamos acá para que nos ayude con lo sucedido – susurro ella y estando pendiente de todos mis movimientos.

Psicóloga: Sra. Quiero aclararle que este proceso será duro para ella porque no entiende, así mismo la declaración se tendrá que dar al menos después de uno sesiones – respondió.

Mama: doctora y cada cuanto tiempo debe venir – dijo con voz baja y casi rota.

Psicóloga: ante este proceso solo puedo decirle que dos veces a la semana hasta que esté lista para declarar – dijo ella de manera seria.

Yo en otro lado, no estaba escuchando que decían apenas y si entendía ya que solo me concentraba en jugar con los lindos juguetes que había.

Psicóloga: muy bien nena, vamos a comenzar – dijo ella animada y parándose de su silla.

Yo la observe esperando que dijera algo mas para yo obedecer.

Psicóloga: mi niña, quiero que me escuches – dijo al darse cuenta que seguía jugando, así que la mire y espere a que continuara.

Psicóloga: bien, mira mami va a salir y va a estar afuera en lo que hablamos tu y yo ¿estamos? – yo ante esto solo pude asentir.

Cuando mi mama salió de la habitación pude ver con detenimiento como la doctora se sentaba en una sillita al frente de mí, cuando hizo eso solo pude mirarla y solo observarla. Pude ver que era una mujer linda, ya de avanzada edad, no llegando a vieja, pero si ya muy grande, su contextura era gruesa y usaba lentes.

Psicóloga: ¿sabes porque estas aquí? – dijo ella de forma amable.

negue

Psicóloga: ¿sabes de lo que vamos hablar?

negue 

Psicóloga: ¿Qué recuerdas de esa noche?

negue

Psicóloga: necesito que hables conmigo mi niña, porque así no voy a entender que paso – dijo ella casi frustrándose por mi actitud.

Psicóloga: vamos de nuevo, ¿qué recuerdas de esa noche? O para que entiendas que paso el viernes – dijo ella expectante a lo que fuera a decir.

Yo: yo jugaba con él y ese día jugué con él, las veces que había ido a la casa de mi tía el iba y me decía que fuéramos a jugar, pero nunca podía ver – dije inocentemente.

Psicóloga: ¿alguna vez le dijiste a alguien? – interrogo.
Yo: nunca dije nada porque siempre decía que era un secreto y que perdía si yo hablaba.

No entendía porque me preguntaba esas cosas, pero yo solo respondía a sus preguntas porque solo era un juego. 

Esta soy yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora