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Un dolor punzante le atravesó el cráneo, fragmentos de lo que había pasado llegaban tan borrosos que no estaba seguro de si se trató de un sueño o fue real.

Puso todo el esfuerzo que pudo reunir en abrir completamente los ojos, la poca luz del lugar le facilitó la tarea y ubicó paredes grises, una cortina plástica, lo que parecían planchas de embalsamamiento así como el comienzo de un camino de escaleras. No necesitó reflexionar mucho para darse cuenta de que estaba secuestrado.

Pensó en gritar, el sonido de un cerrojo y pasos acercándose lo detuvieron, tal vez podría negociar una buena cantidad con sus captores si tan solo no fuera una niña de seis años la que bajó a su encuentro.

— ¡Tú! Pequeña perra, tuviste que-

Sus insultos cesaron cuando un corto vaso de cristal se estrelló contra su frente sacándole un gemido de dolor.

Con un ceño fruncido muy parecido al de Will, Abigail esperó que el intruso dejara de lamentarse para hablar. —Si estás vivo es porque así lo quiero, mis papás han sido muy amables contigo y sigues siendo muy irrespetuoso, deberías dar gracias por eso. — reprendió la pequeña.

Todo le pareció tan absurdo que lleno el lugar con carcajadas histéricas, el miedo lo abrazó lento al igual que el entendimiento haciendo que después de unos segundos la risa fuera reemplazada con lagrimas y sollozos.

— Yo, yo puedo darte mucho dinero, lo que quieran, puedo irme si lo desean, voy a renunciar, por favor perdóname solo no dejes que me maten, por favor — balbuceó. Su cabello más desaliñado que de costumbre, sus lentes torcidos y grandes círculos rojos al rededor de los ojos le daban un aspecto lamentable, la niña no pudo evitar sentir pena por él.

— Te perdono por insultarme pero no por intentar abusar de mí, estoy segura de que ninguna de tus victimas lo hará. Mis papás me enseñaron que si voy a pedir perdón por algo es porque no pienso hacerlo más o mi palabra perderá valor y tú no eres capaz de no lastimar, debes asumir las consecuencias de tus actos, porque no fueron errores, eres un ser pensante, no tienes excusas.

La ligera insinuación de su estupidez al respecto lo enfureció. — Pequeña e ingenua, si no lo haces te vas a pudrir en la miseria por el resentimiento y oh, no te imaginas lo tormentosa que será mi vida por no tener tu perdón. — Se burló.— Tus papis podrán decir mucha basura sabia pero dejarte sola con acceso al sótano donde tienes a un ser pensante no es muy inteligente.

Abigail enterró la punta de una navaja en el bicep del rubio, este tontamente trató de moverse para zafarse pero en su lugar hizo que la hoja se deslizara más profundo. Gritó por el ardor y la niña retorció un par de veces el arma en la herida hasta que estuvo satisfecha con su trabajo.

— No necesito perdonarte para vivir porque yo no fui la que atacó a personas inocentes, que no excuse tus actos no significa que esté resentida, no siento nada por ti más que asco y pena. — Volvió a jugar con la herida. — Mis papás son muy inteligentes, tú eres el tonto por creer que estoy sola y que me dejarían bajar sin haber corroborado que no puedes moverte, nunca me expondrían de esa manera.

Sacó la hoja y la limpió con un trapo como le habían indicado, caminó a las escaleras para subir. — En una cosa tienes razón, que no te perdone no será la razón de tu tormento, mis papás sí.

Abrió la boca para responder pero el golpe de energía junto con el dolor no le permitieron más que gemir antes de que una figura masculina mucho más grande reemplazara a su alumna, sintió una aguja atravesándole el abdomen llevándolo a la oscuridad de su mente otra vez.

Un nuevo día era alquilar otro auto, lo aparcaron a una calles de diferencia y caminaron en silencio tomados de la mano. Al ser temprano el lugar se encontraba poco concurrido dándoles la facilidad de escabullirse rápido hasta la propiedad gris acorazado, el sonido del timbre fue seguido por el de pasos apresurados.

Save my childhoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora