II

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Era un día soleado y Luhan aprovechó el clima para disponerse a cosechar un poco de fruta de sus árboles y algunas hortalizas que ya se hallaban listas.

Volvió a la casa para cocinar y mordió su labio inferior, ya que nunca creyó que finalmente podría tener un alfa al que atender y compartir; debido a que vivía muy alejado de cualquier otra persona, conocer a alguien no había estado en sus planes.

—Oh, ten cuidado —dijo apresurado cuando entró en la habitación y vio al alfa arrodillado en el suelo—, aún estás débil, no te sobre esfuerces, alfa —murmuró en tono amable mientras lo ayudaba a levantarse.

—Me siento inútil —suspiró y se sentó en la cama con ayuda del pequeño—, estoy harto de estar postrado en la cama —torció la boca para luego dejar caer sus hombros.

—No digas eso, solo estás recuperándote y toma tiempo —le dedicó una tenue sonrisa para luego besar su mejilla—, hasta que puedas estar completamente recuperado, yo te ayudaré —sus ojos brillaron al ver la mirada apagada del alfa—, para eso están las parejas.

—Supongo... —dijo algo incómodo por la última palabra, aún se sentía extraño—, gracias, Luhan.

—No hay nada que agradecer, lo hago con cariño —frotó su cabeza contra el brazo ajeno y luego lo abrazó.

—Eres como esos cachorritos de ciervo que suelen pasear por aquí —señaló la ventana de la habitación y luego sacudió el cabello del omega.

—Oh, alfa —hizo un mohín—, muy pronto nuestros cachorritos van a jugar con ellos —sacó la lengua de manera juguetona.

—¿Por qué deseas tanto tener cachorros? —levantó sus cejas, ya que tenía curiosidad.

—Bueno —su mirada bajó al suelo y sus mejillas se tiñeron de rojo—, siempre he estado solo y por eso comencé a querer tener muchos cachorros cuando un alfa me marcará —susurró algo avergonzado—, pero si tú no quieres —levantó su mirada hacia él y tragó saliva—, está bien, no quiero obligarte.

—¿Renunciarías a tu deseo de tener cachorros por mí? —frunció el ceño, extrañado.

Luhan se quedó en silencio y volvió a mirar al suelo mientras frotaba sus dedos entre sí, su estómago se revolvió al pensar en dejar ir su anhelo de tener una familia grande, pero tampoco quería quedarse solo de nuevo.

No quería que el alfa se fuera.

—Yo... ehm... —sus palabras no salían y su nariz se puso roja por el llanto que quería salir de sus ojos.

—Oh no, no llores, discúlpame —con su pulgar acarició la mejilla rosada del omega—, no quise hacerte sentir así.

—Lo siento, es solo que siempre he querido tenerlos, incluso mamá me tejía cachorros de lana —susurró con la voz quebrada.

—Está bien, no te sientas mal, yo no sé si quiero, porque no lo recuerdo, pero si tú eres mi pareja destinada entonces estaría bien... Supongo —rio de manera torpe y luego lo atrajo a sus brazos.

—Gracias —murmuró, respirando más tranquilo para luego acurrucarse en el pecho ajeno.

Para un omega no había lugar más seguro que los brazos de su alfa y Luhan no había entendido eso que le decía su madre hasta ahora, que encontró al suyo. Definitivamente jamás quería apartarse de él.

—Oh, la comida, espérame aquí —los ojos brillantes de Luhan se abrieron, asustados y después se levantó para ir a la cocina.

Luego de un momento volvió con una bandeja y dos platos llenos de una deliciosa comida. Ambos se sentaron contra la cabecera de la cama para empezar a comer.

Sempiterno [Segunda Parte]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora