Salir de la burbuja

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Bruce saltó de su cama, mientras que sus manos temblaban y una ola de sudor frío recorría su cuerpo. Esa estúpida pesadilla le volvía a afectar, todo era tan realista: los muebles, el edificio y aquellas personas rodeándolo de a montones. El joven heredero de la fortuna Wayne no sabía cuándo terminaría su tormento, pero estaba seguro de algo, esta pesadilla ya lo tenía a sus límites.

— ¡otra vez soñé que estudiaba en el CONALEP! — gritó con furia. Los gritos de Bruce fueron más que suficientes para alertar a sus padres y a su mayordomo. Fue este último quien se encargó de ir directamente a la habitación de su joven amo, con todo lo necesario para lograr que se calmara. El hombre canoso no tuvo que esperar para que Bruce pudiera hablar de su sueño, al mayordomo se le hacía gracioso el cómo algo tan insignificante podía lograr que el adolescente se alterara de sobremanera — fue horrible, Alfred, incluso muchísimo peor que las veces anteriores.

— me lo imagino, joven Wayne — el mayordomo sonrió — ¿Qué fue lo que sucedió esta vez? Debió de ser algo espantoso.

— y estás en lo correcto — comentó, mientras se volvía a acurrucar en su gran edredón — ahora fueron los estudiantes, se enteraron que mis padres eran millonarios. Todos me comenzaron a rodear pidiéndome un peso, te lo juro Alfred, yo trataba de explicarles que solo ocupo mi tarjeta.

— lo entiendo, joven Wayne — el hombre intento esconder su risa, pero le fue imposible. Afortunadamente, Bruce no logró escuchar la pequeña carcajada que salió de los labios de su mayordomo — no se preocupe, aquella situación nunca será algo más allá de una pesadilla — estuvo a punto de retirarse, pero fue la mano del castaño, aferrándose a la manga de su pijama, lo que le impidió seguir avanzando.

— ¿me lo prometes? — la mirada de Bruce reflejaba temor y suplica, como si dentro de su cabeza estaba gritando para que Alfred diera una respuesta positiva. Esto hizo que el hombre de cabello canoso sonriera con ternura, para después despeinar con cariño el cabello del menor.

— se lo prometo.

Estas palabras relajaron por completo Bruce, pues sus parpados comenzaron a pesar apenas Alfred dio media vuelta para salir de su gran habitación. Los rayos del sol no se demoraron en salir, dejando al castaño oscuro con un gesto de molestia en su rostro. Odiaba con todo su ser la luz del sol, tanto así que necesitaba llevar lentes oscuros a su escuela, los cuales combinaban a la perfección con su sombrilla de color negro. A los pocos minutos de haber despertado, Bruce escuchó como su madre entraba a la habitación, solo para avisarle que el desayuno estaba listo. Con mucho cuidado bajó las escaleras, llevándose la sorpresa de que sus padres ya se encontraban al final de las mismas, con los brazos cruzados. Justo al lado de los señores Wayne estaba Alfred, con una cara evidente de preocupación. Bruce no entendía nada de lo que estaba sucediendo.

— ¿hice algo malo? — fue lo primero que dijo apenas estuvo frente a frente a sus padres.

— sería mejor hablar de esto en la mesa, cariño — la mujer se acercó a su hijo y le acarició el rostro con amabilidad — tenemos algo muy importante que decirte.

— por el momento solo podemos decir que es algo respecto a tu escuela — comentó el señor Wayne, mientras le daba unas palmadas en el hombro a su hijo — rápido, no queremos que el desayuno se enfríe.

La familia se acercó hasta la mesa y tomó asiento frente a sus platillos. Bruce comenzó a degustar su desayuno, mientras sus padres solo se limitaban a mirarlo. La situación se comenzó a tornar incomoda cuando Thomas comenzó a tamborear la mesa con sus dedos, como si estuviera impaciente por decir algo. Por otro lado, Martha solo miraba de reojo a su esposo y a su hijo.

¡No quiero ir al conalep! || AU RiddlebatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora