-Tre.

79 8 0
                                    


El transporte ya se veía y yo juraba que me veía roja, tanto por el llanto que por la vergüenza. El bajo tiempo no me facilitaba las cosas, de hecho lo hacía aún peor.

Me estaba congelando con mi propia orina.

Ahora, claramente, no me encontraba en el campamento en estos momentos. Había escapado, ¿pero quien no lo haría estando en mis zapatos?

Al despertar del "sueño", no pude no avergonzarse, el solo hecho de haberme quedado ahí hubiera puesto horrible la situación. Literalmente me desperté en ese árbol y pum, orina por todas partes. Y no quedó ahí, sino que estaba llorando y mi cara se vuelve realmente roja cuando lloro, y no me ayuda para nada eso.

Para nada.

Decidí que mi escasa estadía finalizará por el momento, ahora levantaría vuelo derecho a mi casita. Bueno, primero tendré que volver al hotel o sino apareceré en los noticieros como la "Niña desaparecida en un viaje escolar" y sería la causa de muchos viajes inconclusos y no quiero eso en mi conciencia.

Volviendo al tema, y no dejar con la duda, traté que mi partida sea tan discreto como los pedos que te tiras en público. Pero algunas veces, al tratar que aquellos gases salgan sin hacer ruido te sale todo lo contrarío, ¿no? Y todo mi plan salió por el caño cuando, por culpa de las estúpidas criaturas que me habían seguido por tantos kilómetros hicieron acto de presencia.

Si te habías estado preguntando; ¿dónde se fueron las criaturas que casi me matan?

¡Te tengo la respuesta!

Nunca se fueron, estuvieron esperándome cuatro horas seguidas.

Qué fanatismo... por un momento me sentí internacional. Si no fuera por querer matarme les hubiera firmado la frente a cada una. Pero ese no fue el caso.

Grite, muy alto.

Y ahí inició todo. Cuando un grupo de campistas fueron a mi rescate.

Escapando de todos, a la mitad del camino una agradable señora me alzó y con notorio cansancio le pregunté si podía llevarme al Empire State Building, ahí es donde nos estábamos quedando. Accedió pero me dijo que tenía que buscar a su hijo. Asentí, hasta que pude ver que estábamos yendo directamente al sitio donde justamente estaba escapando.

─Señora...

─Sally, cariño. Llámame así. ─interrumpió. Volví a asentir.

Supe que ella sabía que había un campamento ahí. Quiero decir, presentía que particularmente se dirigía allí, necesitaba preguntar. Debía hacerlo, la curiosidad me juega en contra.

─Sally, ─la mujer murmuró un "si" indicando que prestaba atención ─¿usted sabe que hay un campamento para semidioses? Justo se está dirigi-AAAHH ─Sally había perdido el control del auto, casi se va de lado al doblar por impulso. 

No, no, no, otra vez no.

Me iba a mear encima otra vez.

─¡Pare el auto! ¡pare!

Por milagro no salgo volando por el parabrisas. No me subo más a autos ajenos.

Frenó tan de golpe que ahora mismo tendría a la señora volando por los aires sino se hubiera puesto el cinturón de seguridad. Lastima yo, que estaba tiraba en el piso del asiento trasero.

─¡¡Por las burbujas de Afrodita!! ─Sally tragó grueso, posó su mirada en mí. ─¿Qué dijiste? Lo siento, escuche mal, ¿podrías repetirlo? ─su respiración fue relajándose. No aparentaba querer gritarme, pero algo me decía que, tal vez, se lo estaba pensando.

ᴅᴇᴍɪɢᴏᴅᴅᴇꜱꜱ ᴏꜰ ᴘᴀᴛᴀɢᴏɴɪᴀ ─ᴘᴊᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora