·Un día normal en el campamento Yerba Buena·
─Che, ¡Amadeo se coló en la fila!
─Pero cerra la cola, Loco, la que te parió ─le gritó desde adelante de la fila. Donde ahí estaba el Capi, mirando a su hermano de rastas con la ceja arqueada. ─. No me colé, me guardaron un lugar, que es diferente.
Los de atrás comenzaron a abuchearlos por colarse, siendo que ellos estaban hace medio hora haciendo fila para que venga un no sé quién y se ponga de primero. Así no da.
─No. ─sentenció el hijo de Mihaí que también estuvo haciendo la cola, y que estaba al final. ─Ponete en tu lugar. ─ordenó enseñando con su dedo pulgar detrás suyo, donde tenía que estar.
Todos hicieron silencio, mirando a Amadeo.
─Uh, no, el Capi me guardó el lugar así que yo no me colé ni ninguna pelotudez. ─se dio la vuelta siendo el siguiente en ser atendido.
─Si, ─concordó su amigo ─yo le guarde el lugar.
Pero nadie estuvo contento con eso, y menos con el sol que se asomaba desde lo alto para quemarlos y que suden como regadera. Así que se quejaron con el pequeñín que atendía.
─Miren, a mi me importa un sorongo lo que hacen ─explicó mientras le hacía fiado al chico delante de ellos. ─. Mientras no se vayan a los golpes...
Todos revolearon los ojos.
─Entonces si él lo pudo hacer, ¿por qué yo no? ─contestó el mismo chico que le había ordenado a Amadeo. Con tranquilidad se adelantó y se puso enfrente del chico. Siendo ahora su turno de ser atendido.
Los demás lo apoyaron. Había que darle una lección al flacuchento ese.
─¡Eh, no! ¿Qué te pasa? ─se quejó el chico.
─Si vos lo hiciste, ¿quién me da el derecho a no hacerlo? ─atacó.
─Dale chino, anda a tu lugar ─le dijo el Capi tratando de no pasarlo a mayores. ─. Solo se adelanto a unos cuantos, es solo una fila para el kiosco.
─Ah, entonces lo reconoces. ─siguió. El Capi solo suspiró ya harto, y Amadeo se la puso difícil cuando lo miró mal por decir eso. Dos problemas de un tiro, genial.
─Deja de romper las bolas, chino. En serio. ─replicó.
Justo en ese momento fue cuando se dio cuenta que lo estaban llamando chino. Siendo él japones, y una cosa que no le gusta es que se confundan con él.
─Japonés... ─contestó acercándose al chico, intimidante. Él era un poco más alto que el otro por lo que tenía la ventaja en la amenaza; se acercó hasta que sus frentes se tocaran en un brusco movimiento. Más a él ni le dolio. Pero al chico sí.
─¿C-como? ─fue lo único que salió de sí. No podía sentirse intimado sin tener esos ojos heterocromaticos viéndolo como una presa y todo de sí, también. El ser hijo del dios de los muertos lo hacía simplemente intimidante para todos. ─N-no entendí.
Los que estaban haciendo la fila seguían mudos sin quitarles la vista de enfrente al trío. Era imposible no saber quién ganaría, era muuy obvio.
Un hijo de Heras, un semidiós todavía no reclamado y otro de Mihaí...
El hijo de la oscuridad se iba a llevar el premio.
─Obanechi, basta, en serio. ─el Capi lo tomó del brazo para alejarlo de Amadeo.
─Me llamó Obanai, salame. ─le aclaró tosco mientras se zafaba de su agarre.
Los que lo escuchaban formaron cara de confusión, no sabían que se llamaba así. Todos le decían Horacio, a escondidas, claro. O viborita o otros más random que se inventaban en el momento. Pero el más conocida era Horacio.

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ᴅᴇᴍɪɢᴏᴅᴅᴇꜱꜱ ᴏꜰ ᴘᴀᴛᴀɢᴏɴɪᴀ ─ᴘᴊᴏ
Fanfiction¿Y si te enteraras que eres una semidiosa? ¿Y de una mitología poco conocida? ¿Una mitología de divinidades fuertes y campeones del mundo? Esta es la historia de Nara, semidiosa de la patagonia. ¿Se animan a leerla? Todos los derechos son del tio...